Normalmente, las finanzas conductuales analizan el efecto que tienen los sentimientos sobre los inversores a la hora de invertir, pero ¿qué hay de los asesores financieros? Esta figura, cada vez más relevante en la industria, también podría estar sujeta a sus propias interpretaciones y, sobre todo, a su percepción del inversor.
Esto es lo que ha intentado analizar el último estudio de Oxford Risk, en el que ha pedido a un grupo de asesores financieros que hicieran recomendaciones a clientes imaginarios para ver si coincidían sus criterios. El resultado ha sido que “las evaluaciones de tolerancia al riesgo de los inversores daban lugar a interpretaciones muy diferentes, lo que repercutía enormemente en las recomendaciones a los clientes”, señala el informe en sus conclusiones. Visto con un ejemplo práctico del propio estudio, estas “interpretaciones muy diferentes” se refiere a que un asesor recomendó un nivel «muy bajo» de riesgo para un cliente imaginario, mientras que otro recomendó un «nivel muy alto” partiendo de la misma información.
Es decir, el informe concluye que los asesores emitieron «juicios notablemente diferentes» sobre el nivel de riesgo de inversión adecuado para los clientes con la misma información hipotética, y las asignaciones de activos fueron «dispersas». Según explican desde Oxford Riks, incluso en los casos en los que los asesores coincidían en los niveles de riesgo adecuados, no estaban de acuerdo en el tipo de cartera que debían recomendar a los clientes.
El análisis de los resultados del estudio, realizado en colaboración con la empresa sudafricana Momentum Investments y el organismo profesional sudafricano The Financial Planning Institute, advierte que, en ocasiones, las recomendaciones «estaban más cerca de ser totalmente aleatorias que de ser totalmente coherentes».
Frente a este reto de hacer más eficiente el trabajo de los asesores financieros, Oxford Risk propone un mayor uso de la tecnología y de los algoritmos para ayudar a los asesores a ofrecer un apoyo más coherente a sus clientes, y evitar problemas en la evaluación de la tolerancia al riesgo y la asignación de activos. Afirma que el remedio más eficaz para anular el ruido de mercado es emplear programas informáticos para orientar las decisiones, de modo que sean más coherentes. En su opinión, apoyarse en el uso de la tecnología permitiría establecer un marco específico para la medición de la tolerancia al riesgo, la capacidad de riesgo y otros factores relevantes.
“Al igual que el Sistema de Revisión de Decisiones (DRS) utilizado en el cricket o el Oficial de Partido por Televisión (TMO) en el rugby, la tecnología puede emplearse para aumentar en gran medida la consistencia y la precisión. Pero al final, cuando los márgenes son extremadamente estrechos, debe ser el árbitro quien decida. Lo mismo debería ocurrir en el mundo del asesoramiento de inversiones”, apunta Greg B. Davies, director de Behavioural Finance, de Oxford Risk.
El informe detecta algunas características del asesoramiento en función del perfil del asesor. Por ejemplo aquellos asesores que tenían estudios universitarios realizaban evaluaciones de riesgo más bajas que la media, mientras que los asesores casados eran menos arriesgados que los solteros y los que cobraban un sueldo hacían recomendaciones de mayor riesgo que los que dependían de un sistema de honorarios o tarifas.
“Identificar el ruido no consiste en erradicar las incoherencias. Se trata de erradicar las injustificables y evidenciar las justificables”, concluye Greg B Davies.