Una de las dudas que debe resolver con mayor frecuencia Mathieu Nègre, gestor de UBP tiene que ver con la diferencia entre ESG e inversión de impacto. Para Nègre, la manera más simple de explicarlo es que la inversión ESG “se refiere a la manera en que una empresa gestiona sus externalidades o riesgos”, mientras que el impacto, que es en lo que se enfoca él, remite directamente al corazón del negocio: “Queremos ver reflejado en los ingresos la existencia de un producto o servicio que tenga un impacto positivo sobre el medioambiente o la sociedad”. Como resultado de este enfoque diferente, por lo general las compañías de impacto tienen un modelo de negocio más especializado y son ligeramente más pequeñas que las que se encuentran en carteras ESG.
Mathieu Nègre cogestiona el UBAM Positive Impact Emerging Equity, una estrategia de renta variable de impacto enfocada en empresas de países emergentes y que sigue un enfoque de cartera muy concentrada (40 valores a partir de un universo de unos 400 nombres), que son un reflejo de la profundidad del análisis que conduce internamente el equipo y de lo selectivo de su enfoque de inversión.
Como muestra del enfoque de largo plazo y el elevado compromiso en la inversión, alrededor de la mitad de las compañías llevan en cartera desde el lanzamiento de la estrategia hace cuatro años. “Si podemos, nos mantenemos invertidos en el valor a lo largo de todo el ciclo”, afirma.
Fuerzas seculares para la inversión de impacto
El equipo de UBP considera que existen actualmente tres grandes fuerzas seculares que están impulsando las tesis de inversión en impacto: la regulación, la innovación y los cambios en las demandas del consumidor. De ellas, el gestor destaca que “la regulación es el motor más poderoso para la inversión de impacto en el largo plazo”, en el sentido de que los nuevos requisitos regulatorios han tenido un gran impacto sobre la actividad de las compañías de su universo de inversión: “De repente todas tenían obligaciones regulatorias que aplicar sobre ciertos productos, o han tenido que modificar su propio consumo de cierta manera”, indica el experto.
A pesar de que una de las primeras medidas de Donald Trump en su nuevo mandato haya sido volver a retirar a EE.UU. de los Acuerdos de París y de que anunciara su intención de impulsar la industria estadounidense del petróleo, el experto se muestra pragmático sobre el alcance que puedan tener sus políticas sobre la transición energética: “Nuestra experiencia del primer mandato de Trump es que, más allá de esos titulares, habrá algunos cambios regulatorios, pero no tienen por qué ser grandes”.
Son tres las razones en las que basa este argumento: la primera, que muchas compañías ya han realizado grandes inversiones con el objetivo de reducir sus emisiones en los próximos 10 a 15 años, y no van a estar dispuestas a revertirlo; la segunda, porque gran parte de las regulaciones se han aplicado a nivel estatal, y muchos estados tampoco están dispuestos a modificarlas; y en tercer lugar, porque la IRA actúa como una gran fuente de subvenciones y de financiación a la transición energética de la que se benefician un buen número de estados republicanos, por lo que no será tan fácil de desmantelar.
En la parte de innovación, el experto alude a la sorpresa negativa que ha supuesto la explosión de la IA para la transición energética, al actuar como un lastre al objetivo de reducción de emisiones al demandar un gran consumo de energía. Sin embargo, su enfoque aquí también es pragmático: “En lo que se refiere a la sostenibilidad, la innovación es la respuesta a las restricciones que se han de afrontar. Por tanto, la necesidad de mayor consumo de energía llevará a cada vez más compañías a innovar y encontrar soluciones que permitan a la economía seguir funcionando de la mejor manera posible”.
Finalmente, en cuanto a las demandas del consumidor, el gestor indica que «no todas las inversiones en cartera están en alta tecnología o industriales», sino que también buscan ideas de impacto en segmentos como la salud o la educación, como por ejemplo compañías que proporcionan acceso asequible a seguros de salud en Brasil o proveedores de educación con plataformas online.
¿Cómo se cuantifica el impacto?
Nègre explica que todas y cada una de las compañías necesitan contar con un sólido caso de inversión antes de su inclusión en cartera. Una parte importante del proceso es la cuantificación: “Necesitamos ser explícitos sobre cómo será ese impacto positivo que esperamos y la manera de medirlo”.
La manera de cuantificar el impacto remite directamente al porcentaje de ingresos recurrentes que tienen un impacto directo para cada compañía, pero el proceso de análisis que sigue el equipo de Impacto de UBP es más complejo que eso, al haber desarrollado IMAP, su propio modelo de análisis propietario.
El gestor aclara que, en línea con lo que indica la regulación europea, deben ser las propias compañías las que proporcionen información detallada y transparente sobre sus objetivos de sostenibilidad. A partir de esa información, el equipo asigna a través de IMAP una puntuación a cada compañía de su universo de inversión en cuatro materias: intencionalidad (hacia dónde se dirige la estrategia de sostenibilidad y si es creíble), materialidad (porcentaje de los ingresos con impacto positivo directo), potencial de crecimiento y lo que denominan “adicionalidad”, que se refiere al valor añadido que cada compañía sea capaz de generar y que la diferencie de la competencia.
Buen momento para las valoraciones
Para terminar, el gestor habla de que el momento actual para invertir con criterios de impacto es propicio: tras la revisión de las valoraciones vistas después de la pandemia, considera que hoy muchas compañías cotizan con “expectativas más razonables”. Así, añade que, en el momento de mayor “hype” de la inversión ESG, algunas de las compañías que tenían en cartera estaban cotizando con una prima del 30-35% respecto al índice, mientras que ahora esas mismas compañías cotizan con un descuento en torno al 7-8%. “Esto implica que la parte “core” de la cartera se ha abaratado mucho desde 2021. Hemos reinvertido a finales de 2024 en algunas de las compañías en las que habíamos invertido en 2021 precisamente porque han madurado más y la industria está en un punto difícil en términos de rentabilidad. Las compañías capaces de hacer dinero en este entorno probablemente lo hagan en los próximos 10 años, porque han sobrevivido a lo que han sido los últimos diez años”, describe Nègre.
“Creemos que el pico de las valoraciones fue demasiado elevado y que las valoraciones actuales son demasiado bajas, se estabilizarán en un punto intermedio a medida que se desarrolle el ciclo actual”, concluye el experto.