El COVID-19 será probablemente un catalizador de cambio para la industria de la gestión de activos y banca privada, y transformará la forma en que las entidades se relacionan con sus clientes y desarrollan su negocio. Así lo explica el informe “COVID-19, Asset y Wealth Management. Impactos y respuesta”, elaborado por KPMG en España. Para sus autores, la pandemia representa uno de los desafíos de alcance global más importante de los últimos tiempos y la industria “debe actuar con determinación para alcanzar un equilibrio entre la seguridad de sus empleados y la resiliencia operativa que le permita estar cerca de los clientes, no olvidando una revisión estratégica para saber identificar los cambios económicos y sociales post COVID”. Por ello, recomienda acciones urgentes a corto plazo y un plan a largo plazo para el sector.
“A pesar de las turbulencias e incertidumbres, la industria de gestión de activos tiene un papel fundamental en realizar una evaluación completa de la situación y fomentar una visión a largo plazo, actuando como elemento estabilizador de los mercados, así como anticiparse para abordar los cambios que la pandemia ha puesto de manifiesto (transformación digital, nuevas formas de interactuar con clientes, nuevos modelos operativos y redefinición de los riesgos realmente relevantes para las compañías)”, añaden su autores.
Entre los impactos a corto plazo, y líneas de acción inmediata que KPMG recomienda, menciona seis aspectos: la comunicación con los clientes, la gestión de la liquidez, la resiliencia operativa, minimizar el riesgo de ciberataques, mantener la estrategia operativa y de consolidación del sector y la gestión fiscal de los impactos.
“Las sociedades de gestión tienen la responsabilidad de comunicarse de forma ágil y proactiva con los clientes, encomiándoles a mantener la calma, redefiniendo la estrategia de inversión, si cabe, para la realización a largo plazo de los objetivos financieros comprometidos con el cliente”, dice la consultora. Además, en un entorno de incertidumbre como el actual, la gestión de la liquidez y riesgo de contraparte es fundamental, debiéndose ajustar los modelos de medición de riesgo a un nuevo escenario de estímulos económicos y programas de compras masivas de activos por bancos centrales”.
En tercer lugar, el COVID-19 va a tener un impacto en términos de recursos humanos, así como en las previsiones económicas y financieras de las sociedades de gestión, debiendo éstas –defiende KPMG- redefinir sus planes estratégicos con un enfoque flexible a las diferentes escenarios de evolución de la pandemia y la gestión fiscal de los impactos asociados a la misma.
Las sociedades de gestión también deberían estar atentas y ser proactivas en la identificación de otros players con los que acometer el proceso de consolidación, que se prevé ocurrirá en el corto/medio plazo en el sector, añaden en la consultora.
Un proceso de consolidación inminente
El COVID podría acelerar el proceso de concentración de las entidades, que tendrán que medir muy bien con quién se alían: “El contexto actual puede suponer retos y oportunidades en el sector, que incrementen a futuro las operaciones de concentración. Para ello, resulta clave realizar una evaluación de la compañía respecto al sector y asegurar la viabilidad del modelo de negocio”, asegura.
KPMG cree que la crisis tendrá impacto en la solvencia y viabilidad de las entidades, lo que obligará a identificar a otros jugadores con posibles sinergias con los que acometer el proceso de consolidación, dentro de una estrategia de continuidad y crecimiento, manteniendo la vinculación de los clientes. Por eso recomienda comparar la situación de la compañía con la del sector, midiendo el impacto económico y financiero (identificando vulnerabilidades a nivel global y por línea de negocio), proteger el modelo de negocio de la compañía, ya sea mediante la mejora y eficiencia de la estructura actual de costes o bien contemplando las mejores combinaciones posibles con otros players del mercado que puedan llevar a un posicionamiento y ventaja competitiva. Y recomienda también poner el foco en los clientes de mayor valor añadido, implementando soluciones automatizadas para el resto, junto con una estrategia de fortalecimiento de la oferta de productos y servicios de valor y diferencial respecto a la competencia, para conseguir una mayor vinculación de los clientes.
A largo plazo, también cree que se acentúa la necesidad de crecer en escala, lo que impulsará la necesidad de analizar operaciones de fusiones/adquisiciones como guía más rápida para lograr dicha escala.
Gestionar la liquidez
La gestión de la liquidez es otro de los puntos clave que tendrán que vigilar las gestoras: “A medida que la pandemia del COVID-19 crea turbulencias en los mercados, éstas se ven obligadas a aplicar algunas de las lecciones aprendidas en la gestión de la crisis del 2008 en relación al riesgo de liquidez y contraparte. Las lecciones aprendidas de la gestión de anteriores crisis puede contribuir a reducir los impactos”, explica KPMG.
Así, ante aspectos como el impacto de la crisis en la liquidez y solvencia de emisores, contrapartes y depositarios o los reembolsos, la consultora recomienda a las entidades reducir el apalancamiento, vigilancia de la liquidez de los productos e incremento de los buffers de liquidez invirtiendo en aquellos activos de mayor liquidez, monitorizar el consumo de límites en emisores, contrapartes e intermediarios, y adaptar límites en función de la evolución de la liquidez y solvencia de los mismos.
También, seguir de la evolución de la solvencia y liquidez de depositarios y subcustodios y realizar pruebas de tensión sobre la liquidez de los activos y volúmenes de reembolsos, así como procedimientos para escalonarlos. “Las situaciones de inestabilidad financiera son cíclicas, ya sea por causas endógenas o exógenas (como el COVID-19), por lo que las sociedades de gestión deben de reforzar sus procedimientos de gestión del riesgo de liquidez a través de la realización de pruebas de resistencia”, añade el informe.
Mayor, y distinta, interacción con el cliente
Con respecto a su relación con los clientes, las medidas de distanciamiento social van a impulsar un mayor número y más amplias interacciones con clientes, tanto en el caso de clientes tecnológicamente avanzados como clientes más tradicionales. Así, ante una realidad de interacción digital y empoderamiento del cliente en los nuevos medios digitales, y también de los gestores para suplir la ausencia de contacto directo, la consultora recomienda a las gestoras incrementar la comunicación sobre visión de los mercados y la estrategia de inversión a seguir, reforzar la atención al cliente para transmitir tranquilidad y evitar sobrerreacciones cortoplacistas, reaccionar de forma ágil y proactiva, apoyar al cliente en la transición digital y mejorar la interacción digital con el cliente, aumentando calidad y frecuencia de informes a asesores y clientes, permitiendo realizar simulaciones de su cartera online en reuniones virtuales.
Organización y empleados
Las entidades, sus empleados y colaboradores deben adaptarse a un nuevo entorno, adaptando sus procedimientos para mantener la continuidad del negocio y la efectividad de los controles, tomando medidas de gestión del capital humano y planificando la recuperación de su actividad. Por eso KMPG considera aspectos como un canal de comunicación con empleados y organización o el despliegue del plan de continuidad en muy corto plazo para que toda la actividad se realice desde los domicilios de los empleados, así como controles no adaptados a flujos operativos no previstos, actividades de trading y gestión institucional realizadas en un entorno no habitual o tomar medidas, cuando sea necesario, de reducción de jornada, ERTE o reestructuración.
Entre sus recomendaciones, mantener un canal de comunicación permanente con el empleado, seguimiento de su salud y establecer la dinámica de organización del trabajo (en remoto, con reuniones virtuales y flexibilización por la necesidad de conciliación familiar), crear equipos multidisciplinares para la gestión de la crisis dotándolo de un liderazgo, funciones y responsabilidades claras e interlocución directa con la alta dirección, revisar procesos transversales en las que intervienen diferentes funciones, para una verificación de la efectividad de los controles y monitorización de las excepciones. También, tener un enfoque flexible de la gestión del plan de continuidad, adaptándolo a los nuevos retos que puedan presentarse y con el diseño de un plan de vuelta al trabajo tras el confinamiento vinculado al plan de continuidad del negocio y a los requisitos de seguridad impuestos por las autoridades competentes. Por último, recomida adoptar medidas de carácter laboral en el caso de que la compañía requiera ajustar su plantilla a la realidad de su negocio.
Fraude externo y ciberseguridad
En un escenario de crisis duradera sin precedentes, el fraude externo y la ciberseguridad se incrementan y se convierten en una de las principales preocupaciones. KPMG considera aspectos como el aumento de ataques a clientes por phishing y proliferación de malware en web y apps, o un mayor riesgo IT en equipo interno, y riesgo de capacidad de la infraestructura IT.
Recomienda una revisión de los algoritmos de detección para la identificación y el análisis de la actividad fraudulenta, evitando ignorar las alertas de seguridad por nuevos puntos de acceso; implementar la autenticación multifactorial como requisito previo para acceder a redes internas, datos o aplicaciones (como la autenticación reforzada de clientes); y construir mecanismos de protección en las plataformas digitales con las que los clientes interactúan y mantener seguros los datos que los clientes acuerdan compartir.
El impacto fiscal
Las administraciones fiscales en España y el resto del mundo, así como los contribuyentes, están buscando adaptarse al nuevo entorno que plantea el COVID-19. KPMG considera aspectos como la gestión de determinadas obligaciones fiscales, hipótesis fiscales de los modelos de inversiones, operaciones de M&A en curso, fiscalidad propia del producto y en las operaciones asociadas a la necesidad urgente de liquidez.
Y recomienda reforzar el modelo de gobernanza y la gestión fiscal en tiempos de incertidumbre, para asegurar el cumplimiento de las obligaciones fiscales y el aprovechamiento de los incentivos que ofrece la legislación fiscal; revisar el impacto que la nueva situación pueda tener en las hipótesis fiscales de los modelos de inversión; evaluar la ampliación de warranties/indemnities en operaciones de M&A relativas a riesgos fiscales teniendo en cuenta el nuevo entorno; prestar especial atención a la gestión de la documentación soporte necesaria para acreditar determinados beneficios fiscales y al cumplimiento de nuevas obligaciones fiscales; evaluar oportunidades y riesgos fiscales asociados a las potenciales necesidades de financiación adicional, así como palancas fiscales disponibles para mejorar la situación de tesorería.
Cuatro recomendaciones para el largo plazo
Para el largo plazo, hace cuatro recomendaciones: en primer lugar, una mejora de la experiencia digital y empoderamiento digital de gestores y clientes (con la potenciación de los medios digitales para lograr un salto cualitativo en la experiencia de cliente y sacando provecho del rastro digital para mejorar la calidad del servicio digital y personalizar productos y servicios). Además, reforzar procedimientos de gestión del riesgo de liquidez (impulsando la implementación de modelos avanzados de stress test de liquidez, así como un modelo de gobierno que implique la alta dirección, y fortaleciendo los sistemas de gestión de riesgos con parámetros de riesgos sistémico, con impacto en la gestión del riesgo de mercado y liquidez entre otros, reforzando las plataformas IT disponibles).
En tercer lugar, dotarse de una infraestructura operativa “ágil” para adaptarse más fácilmente a nuevas situaciones (adaptar la infraestructura al volumen de activos, redimensionando costes, discontinuando negocios no rentables, externalizando funciones, así como asegurando capacidad redundante para gestión de futuras crisis y adoptando soluciones “cloud” a lo largo de toda la cadena de valor -gestión, administración y reporting) apoyándose en procesos “estandarizados”-).
En cuarto lugar, recomienda la revisión de la estrategia de negocio. “El COVID-19 ha puesto de manifiesto la necesidad de adecuar recurrentemente la estructura de la entidad y su planificación estratégica a los cambios en el entorno. Se acentúa la necesidad de crecer en escala, lo que impulsará la necesidad de analizar operaciones de fusiones/adquisiciones como guía más rápida para lograr dicha escala”. También recomienda “diferenciarse en la propuesta de valor a través de servicios de valor añadido no dependientes de la evolución de los mercados y aprovechando las necesidades de implementación regulatoria”.