Esta semana, las excelentes noticias respecto a la eficacia de las vacunas en fase III de Pfizer y Moderna han permitido que los mercados de acciones y crédito continúen cerca de máximos. Hasta 10 laboratorios avanzan en el desarrollo de sus respectivos tratamientos, y en pocas semanas, obtendremos información -a buen seguro positiva – de Astra y Johnson & Johnson. De hecho, el anuncio también ha animado a los especialistas sanitarios. Hasta un 95% de superforcasters anticipan que antes del final del primer trimestre de 2021 habrá disponibilidad de dosis suficientes como para proteger hasta 25 millones de estadounidenses.
Como dijo Ben Graham, “en el corto plazo, la bolsa es una máquina de votar”, y su voto es unánime respecto al beneficio económico de la vacuna. El porcentaje de inversores individuales que se confiesan alcistas en EE.UU. se ha disparado, alcanzando lecturas que han coincidido con períodos de digestión de ganancias, pero los profesionales no se quedan atrás. El índice de asesores profesionales largos-cortos (Investors Intelligence) se mueve cerca de la parte superior del rango donde viene operando los últimos 10 años y los gestores de fondos de inversión agotan su margen para sobreponderar aún más sus portafolios.
Esta exuberancia queda refrendada por otros indicadores técnicos. Por ejemplo, el tanto por ciento de acciones que componen el S&P500 cotizando por encima de su media móvil de 200 sesiones se sitúa ya por encima del 80%, que es precisamente la cota que se registraba en enero 2018 y otra vez en enero 2019.
Pero si el mercado primero sopesa lo positivo o negativo de una noticia, el autor del Inversor Inteligente nos explicaba que, en el medio plazo, se convierte en una “máquina de pesar”, y quizá tenga sentido elevarse por encima del ruido y analizar con un poco más de perspectiva. Como leemos en este artículo, Rupert Thompson (CIO de Kingswood) se pregunta si realmente estamos ante una “bala de plata”.
La Organización Mundial de la Salud (WHO) nos recuerda los obstáculos a sortear antes de tener un sistema de distribución viable y compara la creación de la vacuna a la instalación del “campo base a partir del cual comenzaremos la escalada a la cima del Everest”; asimismo alerta del riesgo que puede suponer para la salud pública dejarse llevar por la euforia generada desde los anuncios de Pfizer y Moderna, y Anthony Fauci subraya en New York Times que la vacuna aún no ha llegado y que «diciembre, enero y principios de febrero serán meses terriblemente dolorosos». En este sentido Nueva York, California y Ohio ya han implementado iniciativas mitigantes más onerosas.
De hecho, existen más incógnitas por despejar respecto a las vacunas. Por un lado, podría suceder justo lo contrario que teme el WHO: que la población redoble sus esfuerzos de no caer enferma hasta poder disfrutar del tratamiento que la proteja; esta decisión, bastante lógica por cierto, impactaría temporalmente sobre la demanda agregada en un momento en el que los economistas ya ha abrazado el optimismo (como muestra, el indicador de sorpresas económicas de Citi) y donde paquetes de estímulo adicionales tardarán algo en llegar (en EE.UU. resulta complicado antes de fin de enero, aunque en Europa la próxima reunión del BCE el 10 de diciembre será constructiva para el mercado en materia de política monetaria). Como confirman los indicadores de manufacturas, la recuperación de actividad en “V” ya se ha producido; las medidas de contención adoptadas en Europa y EE.UU. están siendo más quirúrgicas que las aplicadas en el primer trimestre, pero el número de contagios es también bastante superior y es factible cierta desaceleración en crecimiento los próximos 2 meses.
La confianza de los inversores podría verse igualmente amenazada ante titulares que den consistencia a la posibilidad de nuevas mutaciones en el COVID-19, como sabemos ha sucedido ya cerca de una granja de visones en Dinamarca, o ante la publicación de encuestas que consoliden la preferencia de los consumidores a esperar antes de inyectarse el agente protector; en EE.UU. – consecuencia del temor asociado con desagradables efectos secundarios- el Centro de Estudios Pew nos muestra cómo el porcentaje de ciudadanos dispuestos a confiar en la vacuna se ha desplomado desde el 72% a cerca del 50% en los últimos 5 meses. Cuanto más nos resistamos, más tiempo tomará alcanzar la inmunidad de grupo, que en el caso estadounidense aún tardará en llegar.
En resumen, el camino hasta poder controlar la evolución de los contagios no va a ser fácil y aunque las perspectivas a 12 meses vista son favorables para el crecimiento y la inversión, a corto plazo el sentimiento de optimismo generado en el ámbito terapéutico incrementa el riesgo de consolidación. Una desaceleración temporal a nivel macro podría afectar también a las revisiones al alza en estimados de beneficios, y las valoraciones en bolsa son exigentes.