Investec Asset Management tiene muchos motivos por los que estar de celebración. El mes pasado, una de sus estrategias insignia, el fondo Investec Global Franchise, cumplió su décimo aniversario con un excelente historial de rendimiento, superando al índice MSCI All Companies World en un 2,9% anual durante estos 10 años. A este éxito se suma la extraordinaria trayectoria de la gestora en Miami, que en agradecimiento tratará de realizar de forma anual un evento inspiracional para profesionales de la industria financiera.
El primer “Investec Inspirational Event” tuvo lugar el pasado jueves 15 de junio en Miami y fue protagonizado por Robert O’Neill, el soldado miembro de los Navy SEALs que disparó y mató a Bin Laden en mayo de 2011. O’Neill, que cuenta con más de 400 misiones, 52 medallas y 17 años de servicio en el ejército estadounidense, compartió con un centenar de asesores financieros sus vivencias y las lecciones que pueden ser aplicadas en la vida cotidiana.
En su ponencia, recordó el extenuante proceso de selección que tuvo que superar para llegar a ser parte de los Navy SEALs: “Se trata de un entrenamiento intensivo, muy exigente, en el que es muy fácil abandonar, en el que incluso se promueve el abandono, pues existe la opción de renunciar en cada momento. El ejército siempre trata de aumentar el número de soldados que entran en las pruebas de admisión de los Navy SEALs, pero no importa cuanta gente se presente a este proceso, el 85% no lo supera”.
Para O’Neill es claro que el principal motivo por el cual el sistema funciona es que cada uno de los instructores es un Navy SEAL y ha pasado por el mismo entrenamiento, que describe como “algo no imposible, pero si muy difícil, seguido de algo más difícil aún, a lo que inmediatamente después le sigue algo todavía más duro, día tras día, durante 8 meses”. Sin embargo, no recomienda enfrentarse a un desafío con esa mentalidad, siendo la clave para conseguir una meta a largo plazo concentrarse en las pequeñas victorias. Así, durante meses, siguió los consejos de su primer instructor: “Sólo piensa en levantarte a tiempo, hacer la cama correctamente, cepillarte los dientes y llegar a tiempo al entrenamiento de las 5 mañana. Después, sólo preocúpate de llegar al desayuno, después de llegar a la hora de la comida y más tarde de llegar a la cena. Tras la cena, sólo preocúpate de llegar a una cama perfectamente hecha. Si la cama está correctamente hecha, no importa cómo de malo haya sido el día, sólo pensarás en el día siguiente. Y cuando pienses en abandonar, algo que pasará por tu cabeza, piensa no voy a abandonar ahora, abandonaré mañana. Lo único que pido es que, pase lo que pase, nunca abandones y todo irá bien”.
Otra importante lección que los Navy SEALs aprenden a base de simular distintas situaciones extremas, es que el pánico no les va ayudar, por lo que a base de refuerzo negativo se entrenan en mantener la calma. “En la vida, todo el estrés que experimentamos está en nuestra cabeza, es autoinducido. Es una elección que hacemos, es una carga que elegimos llevar. En combate, la valentía no es la ausencia de miedo, es la habilidad de reconocer el miedo, dejarlo a un lado, y actuar. Nunca nadie ha conseguido algo positivo entrando en pánico. El miedo es natural, hace que pienses con una mayor claridad, pero hay una línea que no se debe traspasar, pues el pánico es contagioso. En cambio, si se transmite calma, ésta se extenderá en el equipo”.
Una vez consiguió formar parte de este cuerpo de élite del ejército, recorrió varios destinos alrededor del mundo hasta que tuvieron lugar los atentados del 11 de septiembre en Nueva York. Entonces, todo cambió. Decidió enrolarse en una unidad especial dentro de los Navy SEALs, en la que tendría que pasar otros 9 meses en un exhaustivo entrenamiento, esta vez compitiendo contra otros experimentados Navy SEALs, sabiendo que el 50% de los participantes no consigue superarlo.
Entonces comenzaron las misiones secretas, las verdaderamente peligrosas, aquellas en las que pasaba de ser un soldado a no existir y tener que comunicarse con direcciones falsas de email para poder hablar con sus hijos cuando entraba en combate.
Llegado a ese nivel, O´Neill destaca la necesidad de pasar de las tácticas aprendidas a las tácticas inventadas, de ser creativo, de saber qué es lo que el oponente está haciendo. Es en ese momento que se cuestiona la utilidad de la microgestión, pues cada miembro del equipo debe saber cómo realizar su tarea. Esto se consigue a base de entrenamiento, ajuste en las tácticas y aprendiendo el mejor modo de comunicar con efectividad.
La misión que acabó con la vida de Osama Bin Laden
La misión pudo llevarse a cabo a partir de la labor realizada por un increíble equipo de inteligencia, liderado por cuatro mujeres, que después de años de búsqueda consiguió localizar a Bin Laden en Pakistán. O´Neill desvela que el presidente Obama no estaba convencido de que ese fuera el paradero de Bin Laden y que la misión fue puesta en marcha inicialmente para comprobar las informaciones y regresar.
Uno de los momentos de mayor tensión que recuerda de este operativo fueron los 90 minutos de vuelo desde la base en Afganistán al escondite de Bin Laden, en los que podían haber sido alcanzados en cualquier momento por invadir el espacio aéreo del país.
“Noventa minutos en los que la cabeza no para de pensar: todo puede explotar ahora. Preocuparse de cosas sobre las que no se tiene control sólo añade presión. Entonces, ¿qué haces? En ese momento comencé a contar de 0 a 1.000 y después a la inversa, de 1.000 a 0, para mantener mi cabeza sin distracciones, acelerando o desacelerando la cuenta, sólo para no pensar”.
Una vez llegaron al destino, uno de los helicópteros cayó sin dejar víctimas y el resto de soldados entró en la casa señalada como el escondite de Bin Laden. Pudo ver los primeros pasos del operativo en primera línea, el resto del equipo se dispersó para revisar las habitaciones. En el último tramo de escaleras, percibe un movimiento detrás de unas cortinas que intuye pudieran ser la última barrera de protección de Osama Bin Laden, esperando encontrar terroristas suicidas con chalecos de explosivos. “En ese momento recuerdo pensar que no era una cuestión de valentía, sino el cansancio de pensar que podía explotar en cualquier momento. Moví la cortina, y ahí le encontré. Enfrente de mi estaba Osama Bin Laden, tan alto como esperaba, algo más delgado, con una barba algo más gris”.
O´Neill disparó dos veces y por unos segundos se paralizó, después entraron más oficiales en el cuarto, que le preguntan si se encuentra bien. Entonces O´Neill pregunta cuál es el siguiente paso, a lo que le responden “ir por los sistemas informáticos, lo hemos ensayado mil veces”.
En el vuelo de vuelta, otros noventa minutos de tensión en los que nadie habla hasta la llegada a Afganistán, momento en el que el piloto bromea con que probablemente sea la única vez que celebren encontrarse en este país.
Para finalizar, O´Neill recomienda a los asistentes: “La próxima vez que se sientan desbordados por el estrés del trabajo, que nada funciona como debería funcionar, o estén en casa y sientan que el cielo les cae sobre la cabeza, respiren profundo y piensen en todas aquellas personas que se encuentran luchando, defendiéndonos y preservando la libertad. Esfuércese más, no abandone y saldrá adelante”.