Un nuevo estudio europeo de Oxford Risk revela que más del 73% de los gestores creen que la toma de decisiones emocionales les cuesta a los inversores una parte de la rentabilidad de sus inversiones. El estudio, realizado con gestores de patrimonios de toda Europa que gestionan activos por valor de unos 327.000 millones de euros, reveló que casi dos tercios (63%) creen que la toma de decisiones emocionales cuesta al inversor medio más de 100 puntos básicos de patrimonio invertible cada año. Alrededor del 15% cree que el coste supera los 200 puntos básicos anuales.
De los gestores de patrimonios encuestados en el Reino Unido, Francia, Italia, España e Irlanda, el 65% afirmó que sus clientes toman con frecuencia decisiones de inversión basadas en sus emociones, frente a sólo el 11% cuyos clientes no lo hacen. Uno de cada cuatro (25%) se mostró neutral al respecto.
Preocupantemente, dado el enorme impacto financiero que la toma de decisiones emocionales puede tener en las inversiones de los clientes, sólo tres cuartas partes (75%) de los gestores de encuestados consideran que una de sus funciones clave es ayudar a sus clientes a gestionar sus emociones a la hora de tomar decisiones de inversión. El 3% no cree que esto forme parte de su función, y el 21% se muestra neutral sobre si lo es o no.
Además, desde Oxford Risk afirman que muchos gestores y asesores financieros no están debidamente equipados para ayudar a los clientes a gestionar las emociones que han generado los últimos acontecimientos -el impacto del COVID-19, el aumento de la inflación y los altos niveles de volatilidad-, los cuales ha repercutido en sus inversiones.
«Los recientes acontecimientos mundiales afectan a todos los inversores y sabemos que en tiempos de crisis afloran comportamientos y ansiedades comunes. Es probable que los inversores se centren demasiado en el presente y en los detalles, y a pesar de su buen juicio muchos se sienten obligados a hacer algo. A menudo, ese «algo» les lleva a invertir poco, a vender poco o a reducir la diversificación, y, como muestra nuestro nuevo estudio, puede costarles muy caro», reflexiona Greg B Davies, PhD, director de Behavioural Finance en Oxford Risk.
«Gestionar al inversor es tan importante, o más, que gestionar las propias inversiones. Una estrategia de gestión de carteras cuidadosamente elaborada puede deshacerse muy rápidamente si los rasgos de comportamiento provocan acciones equivocadas. Es vital que los gestores de patrimonios no sólo comprendan esto y su importante papel para lograrlo, sino que estén equipados con las herramientas adecuadas para hacerlo eficazmente», añade.
Las herramientas conductuales de Oxford Risk evalúan la personalidad y las preferencias financieras, así como los cambios en la situación financiera de los inversores y, complementadas con otra información conductual y datos demográficos, construyen un perfil completo. Los tests de personalidad financiera de Oxford Risk pueden medir hasta 20 dimensiones distintas, de las cuales seis reflejan las preferencias por la inversión ASG.
Oxford Risk considera que la mejor solución de inversión para cada inversor debe basarse en medidas estables y precisas de tolerancia al riesgo. La elaboración de perfiles de comportamiento ofrece entonces a los inversores la oportunidad de conocer sus propias actitudes, emociones y prejuicios, ayudándoles a prepararse para la ansiedad que probablemente surgirá. Debe utilizarse para ayudar a los inversores a controlar sus emociones, no para definir el riesgo adecuado de la propia cartera.