La inversión sostenible no ha parado de crecer, pero aún se sigue enfrentando a viejos prejuicios enquistados que ponen en duda su posibilidad de obtener rentabilidades atractivas o su capacidad de impactar positivamente, entre otros. Una de las principales herramientas para combatir el miedo y las dudas es la educación, un recurso que tienen muy presente desde La Financiere de l’Echiquier (LFDE). “Compartimos conocimiento con nuestros clientes, por eso lanzamos programas específicos. En 2019 comenzamos con la escuela ISR, con la que hemos entrenado a más de 200 personas”, detalla Antoine Fabre, analista ISR de LFDE, en una entrevista con Funds Society en su sede de París. Entre sus otras iniciativas pedagógicas se encuentra “Climate School”. “La idea es dar conocimiento sobre el cambio climático y cómo los fondos pueden abordarlo. La gente duda sobre cómo puede generar impacto a través de la inversión, y es importante compartir qué impacto podemos tener como inversores”, añade Fabre.
La otra respuesta para calmar las inseguridades se basa en los resultados de los vehículos, con los que los clientes “verán que podemos tener rentabilidad en la ESG e impacto al mismo tiempo”, detalla el experto. Según Fabre, la clave de las inversiones de impacto reside en la intencionalidad. “Cuando hablamos de impacto, no puedes decir que a final de año has salvado 100 vidas, o “x” animales, debes tener una intencionalidad al principio del año”, explica. Si fuese así, todo fondo podría decir que tiene un impacto, advierte. “Para nosotros tener impacto implica tener intencionalidad, por eso solo tenemos tres fondos de impacto, que requieren mucho trabajo”, explica.
Greenwashing y la heterogeneidad de los datos
Parece que la industria se ha teñido de verde, sin embargo, no todos los verdes son auténticos y se han usado para cubrir otros colores menos saludables para el planeta y la sociedad. La regulación juega un papel clave en la lucha contra el eco-blanqueamiento o el greenwashing, sin embargo, aunque estamos en el buen camino, aún queda mucho que recorrer. Según explica Fabre, debido al nivel incipiente de desarrollo que tiene la taxonomía, aún no ha tenido un gran impacto en la reducción del greenwashing.
“Lo que esperamos ahora es que cuando las compañías publiquen su alineación con la taxonomía en su informe anual de 2022 (que será alrededor de abril 2023), tengan que incluir muchos detalles, eso será importante. También lo será esperar a los otros cuatro objetivos que no han sido revelados por parte de la Comisión Europea, porque las partes de las actividades europeas que son elegibles por taxonomía son muy pequeñas, por ejemplo, no hay nada de economía circular o biodiversidad. Tendremos que esperar a esto para entender qué compañías informarán y cómo se usarán los datos”, detalla.
Otro de los temas que Fabre considera destacables es la heterogeneidad entre los diferentes proveedores de datos. Según relata, en su informe sobre el clima de este año decidieron publicar la elegibilidad según taxonomía de sus fondos usando dos fuentes de datos, una de su proveedor (Carbon4 Finance) y otra del MSCI. “Queríamos compartir con nuestros clientes que los números son muy diferentes, no se apoyan en las mismas hipótesis porque no tenemos los datos de las compañías. Da como resultado, por ejemplo, que tengas un 50% de elegibilidad con un proveedor de datos y un 20% con otro. El greenwashing no se ha acabado, pero creo que toda la regulación, MIFID y taxonomía, ayudará en los próximos años”, señala.
En este sentido, el experto insiste en la necesidad de establecer controles ante la falta de precisión en algunos puntos. “La taxonomía tiene partes específicas y claras que tienes que respetar, pero hay partes que dan lugar a interpretación, lo que deriva en que dos compañías iguales podrían tener pequeñas diferencias entre el grado de interpretación de los datos, por lo que las audiencias serán importantes. La idea es tener homogeneidad”, explica.
Fabre también destaca la importancia de los tiempos en cuanto a la aprobación de nuevas regulaciones. “Es importante porque, por ejemplo, la taxonomía no funciona por sí sola, está ligada a MiFID II, y es importante que venga junta”, señala. En cuanto a estas dos normativas, Fabre admite que hablar de ellas es muy difícil. “Creo que en el lado de las compañías está bien y en el lado del inversor está yendo mejor, aunque hay mucho trabajo por hacer. Sin embargo, los clientes están muy lejos de estar listos para hablar de estos temas. Es por ello por lo que los workshops son tan importantes”.
Acceso a los datos, un camino cada vez más ameno
Uno de los mayores retos a la hora de realizar inversiones sostenibles reside en la disponibilidad de datos. Desde LFDE consideran que las compañías están aumentando la información no financiera que proveen, gracias, según destaca Fabre, a la regulación. Sin embargo, el experto también destaca cómo en los últimos 5/10 años, las entidades entienden que desde el lado de los inversores se espera que den esta información. “Tenemos acceso a muchos datos, particularmente en las compañías grandes. Cuando tratamos con pequeñas es más difícil, pero cuando practicas engagement tienes mucho acceso a los datos, puede que no estén publicados, pero al final sí puedes acceder a ellos”, explica.
Polémica inclusión de gas y energía nuclear
Respecto a la polémica de la inclusión del gas y la nuclear en la taxonomía, Fabre matiza que no todo el gas puede entrar y que en esencia no cambiará el objetivo de la normativa. “El mercado de la electricidad en Europa es difícil y la taxonomía en general no está bajo presión con la inclusión de la nuclear y el gas porque no cambiará cómo los inversores usarán esta herramienta y entienden el enfoque de las compañías”, aclara. “Muy pocas cambiarán su porcentaje de elegibilidad y alineamiento por la inclusión de la nuclear y el gas”, añade. En este sentido, el experto acepta que es importante que la taxonomía vaya adelante y señala que ya más tarde se podrán hacer retoques y ver qué pasa con la nuclear y el gas.
“En el MSCI Europe, hay alrededor de un 20% de elegibilidad y un 2 o 3% de alineación. Cuando estás en el lado del inversor y el cliente, por supuesto que esperas más y es difícil encontrar compañías. Por ello es importante que la gente entienda que es difícil tener un 100% o 50% de alineación, pero también que las compañías entiendan que se espera que hagan su trabajo para conseguir los objetivos”, advierte Fabra. Por ello considera que en los años venideros las compañías harán un gran esfuerzo para estar alineadas y ser elegibles.
Respecto, a la puesta en marcha de una taxonomía social, Fabre señala que las compañías no están preparadas para toda la taxonomía climática o verde, por lo que es pronto para hablar de la taxonomía social, aunque considera importante que la UE continúe trabajando en ella. “Cuando eres una compañía que estás trabajando en un campo que no es elegible por la taxonomía ambiental, pero estás trabajando mucho por tener impacto en aspectos sociales, tienes que ser reconocido por el mercado y ser elegible. Lo verde es importante, pero lo social también”, añade. “Trabajar por terminar bien la taxonomía verde es muy importante, en 2024 tendremos una buena muestra de cómo es, y la idea es tener una social justo después”.
Biodiversidad: un reto climático clave
Uno de los temas relacionados con la sostenibilidad en los que se ha centrado LFDE es la biodiversidad. La comunidad internacional en biodiversidad ha medido que necesitamos entre 150.000 y 400.000 millones de inversiones en biodiversidad cada año, actualmente se invierten 3. “Creo que hay una falta de inversión privada en biodiversidad y realmente creemos que tenemos un rol que jugar. Necesitamos abordar este reto, con el que también tendremos un impacto en la economía real”, señala Valentin Vigier, miembro del equipo de análisis ISR de la entidad.
“Hace poco más de dos años, cuando estábamos trabajando en la estrategia climática, nos dimos cuenta de que teníamos que desarrollar una metodología que nos permitiese identificar el futuro líder de estos temas y las compañías que trabajarán por evitar los grandes problemas de biodiversidad”, apunta.
Según relata, al invertir en estos temas identifican tres tipos de compañías: las que proveen soluciones, los pioneros y las compañías en transición. “Respecto a estas últimas, si las encontramos, seguimos y estamos seguros de que completan la transición, son las compañías con las que podremos tener más impacto”.
Al hablarlo con los inversores, Vigier lamenta que se trata de un tema que es nuevo y más difícil de reportar para las compañías. “Por ejemplo, el clima es un tema que entienden mejor, más conocido, es más fácil de medir porque tienes menos indicadores, una lengua común, y puedes reportarlo fácilmente. La biodiversidad es más específica”, aclara.
En cuanto a las mayores amenazas para la biodiversidad, Vigier señala a los ecosistemas que nos proveen con servicios gratis como el océano o los bosques, que absorben CO2, o la polinización, que, por ejemplo, si la hiciésemos de forma artificial costaría 15.000 millones al año. “El coste de la inacción, la degradación de la biodiversidad, supondrá 500.000 dólares al año. Algunas compañías dependen más de estos ecosistemas (agricultura, construcción…) si hay menos recursos, su modelo de negocio se verá amenazado. Un día tendremos que pagar y es mejor anticiparse y elegir la mejor estrategia”, concluye.