La incertidumbre política no cesa en Estados Unidos. Si bien el escollo del techo de deuda se solventó en primera instancia, ahora los mercados están atentos al inminente plazo del 1 de octubre ante un más que posible cierre del gobierno federal. Libby Cantrill, responsable de políticas públicas de PIMCO, cree que el “cierre del Gobierno de EE UU, no es una cuestión de si, sino de cuándo”.
¿Qué está ocurriendo? Cantrill explica que el Congreso tiene muy poco tiempo para aprobar un proyecto de ley de financiación del Gobierno con el fin de evitar un cierre antes del inicio del año fiscal 2024, que arranca el 1 de octubre, puesto que recientemente un acuerdo negociado con diferentes facciones de los republicanos de la Cámara de Representantes no llegó a buen puerto. La experta afirma que el presidente de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Kevin McCarthy, “está en un aprieto”, debido a que el Freedom Caucus de la Cámara “no quiere que apruebe un proyecto de ley de financiación a corto plazo y tampoco quiere que apruebe un proyecto de ley ómnibus basado en los niveles de financiación ya acordados”. En otras palabras, “cerrar el Gobierno parece que podría ser la única opción viable para calmar al grupo conservador de legisladores republicanos”.
Su preocupación es la duración del cierre, debido a que “puede que no haya un catalizador para su reapertura, dada la complicada dinámica interna de los republicanos de la Cámara de Representantes”. En este punto, la experta recuerda que el cierre total del Gobierno más largo fue de 16 días en 2013 y supuso un recorte de, aproximadamente, un 0,6% del PIB. “Aunque parte del impacto en el crecimiento fue temporal, otra parte fue sostenido”, lamenta Cantrill.
Además, añade que en esta ocasión “hay un factor adicional a considerar: una Fed dependiente de los datos”. Durante un cierre no habría datos económicos recopilados o publicados durante el período de parálisis, es decir, no habría ningún dato del PIB, ningún dato de nóminas, y ningún dato de inflación, e incluso cuando el Gobierno reabra, “los datos económicos se retrasarán”. Por lo tanto, la Fed “estaría volando a ciegas en noviembre cuando se produzca la próxima reunión y podría ser reacia a subir los tipos”.
Cantrill concluye que habrá un cierre gubernamental y que aunque históricamente los mercados se han tomado los cierres con calma, “este podría diferir en el sentido de que choca con varios vientos en contra para la economía, como la reanudación de los pagos de préstamos estudiantiles, la huelga de trabajadores del automóvil, el aumento de los precios del gas, etc”. La experta ve factible que el parón podría durar más tiempo que los anteriores, por lo que tendría “un impacto mayor de lo que muchos suponen, teniendo en cuenta el telón de fondo”.
En términos similares se expresa Thomas Hempell, responsable de análisis macro y mercados de Generali Investments, que admite que el estancamiento político que prevalece en el Congreso impedirá cualquier cambio significativo en la orientación fiscal. «Sin el control de la Cámara Baja, la Administración no podrá aplicar ninguna medida fiscal significativa antes de las elecciones de noviembre de 2024.El sistema sigue siendo frágil dada la gran incertidumbre sobre el nivel de gasto y la escasísima mayoría que tienen los republicanos en la Cámara», afirma el experto que recuerda que en el pasado, este tipo de incidencias han tenido «un impacto relativamente pequeño en la actividad económica ya que sólo afecta al 2% de los desembolsos federales, pero siguen siendo una fuente de incertidumbre».
Para Joseph V. Amato, presidente y director de Inversiones — Renta Variable de Neuberger Berman, con un año de elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina, «pocos en el Congreso, a ambos lados del pasillo, hablan seriamente del tipo de recortes de gastos que se acordaron, por ejemplo, en el acuerdo presupuestario Obama-Boehner que puso fin al estancamiento del techo de la deuda de 2011». Ahora, Amato reseña que la minoría que habla de recortes de gastos –en el actual estancamiento presupuestario, por ejemplo– no sugiere subidas de impuestos y en lo único que parecen estar de acuerdo republicanos y demócratas «es en que no es necesaria la disciplina fiscal necesaria para devolver a Estados Unidos a una senda sostenible».
«Creemos que esto eleva la amenaza de una inflación estructuralmente más alta y el riesgo de represión financiera. Cuando los costes de los intereses del gobierno consumen una cantidad insosteniblemente alta de los ingresos fiscales, una solución es recortar otros gastos, otra es subir los impuestos… pero una vía alternativa es forzar a la baja los tipos de interés y permitir que la inflación erosione el coste real de esos pagos de intereses», explica el experto.
Amato, por lo tanto, no se sorprendería si el mandato de estabilidad de precios del banco central se interpreta de forma «flexible», con el fin de contener los costes de los intereses de la política fiscal laxa en curso. «Inflar la economía para, en última instancia, reducir los niveles de deuda pública puede ser la única forma de salir de este embrollo, aunque no sea la solución ideal», señala, al tiempo que lamenta que algunos acontecimientos políticos y económicos actuales «como la huelga del sector automovilístico y la paralización del gobierno, que serían sólo dos ejemplos», refuerzan nuestra opinión de que será difícil volver a situar la inflación en el objetivo, y aún más difícil mantener la convicción necesaria para ello».