El mercado de inversión de impacto a nivel global alcanzó 1,2 billones de dólares de activos bajo manejo a diciembre 2021, según las estimaciones del Global Impact Investing Network (GIIN), lo que implica un crecimiento del 63% versus 2019, y más del doble versus 2018. Sin embargo, este número sigue siendo bajo para financiar el gap de 4,2 billones de dólares necesarios para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en 2030.
Primero que nada me gustaría contextualizar un poco dónde nos ubicamos. Las inversiones de impacto y las inversiones sostenibles no son exactamente lo mismo. Ambos conceptos caen bajo el mismo paraguas del término inversión responsable, pero tienen algunas diferencias.
La inversión sostenible adopta prácticas que pueden ser mínimas comunes o de siguiente nivel en el proceso de inversión, que pueden ser usadas a su vez para mitigar riesgos e identificar oportunidades de crecimiento. Por otro lado, la inversión de impacto tiene como objetivo generar un impacto social y/o ambiental positivo y medible junto a la generación de rentabilidad. Puesto de una manera más simple, la diferencia principal esta en dónde pongo a la rentabilidad primero como inversor.
De todas maneras, ambas generan beneficios para el desarrollo del bienestar humano y la medida financiera de ese beneficio es lo que se denomina servicios ambientales o ecosistémicos. Es importante destacar que tanto la inversión de impacto como la sostenible tienen un horizonte de inversión de largo plazo. La única forma real de probar que la generación de rentabilidad sea sostenible o que el impacto de mi inversión haya sido positivo para el medioambiente y la sociedad es luego de un periodo largo de tiempo.
¿Ahora, cuáles son estos servicios? Los servicios ecosistémicos o ambientales se dividen en 4 grupos: abastecimiento, de regulación, culturales y de apoyo.
Abastecimiento: los beneficios materiales que las personas obtienen de los ecosistemas. Por ejemplo, el suministro de alimentos, agua, fibras, madera y recursos medicinales.
De regulación: los beneficios obtenidos de la regulación de los procesos ecosistémicos. Por ejemplo, la regulación de la calidad del aire, del clima y la fertilidad de los suelos, el control de las inundaciones y la polinización de los cultivos.
Culturales: los beneficios inmateriales que las personas obtienen de los ecosistemas. Por ejemplo, la fuente de inspiración para las manifestaciones estéticas y las obras de ingeniería, la recreación a través del ecoturismo, la identidad cultural y el bienestar espiritual.
De apoyo: todos los necesarios para la producción de los demás servicios ecosistémicos. Por ejemplo, ofreciendo espacios en los que viven las plantas y los animales, permitiendo la diversidad de especies y manteniendo la diversidad genética.
Hoy es clara la monetización de los servicios de abastecimiento y lo relacionado con la regulación del clima y calidad del aire a través de los bonos de carbono. Para el resto no existe aún una valuación explícita o un mercado que permita la monetización.
Dudas de los inversores y tasas de retorno
Una de las dudas más importantes en las inversiones de impacto y sostenibles es si existe una concesión en la tasa de retorno, es decir, si el retorno esperado va a ser menor a las tasas de mercado por tener el factor “verde”. Esto debido a que los retornos se componen principalmente por servicios ambientales. Eso nos lleva a preguntarnos si todos esos servicios son rentables. Me gustaría introducirlos entonces a Bosques del Uruguay, un claro ejemplo de ello.
Bosques del Uruguay -o como le decimos “BDUs”-, son 4 fideicomisos financieros forestales que fueron creados en 2011, 2015, 2016 y 2019, compuestos por 81.000ha de bosques, por un monto total de 640 millones de dólares. Su objetivo es principalmente la producción de madera para aserrío en forma sostenible.
Hoy el conjunto de estos fondos está rentando una tasa en dólares nominales en torno al 8%, lo cual está muy en línea con retornos globales de la industria forestal y del sector de activos reales. Considerando esto, es posible afirmar que no existe tal concesión. Es más, los servicios ambientales pueden significar hasta 1,5% en las TIR de hoy.
En cuanto a los servicios ambientales de los BDUs, la primer contribución de los ecosistemas fue a través del crecimiento de los árboles, con lo cual el primer servicio ambiental comercializado fue la madera. En ese entonces, no se entendía como servicio ambiental, sino como simplemente materia prima o recurso natural.
A medida que los mercados se fueron desarrollando, se agregaron los bonos de carbono y en cierta medida la biodiversidad y el apoyo a las comunidades, pero atadas al secuestro de carbono. Cuando se creó BDU 1, el mercado de bonos de carbono implicaba un importante nivel de riesgo, dada su poca profundidad e incertidumbre, pero AF entendió en su momento el rol crucial de los árboles para el secuestro de carbono y su valor potencial futuro, registrando así el proyecto ante el estándar internacional.
Cada uno de estos servicios tiene un estándar internacional que certifica que la generación haya sido responsable y sostenible a través de la adopción de buenas prácticas ASG.
Para la madera existe el FSC (Forest Stewardship Council), que para nosotros al principio era un costo cuyo impacto no teníamos muy claro, pero hoy permite acceso a mercados de más valor. Para los bonos de carbono existe VERRA a través de sus certificaciones VCS y CCB. CCB de cierta medida monetiza la conservación de la biodiversidad y el desarrollo de las comunidades, pero, como les mencioné anteriormente, está atado al secuestro de carbono.
Actualmente, se están desarrollando a nivel internacional metodologías para valuar otros servicios ambientales en temas de biodiversidad y el cuidado del medio ambiente. Esto sería un upside importante para el rendimiento de estos fondos y las inversiones de impacto.
Bosques del Uruguay es una inversión sostenible, pero no dista de ser una inversión de impacto. Los bosques brindan una solución a uno de los desafíos mas apremiantes del mundo, que es el cambio climático, cumpliendo un rol muy importante en la mitigación y adaptación al clima. Las inversiones de impacto son soluciones.
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Columna de Verónica Ayzaguer, Fund Manager en AF, Director Extractive Industries en EMERGING MARKETS INVESTOR ALLIANCE, ESG