En renta fija hay pocos proveedores de fondos que sean artículo 9 por SFDR. Al mismo tiempo, el apetito por parte de los inversores conservadores por fondos de renta fija que incorporen la sostenibilidad a su gestión está creciendo. Un buen ejemplo de esta evolución es la trayectoria que ha seguido en los últimos años Mirova, la filial de Natixis IM especializada en fondos sostenibles y de impacto: hace cuatro años, su patrimonio en fondos de renta fija de impacto era inferior a los 2000 millones de euros; ahora, supera los 5.000 millones. “Es un crecimiento interesante pero no significa nada por sí mismo. Lo interesante es el ritmo al que hemos ido convenciendo a los clientes” explica Bertrand Rocher, co responsable de renta fija en Mirova.
El experto detalla que el proceso que siguen en Mirova se basa en la explicación detallada de por qué funcional la ESG en un mundo económico y por qué la transición ecológica que estamos viviendo también es una transición económica. “Estamos viviendo un cambio de estructuras económicas; la ESG aporta una forma de poder entender este cambio y adaptarse rápido al mismo”, indica Rocher. Así, el trabajo de los analistas en Mirova consiste en identificar a las compañías que son capaces de adaptarse mejor a un entorno de bajas emisiones de carbono, y como resultado “los riesgos que asumimos son un poco diferentes de los que afronta la media del mercado”, indica el experto.
Rocher explica que ha sido un proceso que ha llevado tiempo, porque al principio los inversores interesados se limitaban a áreas francófonas, y después poco a poco empezaron a incorporarse otros inversores de Reino Unido. Rocher admite que esta labor de evangelización – aunque remarcó en varias ocasiones que Mirova “no es una iglesia”- está siendo un poco más difícil entre inversores españoles e italianos, porque son más bien conservadores y demandan más datos sobre el funcionamiento y los rendimientos generados por la gama de fondos de la firma antes de tomar una decisión. Dicho esto, Rocher considera que el modelo que ha seguido Mirova ha sido el correcto: “Hace diez años, nadie creía que Mirova fuera a tener éxito. Elegir a las compañías o activos que pueden servir en la transición es un trabajo a tiempo completo. Hablar de ESG es fácil, tener resultados financieros positivos haciendo solo ESG es otra cosa”.
Otra de las razones del éxito de la firma ha sido la facilidad para adaptarse a SFDR: “Todos nuestros fondos son artículo 9. Nuestra filosofía ya era cercana a SFDR hace diez años, no nos ha costado adaptarnos porque ya éramos artículo 9 antes de que existiera el artículo 9”, explica el co director de renta fija.
El universo de los bonos verdes se expande
Al igual que Mirova ha ido ganando activos bajo gestión en renta fija de impacto, también se ha expandido el universo en el que buscan oportunidades de inversión, particularmente en el segmento de bonos verdes. Rocher afirma que este universo “está cambiando, antes estaba compuesto principalmente de emisiones de agencias y ‘utilities’ y ahora también vemos emisiones de bancos, aseguradoras, fabricantes de automóviles, compañías industriales…”. La diversificación es tanto por sectores como por países, y ha añadido profundidad al mercado: “Hace cuatro años se hablaba de que los bonos verdes presentaban problemas de liquidez. Ahora que ya no es un problema, se habla de si los bonos verdes presentan una prima respecto a la renta fija tradicional, y tenemos que explicar que esta prima varía según el sector. Dentro de cuatro años se hablará de la integridad de los mercados verdes”, declara Rocher, en referencia a un hallazgo que ha hecho la firma en sus años de trayectoria: muchos bonos verdes realmente no son tan verdes como los pintan los emisores, o dejan de serlo a lo largo de su vida útil. “De los bonos que excluimos en nuestro proceso de inversión, el 60% es porque consideramos que no son realmente verdes o porque no tienen liquidez suficiente. También excluimos los bonos verdes que tienen China como origen porque no creemos que las políticas que aplica el Partido Comunista Chino sean buenas dentro de lo que creemos que debería ser una trayectoria social positiva”, explica Rocher.
Para el experto, una de las grandes virtudes de los bonos verdes reside precisamente en su transparencia, dado que estos instrumentos tienen la obligación de que se incluya en su prospecto con qué fines se va a utilizar la financiación captada. “No consideramos que un bono sea verde, aunque lo anuncie su emisor, hasta que nosotros analizamos ese bono. Puede pasar que un bono verde no lo sea según nuestros términos, por ejemplo porque nuestros analistas consideren que esa emisión no aporta nada a la trayectoria natural de la economía”, explica.
Además, el equipo verifica anualmente que realmente la empresa emisora haya dedicado el dinero captado con el bono verde al proyecto para que lo querían destinar inicialmente, y que no haya cambiado la trayectoria de negocio de la compañía. “Nos ha pasado que hay bonos verdes que al final de su vida ya no son tan verdes porque divergen de la estrategia general de la compañía”, indica Rocher, que pone como ejemplo un caso real de un banco indio que emitió un bono verde y posteriormente anunció que financiaría la extensión de la mayor minera de carbón del mundo.
“Es muy importante que la gestión sea activa para la selección de bonos y para el compromiso (engagement) con las compañías”, añade el experto. Ese compromiso es otro de los ingredientes del proceso de inversión de Mirova: “En Europa, los inversores tienen bastante clara cuál es la definición de ESG con la que trabajamos, pero la percepción es diferente cuando hablamos con inversores de otros países. El trabajo de engagement es muy duro, pero funciona”, concluye.