La crisis y la generación millennial se han convertido en un verdadero impulso para la inversión sostenible. Como inversores, los jóvenes nacidos después de 1980 y criados al calor del colapso financiero quieren cambiar las cosas o, por lo menos, que su dinero ponga un granito de arena en alcanzar determinados objetivos medioambientales y sociales.
Para Jessica Ground, gestora y responsable global de administración de Schroders, “parte de la razón por la que la generación millennial está interesada en la inversión sostenible es porque es su forma de reaccionar al impacto que en ellos ha causado la crisis financiera. Tienen claro que quieren hacer algo diferente y asumir más responsabilidad sobre sus ahorros y su planificación financiera a largo plazo”.
En el marco de la SIMC 2017 de Schroders en Londres, Ground explicaba en entrevista a Funds Society, que “si observamos a las primeras personas que empezaron a presionar sobre el abandono de los combustibles fósiles, eran estudiantes universitarios y muchos de ellos eran millennials ejerciendo presión en este sentido. Es una generación que ahorran de una forma mucho más personal que la generación anterior”.
De buscar a “los mejores de la clase” a fomentar el cambio
El primer escalón en una estrategia de inversión sostenible suele ser evitar aquellas compañías controvertidas, que operan en áreas o emplean métodos insostenibles desde un punto de vista medio ambiental o de buen gobierno corporativo. Pero llega un momento en que se hace necesario ir más allá, como explica Ground. “Si pensamos en el papel que debe asumir la inversión podemos sólo apoyar nuevos proyectos de energía o tecnológicos, pero los inversores se han dado cuenta de que, sólo evitando compañías de sectores controvertidos, no puedes hacer que mejoren. Por ejemplo, nosotros trabajamos con compañías petroleras para que planifiquen su negocio y poder hacerlo más sostenible. En resumen, los inversores han comprendido que hay problemas muy complicados que quizás requieran soluciones más complicadas”.
Uno de los desafíos de la inversión sostenible es poder medir su impacto. A juicio de Ground una de las claves es el grado de compromiso de las compañías en las que invierten “Nuestro sistema registra los cambios que solicitamos a una compañía y luego lo rastrea para ver cuándo esa empresa ha implementado los cambios. Una empresa tarda, de media, dos años en realizar esos cambios y con este sistema podemos informar a nuestros clientes dónde ha mejorado realmente la compañía. Con la utilización de esos datos, podemos, por ejemplo, saber el grado de diversidad de una Junta Directiva”, explica.
Ground reivindica el papel de una gestora en el proceso para convertir a una compañía en lo que se conoce como “Best in class”, es decir, “la mejor de la clase” en lo que a sostenibilidad se refiere. “Trabajamos mucho para lograrlo, para que las empresas se mantengan a la altura y es un proceso muy parecido a cualquier proceso de inversión. Por ejemplo, muchas de las compañías que tenemos en cartera tienen planes para reducir sus emisiones de dióxido de carbono y poco a poco podemos conseguir que sean más”.
Redefiniendo el concepto de inversión de impacto
Actualmente gran parte de la inversión sostenible se está convirtiendo en inversión de impacto, es decir, en aquellos proyectos que son capaces de transformar su entorno. Para Ground esto se traduce en “invertir en pequeños proyectos que tienen un impacto medioambiental y social directo”. Por este motivo, argumenta, se trata de inversiones pequeñas y específicas donde es difícil tener escala. “Puede funcionar bastante bien para algunos de nuestros clientes privados, pero para un gran mercado, la inversión de impacto pura será difícil”, añade.
La clave está, a su juicio, en el propio concepto de inversión de impacto. “Algunas personas están redefiniendo la definición de la inversión de impacto y hablan de compromiso en aspectos como incrementar el número de mujeres. A eso lo llaman inversión de impacto”. Para Ground, lo más importante es que los inversores pueden alcanzar ese impacto preguntando a los gestores de sus fondos qué impacto positivo estás tratando de tener en el mundo.