Tienen recursos ilimitados, son colosales y, en apariencia, imparables. No obstante, las empresas superestrella están sujetas a las leyes de la evolución y solo sobreviven las más fuertes, destaca BNP Paribas AM en un artículo publicado con motivo de su campaña Investigator Series.
He aquí una lección para los inversores del siglo XXI de mano de un botánico del XIX: ‘A medida que en el transcurso del tiempo se forman por selección natural especies nuevas, otras se irán haciendo más y más raras, y, por último, se extinguirán. Las especies que están en competencia más inmediata con las que experimentan modificación y perfeccionamiento sufrirán, naturalmente, más’.
Esto escribió Charles Darwin en “El origen de las especies”, donde postulaba la extinción de las especies que no conseguían adaptarse y caían presas de depredadores más avanzados. Para la gestora, los paralelismos con la dinámica de las superestrellas son “sorprendentes”.
“Las empresas superestrella de nuestra época afrontan las mismas perspectivas: por muy grandes, exitosas e ingeniosas que sean, siempre habrá otra más joven, más apta, más ágil y más voraz, deseosa de ocupar su lugar. Este es el darwinismo económico, la nueva ley de la selva, en la que solo sobreviven quienes son verdaderamente capaces de adaptarse”, asegura.
A su juicio, este mundo puede ser “brutal y despiadado”. Un ejemplo de ello es que, en el 2000, los fabricantes de móviles con más ventas eran Nokia, Motorola y Blackberry. Sin embargo, menos de veinte años después, Nokia casi no logra hacerse un sitio entre las diez primeras, tras haberle vendido a Microsoft su división de móviles en 2014, con lo que “se perdió el despegue del mercado de smartphones”. Mientras, las otras dos ni siquiera aparecen ya en las principales clasificaciones.
“Hasta las compañías que a primera vista parecen estar en la vanguardia de la tecnología pueden verse relegadas nuevamente al pelotón si no consiguen innovar”, advierte BNP Paribas AM.
Adaptarse o caer en el olvido
Según McKinsey, casi la mitad de las empresas superestrella caen del decil superior en cada ciclo económico, y la caída puede ser rápida. Uno de los éxitos corporativos de la década de los noventa fue Blockbuster Video, que en su momento llegó a tener más de 9.000 tiendas. Ahora solo cuenta con una; y el ciclo continúa: Netflix, su sucesora en este mercado, es la compañía más grande del mundo de emisión en continuo (streaming) de películas y ocio.
No obstante, según la gestora, deberá librar una dura batalla en los próximos años a medida que competidores bien financiados “asedian su territorio”. Su supervivencia, por ende, dependerá de su capacidad para evolucionar.
El impacto de la tecnología
Siempre ha habido altibajos en la suerte que corren las empresas, pero la revolución digital ha acelerado este fenómeno de manera espectacular. A través de internet y de los smartphones, los consumidores pueden buscar en el mercado, investigar precios y comparar marcas en cuestión de segundos. “Solo sobreviven a este escrutinio los mejores productos y servicios de su clase”.
Para BNP Paribas AM, esto ha jugado a favor de las empresas superestrella, que cuentan con el dinero y los recursos necesarios para realizar fuertes inversiones en investigación y desarrollo (I+D) y desarrollar productos baratos de producir incluso cuando la demanda es elevada. “Pocos pueden competir con ellas, debido a su capacidad para eliminar a cualquier rival menos aventajado”, destaca.
Cuando el cazador se convierte en presa
De forma verdaderamente darwinista, “los disruptores son susceptibles de convertirse en disrumpidos, sobre todo a manos de otras superestrellas ávidas de cuota de mercado”, advierte la gestora. Por ejemplo, los gigantes tecnológicos estadounidenses empiezan a sufrir una competencia agresiva de las superestrellas asiáticas respaldadas por el Estado, en un giro de los acontecimientos que está teniendo un gran impacto no solo para el comercio mundial, sino también para las relaciones internacionales.
La ciencia de pronosticar a los ganadores y perdedores es peligrosa donde las haya. Tal como advirtió Darwin, “un grano en la balanza puede determinar qué individuos han de vivir y cuáles han de morir, qué variedad o especie ha de aumentar en número de individuos y cuál ha de disminuir o acabar por extinguirse».