No solo la irrupción y la competencia cada vez más dura de firmas de gestión y/o asesoramiento robotizado, que también, sino sobre todo la llegada de la normativa europea MiFID II, han situado a la banca comercial y privada ante el reto de digitalizarse. En los últimos meses, muchas entidades financieras han ido anunciado el lanzamiento de sus propias plataformas digitales que, sin llegar a ser roboadvisors en sentido estricto, les permiten adaptarse al nuevo escenario legislativo al tiempo que hacen frente a la amenaza robótica. Uno de los dolores de cabeza que conlleva MiFID II para la banca es cómo venderle a un cliente que llega a una de sus oficinas un fondo de inversión.
Con la nueva norma, si el cliente tiene interés en invertir en este producto debe, o bien pagar de forma explícita por un servicio de asesoramiento o bien, recibir un “valor añadido” por parte de la entidad financiera que, además, le permita seguir cobrando las polémicas retrocesiones si finalmente ese cliente compra uno de sus fondos de inversión.
Ante la creencia de que el inversor medio español (con un patrimonio de hasta 100.000 euros) no querrá o no podrá pagar un asesoramiento independiente, los bancos han optado por ofrecer a sus clientes ese “valor añadido” a través de Internet mediante diferentes iniciativas de robo advisory y/o arquitectura abierta
La tablet, el móvil o el ordenador serán, por lo tanto, la sucursal del inversor español ya que, como explican desde FINREG, “al final los bancos son el jugador principal en nuestro país y es de esperar que reaccionen también ofreciendo todas las posibilidades a sus clientes. Tanto los roboadvisors como las plataformas o supermercados de fondos irán teniendo cada vez un peso mayor en el segmento de banca minorista”.
Pero, ¿hablamos de verdaderos roboadvisors? En sentido estricto, un asesor robotizado realiza al cliente un test online que establece su perfil de riesgo y emite unas recomendaciones de inversión de productos de terceros. El inversor paga por este servicio y compra los productos, o no, en la entidad o plataforma que los comercialice. Lo que están haciendo los bancos es, en realidad, algo diferente. Existe, sí, ese perfil inicial del cliente en base a la información que proporciona, pero la oferta a la que accede es, en la mayoría de los casos, limitada. “Más que roboadvisors, son nuevas plataformas B2C retail con un gran universo de fondos, que promueven tanto los bancos como sociedades independientes”, matizan desde Finametrix.
Por ejemplo, la entidad presidida por Ana Patricia Botín ha anunciado el lanzamiento de Santander Orienta, una plataforma de asesoramiento digital para el cliente minorista que le ayudará a elegir el producto adecuado a su perfil de inversión y que no ofrecerá fondos de inversión de terceros. Es decir, el cliente solo encontrará aquí los fondos de inversión de Santander AM. Por el contrario, BBVA ha optado por el modelo de arquitectura abierta con el lanzamiento de su propio supermercado de fondos de inversión desde el que se podrán contratar productos de otras gestoras, fundamentalmente internacionales. De esta forma, cumple con el requisito de ofrecer un “valor añadido” a los clientes para poder seguir cobrando las retrocesiones.
En 2017 hemos visto, además, el nacimiento de otras iniciativas digitales de la banca. Es el caso de Bankinter con Popcoin o de Andbank con My Investor. En ambos casos, estamos hablando de plataformas digitales que trazan un perfil de inversión al cliente y que le adjudican una cartera de fondos determinada. En Popcoin, el cliente puede invertir entre 100 y 100.000 euros, dispone de un abanico de 140 fondos de inversión, sin incluir ETF y paga una comisión del 0,6%.
En My Investor, existen cinco perfiles asociados a un fondo de fondos y ETFs y las comisiones van desde el 0,65% al 1,35% dependiendo del grado de riesgo del perfil. “La idea era precisamente llevar el expertise de la inversión y la arquitectura abierta de fondos a un segmento más amplio que habitualmente no tiene acceso a las clases institucionales de los mejores gestores del mundo”, explica Gabriela, directora de innovación de My Investor.
¿Cómo lo ven los que llegaron antes?
La banca privada y tradicional llega, sin embargo, casi por obligación al universo robotizado. Les obliga MiFID II, pero también la competencia de un nutrido grupo de firmas nacidas en los últimos años al calor de la crisis y la evolución tecnológica. Una de las primeras en aterrizar fue el roboadvisor Feelcapital y, poco a poco, gestores automatizados como Finizens, Finanbest, Inbestme o Indexa Capital.
Feel Capital determina el perfil de riesgo del cliente a través de un test online de diez preguntas y, en base a esa información, emite unas recomendaciones de inversión personalizadas. Por este servicio, el cliente paga 150 euros al año. “El modelo es como el de los médicos del seguro privado, en cuanto te acostumbras a pagarlo no tienes dudas. Te dan un determinado servicio y asumes desde el principio que tiene un coste. El asesoramiento evolucionará para pagar al asesor financiero, tal y como hace el inversor en otros momentos de su vida. Cambiar el chip es posible, y más si la regulación te acompaña”, asegura Antonio Banda, fundador de Feelcapital.
Por su parte, la propuesta de los gestores automatizados parte de un test inicial para plantear estrategias de inversión pasiva a través de ETFs o fondos indexados. “El test de perfil online sólo es un principio: invertimos mucho en comunicar al cliente acerca de las pérdidas potenciales, de la importancia de no vender cuando el mercado baja o es más volátil”, destaca François Derbaix, portavoz de la Asociación Española de Fintech e Insurtech y cofundador de Indexa Capital.
Para algunos, estas iniciativas digitales de la gran banca no suponen una gran diferencia en el panorama general sino más bien una suerte de “maquillaje”. “De momento lo que estamos observando son bancos que le ponen un barniz digital a un producto que ya tenían. Ofrecen contratación online, pero no se trata de gestión automatizada, ni inversión indexada y mucho menos de costes bajos. En definitiva, siguen ofreciendo los mismos productos caros que antes bajo una apariencia de gestión automatizada”, afirma Derbaix. En opinión de Victoria Torre, responsable de desarrollo de contenidos, productos y servicios de Self Bank, “la necesidad de justificar un valor añadido por parte de determinadas entidades para poder seguir cobrando retrocesiones ha llevado a estas a incorporar distintos servicios adicionales, entre los que puede encontrarse los roboadvisors”.
Otro de los lanzamientos recientes es imdi Funds, la iniciativa digital del Grupo CIMD que cuenta con más de 30 años de experiencia en servicios financieros y gestión de activos para clientes institucionales A partir de un test inicial, su modelo plantea cuatro subfondos o compartimentos diferentes en función de cuatro perfiles de inversión. Se trata fondos de fondos que invierten principalmente en ETFs y futuros aunque, como destaca su responsable Patricia Mata, “la gestión de los perfiles es activa”. “No es que nos hayamos abierto al cliente de bajo patrimonio, es que la tecnología ha democratizado el acceso a servicios que antes, por costes, estaban reservados a grandes patrimonios”.
Pero más allá de la lógica competencia, hay acuerdos de colaboración como el que alcanzaron el año pasado Evo Banco y Finizens. De hecho, a juicio de Martín Huete, socio fundador de Finizens, éste sería el único robo advisor de la banca española hasta el momento. “Las iniciativas posteriores de ‘robo advisors’ no son más que la digitalización, con un nombre guay y página web específica, añadido de un lazo bancario, de servicios de inversión, ya sean fondos de fondos o gestión de carteras de fondos, ya existentes, con la consiguiente cascada de comisiones”.
Sean o no robo advisors en sentido estricto, la banca tradicional española ha movido ficha al calor de las cifras que le llegan desde EE.UU.y que hablan ya de un volumen de 20.000 millones de euros en gestores automatizados, según un informe reciente de Deutsche Bank
En opinión de Igor Alonso, socio fundador de Accurate Quant, “la gestión ‘robótica’ terminará imponiéndose a la gestión tradicional, por lo que es lógico que la banca se adapte a esta nueva situación. La gestión tradicional no desaparecerá pero terminará especializándose en aquello en lo que realmente aporte valor”.
A pesar de que los activos bajo gestión de los robo-advisors europeos suponen apenas un 6% de lo que gestionan en EE.UU., los clientes de entre 40 y 50 años con alto poder adquisitivo y educación financiera ya han empezado a reservar una parte de sus carteras a los robots. En España, con apenas 100 millones de euros, todavía estamos lejos de ese escenario, pero eso solo significa el enorme potencial que existe todavía.