Aunque las ventas masivas que sufrieron los mercados en todo el mundo en el mes de marzo parecieron indiscriminadas, según estudio de Fidelity, las empresas que reciben las puntuaciones más altas en su sistema propio de calificaciones ESG batieron en los mercados de renta variable y renta fija a las que reciben puntuaciones inferiores. Dicho estudio cubre un periodo muy corto, pero los factores medioambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG) siguen siendo cruciales para las empresas que intentan sobrevivir a esta crisis.
Desde Fidelity esperan que no solo los inversores, sino la sociedad en general, empujen a las empresas a tener en cuenta el bienestar de sus empleados, de las poblaciones que las acogen y de sus proveedores por encima de los beneficios a corto plazo, en un esfuerzo general por garantizar la sostenibilidad y capacidad de adaptación a largo plazo de sus negocios.
“El aspecto positivo de esta desafortunada crisis es que el interés de la sociedad por la sostenibilidad está a punto de aumentar exponencialmente», comenta Ned Salter, responsable de análisis global de Renta Variable. «No solo en relación con el cambio climático o la reducción de la pobreza, sino también con la forma en que las empresas tratan a sus partes interesadas y, en especial, a sus propios empleados”, añade.
Las empresas con mayores calificaciones ESG se comportaron mejor durante el desplome de los mercados
Según relatan desde la entidad, la dimensión ESG forma parte integrante de su enfoque de inversión ascendente. “Del mismo modo que calificamos títulos atendiendo a indicadores financieros, también lo hacemos atendiendo a variables ESG. Usamos un sistema de calificaciones ESG prospectivo que evalúa a las empresas de la A a la E, siendo A la mejor calificación y E la peor”, explican.
Ajustándolo por la dinámica de los mercados, su análisis del derrumbe de marzo reveló que, de las 2.600 empresas que examinaron, las que tenían mejores calificaciones ESG registraron un mejor comportamiento relativo que las que tenían inferiores calificaciones. Así pues, las empresas con calificación A superaron a las de B, que a su vez superaron a las de C, etc. En renta variable, el diferencial de rentabilidad entre las empresas con la calificación más alta y más baja fue de alrededor de 10 puntos porcentuales, mientras que en deuda corporativa la diferencia bruta en los diferenciales rondó los 300 puntos básicos.
“Las empresas que adoptaron un planteamiento más activo, que mantuvieron un diálogo más intenso y que mostraron capacidad de adaptación lo notaron en su comportamiento en los mercados, y eso provocó que la dispersión de las rentabilidades entre las calificaciones A y E fuera considerable”, apunta Andrew McCaffery, director global de sistemas de información. “Eso nos permitió tener la confianza y la tranquilidad de que el enfoque que hemos adoptado está creando valor”.
Mientras que las calificaciones de los bonos en el estudio se ajustaron por la beta (o nivel de riesgo), en las calificaciones de la renta variable intervino un elemento de calidad. Así, un porcentaje de los valores con calificación A se correspondía con algunas de las empresas de mayor calidad en las carteras. “Sin embargo, nuestro enfoque ascendente va más allá de la “calidad” como factor de estilo y evalúa a las empresas de forma integral, lo que significa que las de mayores calificaciones deberían sobresalir a largo plazo, no solo cuando la calidad como estilo está en boga”, explican desde la entidad.
La dispersión persiste cuando los mercados se recuperan, pero el sector energético es una anomalía
Aunque la mayoría de los sectores mostró una sólida regresión lineal en su evolución desde las empresas mejor calificadas hasta las peor calificadas, en un sector (energía) las empresas de peor calidad sí registraron un mejor comportamiento relativo durante la oleada de ventas. Según aclaran, esto se debió a varios factores, como por ejemplo que algunas empresas tuvieran más o menos exposición al precio del petróleo cuando la crisis en la oferta del mismo golpeó al mismo tiempo que la crisis de demanda provocada por el COVID-19, pero la relación lineal entre las calificaciones se mantuvo cuando los mercados repuntaron tras la espectacular intervención de los bancos centrales, aunque no de forma tan clara como en el movimiento de caída. “Eso pone de relieve el mayor problema al que se enfrentan los gestores de activos en este momento clave de la adopción de la inversión sostenible”, añaden.
“Tenemos que instar a los gestores de fondos a que luchen contra el pensamiento reflejo de que ‘lo barato’ es lo suficientemente bueno para hacerse un hueco en la cartera de un cliente. La valoración siempre va a tener algo que ver a la hora de generar rentabilidades para nuestros clientes, pero aunque estamos cerca del punto bajo del mercado, necesitamos pensar cuidadosamente en la calidad y una visión integral de 360 grados sobre las partes interesadas de las empresas, ya que no solo los propietarios de activos, los reguladores y las gestoras de activos van a demandar que se preste atención a la sostenibilidad; la sociedad también lo demandará”, explica Salter.
Desde Fidelity creen que el mejor comportamiento relativo ligado a la dimensión ESG durante la crisis también podría animar a más equipos directivos a considerar estos factores, y a más inversores a canalizar capitales hacia empresas con mayor capacidad de adaptación. De hecho, según apuntan, la sostenibilidad sigue siendo una de las grandes prioridades de muchas de las empresas con las que tratan. “Desde mediados de marzo, nuestros gestores de fondos y analistas han celebrado alrededor de 1.400 reuniones con empresas. A pesar de las perturbaciones provocadas por el brote de coronavirus, la responsabilidad social y el trato a los empleados aparecen frecuentemente. Muchas empresas reconocen que, si no se cuida a los empleados hoy, su negocio puede que no exista mañana”, explican.
Una mayor atención a las cadenas de suministro podría mejorar el bienestar de los empleados
Los expertos aseguran que, incluso antes de la crisis, la gestión de las cadenas de suministro había sido una temática ESG de primer orden para Fidelity. “El retroceso de la globalización y el conflicto comercial entre EE.UU. y China ya habían empezado a alterar las cadenas de suministro internacionales. Ahora la pandemia ha sacado a la luz sus vulnerabilidades y las ha colocado en un lugar destacado de las agencias de seguridad nacional”, apuntan.
“Los consumidores y los gobiernos se preocupan más por la procedencia de los productos, así que esperamos un mayor énfasis en la “S” de ESG durante los próximos años, principalmente en relación con el bienestar de los empleados. Las empresas ya no podrán hacer arbitraje con las disparidades salariales en el mundo y tendrán que respetar normas locales a medida que las cadenas de suministro se acorten y aumenten las restricciones fronterizas”, explican. “Dado que, a menudo, el capital humano se convierte en algo más valioso después de una pandemia, los salarios podrían subir cuando hayamos pasado lo peor del choque deflacionista, lo que podría terminar dando lugar a aumentos de los precios”.
“Es probable que se acentúen las presiones al alza en los precios y la proporción de capital destinado a los trabajadores y la actividad humana aumentará, aunque llevará tiempo. Los acontecimientos se han sucedido con gran rapidez durante las últimas semanas, pero los efectos tardarán en materializarse meses y años”, apunta McCaffery.
Ganadores y perdedores del nuevo paradigma
A medida que la crisis avanza, para los expertos cada vez resulta más evidente qué sectores y empresas probablemente se conviertan en ganadores y cuáles en perdedores en el mundo posterior al COVID. “El ganador más obvio, dado que tantas personas están trabajando desde casa, es el sector tecnológico. Y los perdedores serán aquellas empresas zombis que ahora tendrán dificultades para acceder a la financiación”, apuntan. Por otro lado, consideran que los que se encuentran en medio resultan más difíciles de evaluar y su supervivencia dependerá de lo rápido que puedan reorientar sus modelos de negocio hacia nuevos patrones de comportamiento, del grado de apoyo de las administraciones públicas y de la pendiente que presente la recuperación en los diferentes países.
Métodos de financiación innovadores para preservar la solvencia
Para los expertos, la enorme escala de la intervención de los gobiernos probablemente traiga consigo nuevas formas de financiación. Las medidas tomadas hasta el momento se han dirigido fundamentalmente a paliar la crisis de liquidez y consideran que ahora deben centrarse en preservar la solvencia. “Esperamos una mayor interacción con los inversores particulares, por ejemplo en Italia, donde los inversores están acostumbrados a comprar deuda pública, pero ahora se les podría animar a comprar acciones, o en el Reino Unido, donde el gobierno podría tratar de ampliar la inversión en acciones en todo el país mediante acciones con descuento a medida que las empresas vayan dejando atrás unos niveles elevados de apoyo y titularidad públicos”, aclaran.
Por ahora, indican que las iniciativas regionales como los “coronabonos” europeos no se contemplan, pero los países con monedas que cotizan libremente seguirán emitiendo bonos con tipos muy bajos. “Sin embargo, incluso evitar una insolvencia generalizada del sector empresarial mediante fuertes intervenciones podría repercutir en el riesgo país. Por lo tanto, la sostenibilidad y el diálogo con la sociedad seguirán siendo elementos imprescindibles para los estados y las empresas con el fin de salir de esta crisis. Ya no es que “esté bien hacerlo”, necesitan hacerlo”, concluyen.