Una posible huelga del sector del automóvil en Estados Unidos tiene importantes implicaciones para la economía, los beneficios y la inflación, explica Joseph V. Amato, Presidente y Director de Inversiones – Renta Variable de Neuberger Berman, en una nota semanal a los inversores.
“Recientemente, se han seguido muy de cerca el movimiento al alza de los tipos de interés, la resistencia económica y los beneficios del segundo trimestre. Sin embargo, hay una cuestión que puede estar recibiendo poca atención por parte de los inversores y es el posible impacto de una huelga automovilística en Estados Unidos”, señala Amato.
La semana pasada, los miembros del sindicato United Auto Workers (UAW) votaron para autorizar a sus líderes a convocar una huelga contra los «3 Grandes» fabricantes de automóviles: Ford, General Motors y Stellantis (propietaria de las marcas Chrysler y Jeep). Cabe mencionar que esta sería una acción combinada sin precedentes, pues hasta ahora se habían dirigido solo a una de las tres. Lo mismo vale para las demandas del sindicato, que pide aumentos salariales de dos dígitos y un sinnúmero de cambios en las retribuciones y prestaciones, que están provocando el rechazo de las empresas.
Los sindicatos toman el control
Este ya ha sido un año de elevada actividad laboral. De enero a julio, se produjeron 214 huelgas en Estados Unidos que involucraron a 325.000 trabajadores, frente a 130 huelgas y 28.000 trabajadores y 223 huelgas y 76.000 trabajadores en el mismo periodo de 2021 y 2022, respectivamente, según el Rastreador de Acción Laboral Cornell-ILR (Cornell-ILR Labor Action Tracker). La última huelga automovilística se produjo en 2019, duró seis semanas y su objetivo fue General Motors. También cabe destacar que incluso donde no ha habido huelgas, hemos visto que las empresas han hecho concesiones significativas a los trabajadores.
La semana pasada, los trabajadores de UPS ratificaron un nuevo contrato que prevé aumentos salariales acumulativos de aproximadamente el 22 % en los próximos años. Asimismo, los pilotos de American Airlines han recibido un aumento inmediato del 21 % en sus retribuciones o de aproximadamente el 45 % en los próximos cuatro años, que sigue a acuerdos similares en otras compañías aéreas. En diciembre, el presidente Biden obligó a los trabajadores ferroviarios a aceptar un contrato que no incluía el aumento de los días de baja por enfermedad pagados. Sin embargo, dicho acuerdo conllevaba subidas salariales de alrededor del 24 % durante la vigencia del contrato.
¿Qué hay detrás de estas tendencias? El motivo más obvio es la falta de mano de obra disponible, con unos 10 millones de puestos vacantes en Estados Unidos, a pesar de una tasa de desempleo de solo el 3,5 %, un desajuste que ha aumentado el poder sindical. Otro aspecto clave es la elevada inflación, ya que el coste de la gasolina, los alimentos, los coches y otros bienes necesarios ha impulsado a los trabajadores.
Además, los grandes beneficios que han obtenido muchas empresas en los últimos años han intensificado las afirmaciones de que los empresarios se han beneficiado a costa de los trabajadores. Por ejemplo, los «3 Grandes», aumentaron sus beneficios operativos (antes de intereses e impuestos) de 18.600 millones de dólares en 2019 a 47.300 millones en los últimos 12 meses.
Por otro lado, para los directivos, la preocupación con respecto a las cadenas de suministro también es evidente. Como ya es sabido, durante el COVID-19 y los meses que siguieron a la pandemia, era difícil entregar los productos a tiempo, con los consiguientes daños para las marcas y la cuota de mercado debidos a las interrupciones. Con la vuelta a la normalidad, las empresas prefieren no complicar las cosas y hacer grandes concesiones salariales a enfrentarse a nuevas interrupciones de las actividades. Teniendo en cuenta la tendencia general a una inflación elevada (aunque decreciente), puede que estas empresas piensen que tienen la posibilidad de transferir esos costes a los consumidores.
Pasemos ahora a la situación específica en el sector automovilístico
La inminente huelga del sector del automóvil puede indicar hasta qué punto el péndulo se ha inclinado hacia los trabajadores. Con el contrato vigente a punto de expirar el 14 de septiembre, las partes parecen tener posiciones muy distanciadas.
Las demandas del sindicato UAW incluyen un aumento salarial del 46 % en cuatro años, la conversión de los trabajadores temporales y suplementarios a jornada completa y el restablecimiento de los ajustes por el coste de la vida. Los costes laborales totales por trabajador pasarían de 65 $/hora a más de 100 $. En Tesla, ese coste es de unos 45 $/hora, y en los fabricantes de automóviles japoneses, de 55 $/hora. Ciertas exigencias podrían suponer un reto para las empresas, como una semana laboral de cuatro días, el restablecimiento de un plan de pensiones de prestaciones definidas y la creación de un programa de «protección a la familia trabajadora» que obligaría a las empresas a pagar a los trabajadores despedidos para que hagan trabajos de servicio comunitario.
Ahora bien, es probable que, dados sus balances y beneficios relativamente sólidos, los fabricantes de automóviles puedan absorber los aumentos salariales. Sin embargo, temen que los cambios más amplios los pongan en desventaja ante competidores mundiales y sin asociaciones sindicales en un momento en que están acelerando su transición a los vehículos eléctricos. Esta situación también afecta de cierta manera al sindicato, ya que para fabricar coches con batería se necesitan menos trabajadores (estimamos que un 30 % menos) que para los coches y camiones tradicionales.
Tácticamente, las negociaciones actuales tienen un aspecto diferente con respecto al pasado. En lugar de mantener las conversaciones en privado, el presidente del sindicato UAW, Shawn Fain, ha empezado a publicar actualizaciones en las redes sociales. Y lo que es más importante, el sindicato ha señalado una posible huelga contra los tres fabricantes de automóviles, en lugar de dirigirse a uno solo, lo que aumenta las posibles consecuencias para las empresas, pero también conlleva el riesgo adicional de agotar los fondos de emergencia del sindicato. El UAW dispone actualmente de un fondo de huelga de 825 millones de dólares. Esto podría comportar una duración de la huelga de unas 11 semanas si se ataca a los tres fabricantes de automóviles.
Impactos más amplios
Aunque solo alrededor del 10 % de los trabajadores estadounidenses pertenecen a sindicatos, el resultado de las negociaciones en Detroit y en otros lugares podría tener repercusiones en la economía en general. No solo porque podría causar alteraciones en caso de huelga, sino también porque contribuiría a aumentar las estructuras de costes y las expectativas en caso de mejoras salariales desmesuradas. Por consiguiente, el impacto psicológico podría tener un impacto tanto en los sindicatos, como en los trabajadores no sindicalizados y en las clases dirigentes.
En términos de resultados empresariales, el movimiento de los salarios afectará de manera natural a los márgenes de beneficios, especialmente si las empresas encuentran una mayor resistencia a las subidas de precios por parte de los clientes. Mientras que, a nivel macroeconómico, los elevados costes laborales podrían dificultar el objetivo de la Reserva Federal de un aterrizaje suave. Si el crecimiento salarial se mantiene fuerte, el banco central podría tener menos margen de maniobra para limitar nuevas subidas de tipos destinadas a evitar la temida espiral salarios/precios.
Los mercados han tendido a no prestar atención a las interrupciones temporales del trabajo, ya que la producción se reanuda y se actualiza, aunque no se recuperen las ventas perdidas con respecto a los competidores no afectados por las huelgas. A nuestro juicio, la cuestión más importante es el impacto de las subidas salariales en la inflación. La inflación ha tendido a la baja desde el máximo alcanzado en el verano de 2022, pero cualquier variable que invierta esa tendencia podría tener graves implicaciones para la política de tipos y la posibilidad de un aterrizaje suave. Este otoño, la industria automovilística será un importante indicador líder de la trayectoria futura de la inflación.