El foco de atención de los inversores sigue estando en la evolución del discurso de los bancos centrales. En los últimos días el BCE, y en menor medida la Reserva Federal, han intentado mitigar la fuerte reacción del mercado y el tensionamiento en las condiciones financieras con comentarios tranquilizadores respecto a sus planes de incrementar tipos y adelgazar balance.
Con respecto al primer punto, lo más razonable –habida cuenta de los datos que manejamos hoy– es anticipar cuatro incrementos en EE.UU. a partir de marzo y uno en diciembre en el caso de Europa. Estos movimientos, y bastantes más, están ya descontados por las curvas (en EE.UU. los futuros llegaron a apuntar siete).
Además, si tenemos en cuenta la pérdida de poder adquisitivo debido a la caída en ingresos ajustados a la inflación, los niveles de confianza del consumidor en EE.UU. (en cotas que históricamente han coincidido con recesiones) o el freno fiscal como consecuencia de la extinción de ayudas gubernamentales (cheques, CTC aumentado que incrementó los ingresos de las familias en 365 dólares al mes, o la reactivación de los cobros de los intereses por préstamos a estudiantes, que deben afrontar pagos de 7.000 millones de dólares al mes) en un entorno de mejora en la cadena de suministros, no es descabellado pensar en un bache en el crecimiento, y una moderación en precios, al producirse al mismo tiempo un aumento en la oferta y un enfriamiento en la demanda.
Pero el known unknown que realmente tiene más capacidad de mover las cotizaciones es el retiro de estímulos. En este sentido, y en base a informes del sell side, titulares y comentarios de luminarias en el ámbito macroeconómico, no se espera que el ritmo mensual de ajustes sea superior a los 100.000 millones de dólares al mes (equivalente al 0,34% en incremento en el coste del dinero), ni tampoco que el volumen de activos en balance de la Fed acabe por debajo de 6,75 billones de dólares (cosa francamente difícil de predecir). Anuncios de ajustes más agresivos justificarían la ruptura de los mínimos de enero.
En el ámbito geopolítico, y a pesar de los comentarios desde EE.UU. el pasado jueves, que contradicen a los rusos respecto a la disminución de efectivos apostados en la frontera este ucraniana, lo más razonable es esperar una desescalada en las tensiones que podría verse facilitada por la reunión del G7 en Múnich este fin de semana. Las cosas no están saliendo como esperaban los rusos.
Uno de los objetivos que probablemente perseguían con su actuación era sembrar la división entre los países del bloque occidental, pero están consiguiendo justo lo contrario. La OTAN ha desplegado más soldados en Europa del Este, Holanda y España se han unido a las fuerzas de la Alianza en el Mar Negro y Olaf Scholz, a pesar de la dependencia energética alemana de Rusia y Ucrania, no desmintió a Joe Biden cuando éste amenazó la viabilidad del Nord Stream 2 de producirse una invasión. Se trata tan solo de un gesto de la unidad entre EE.UU. y Europa, pero relevante si tenemos en cuenta que este gasoducto abastecería 55 bcm al año o un 25% de las exportaciones de gas a Europa. Incluso Finlandia y Suecia, por primera vez en años, vuelven a plantearse la conveniencia de unirse a la OTAN.
Como señala acertadamente un colega, hay dos tipos de eventos geopolíticos: los que tienen una fecha concreta (elecciones, por ejemplo) y los que tienen un inicio y una finalización impredecible (como ataques terroristas o guerras). Dedicarse a especular cuándo o cómo terminará la situación en Ucrania no aportará demasiado a los resultados de gestión. Lo más recomendable es asignar probabilidades a nuestros escenarios y acotar los riesgos (algún tipo de actuación es aún bastante factible). Además, la historia demuestra que estos episodios son fugaces y habitualmente resultan en oportunidad de compra.
El oro y el trigo (la producción de nitrógeno requiere de gas), son inversiones que pueden diversificar el riesgo asociado a la invasión. Además, obviamente, de recortar la participación en acciones emitidas por empresas que puedan verse afectadas por las sanciones o disrupciones que un potencial conflicto podría desencadenar.
Pero si tratamos de identificar sectores ganadores a nivel estructural, merece la pena echar un vistazo al artículo del Wall Street Journal que pone de manifiesto una de las armas preferidas de Putin: «La tarea número 1 de Rusia es socavarnos desde dentro», anuncia Oleksiy Danilov, asesor de seguridad nacional del presidente ucraniano Volodímir Zelenski.
Dando soporte a estos argumentos, las autoridades ucranianas informaron de que bancos y páginas web estatales fueron asaltadas el martes en uno de los mayores ciberataques de la historia del país. El Centro de Seguridad de Información de Ucrania sugirió que Rusia podría haber estado detrás del hecho.
De acuerdo con el WEF, la probabilidad de ciberataques ha aumentado considerablemente los últimos años, convirtiéndose en un riesgo muy relevante a nivel global.
En un mundo que transita de la bipolaridad a la multipolaridad, la competencia también irá en aumento en el ámbito geopolítico. En este sentido, los ciberataques se erigen como una herramienta de coerción menos limitante y más barata que las intervenciones militares porque permiten a los estados actuar de forma más agresiva, quirúrgica e impune, diluyendo responsabilidades y represalias.
El ciberespacio es un ámbito muy poco regulado y en un contexto como el que sugerimos la inversión para protegerse de este riesgo debería incrementarse sustancialmente. Esto es justo lo que concluye el IDC, que apunta que el mercado mundial de la ciberseguridad crecerá de 125.000 millones de dólares en 2020 a 175.000 millones de dólares en 2024 (8,8% de crecimiento medio anual acumulado).
Y como lo que realmente moverá el mercado serán la inflación y los tipos, las fechas que debemos apuntar en nuestros calendarios son el testimonio semestral de Powell ante el Congreso (Humphrey Hawkins), el PCE de EE.UU. de enero (25/2), el IPC de la Eurozona (2/3), las nóminas de febrero (4/3), la reunión del BCE (10/3), el IPC estadounidense de febrero (10/3) y la reunión del FOMC, así como el probable inicio del ciclo alcista en fed funds (16/3). Serán tres semanas moviditas.