La semana pasada, el índice VIX – que mide la volatilidad del mercado de renta variable estadounidense – cayó hasta el 20%. Es la segunda vez que ocurre desde que la pandemia hace estragos en la economía mundial. Continuamos operando por encima de los mínimos anteriores a la pandemia, establecidos en 2017 por debajo del 10%, cuando los inversionistas reflejaban en sus operaciones una tranquilidad que parecía infinita. Esta situación coincide con los diferenciales de valoración independientemente del sector, que aún no terminan de normalizarse, ya que mantienen aproximadamente una desviación estándar por encima de su media a largo plazo en EE.UU.
Normalmente, cuando reina la confianza con respecto a las perspectivas económicas, se rebajan hasta una desviación estándar menos uno por debajo de su media. Sin embargo, por primera vez en una generación, el crecimiento estadounidense (y mundial) está a punto de generar una tremenda sorpresa al alza.
El departamento de investigación de Julius Baer acaba de elevar a +6,4% su estimación del crecimiento del producto interno bruto (PIB) de EE.UU. para 2021. El paquete de estímulos promovido por la administración Biden representa en realidad un volumen considerable: entre USD 1,5 y USD 1,6 billones, de los cuales USD 1 billón corresponde a ayudas directas a los hogares, que las recibirán bajo forma de cheques remitidos por correo.
Los hogares estadounidenses ya han acumulado en ahorro involuntario el equivalente al 10% del PIB anual desde el comienzo de la pandemia. La principal incógnita es qué proporción de estos ahorros gastarán cuando reabra la economía. Continuamos pensando que estas distorsiones de los ciclos y los datos económicos se seguirán produciendo (debido a la naturaleza exógena y sin precedentes de la recesión causada por el COVID-19), mientras la economía experimenta un fuerte pero breve impulso, liderado por el consumo de servicios y la reposición de stocks. Por lo tanto, el reciente aumento de la pendiente de la curva de rendimiento de los Estados Unidos obedece a factores endógenos.
Este incremento de los rendimientos – la rentabilidad de los bonos del Tesoro de EE.UU. a 10 años asciende un 1,26%, en comparación con el valor de hace seis meses, que apenas alcanzaba el 0,7% – se debe exclusivamente al aumento de las previsiones de inflación. Los rendimientos reales se han mantenido en mínimos históricos o incluso han bajado, ya que los títulos del Tesoro estadounidense protegidos contra la inflación a cinco años (TIPS) han caído hasta casi -2%. En otras palabras, el costo de la protección contra la inflación durante los próximos cinco años asciende a un 10% acumulado. Realmente es un precio bastante alto para un seguro contra la inflación.
En consecuencia, el rendimiento de los bonos TIPS estadounidenses se mantiene plano en lo que va de año, mientras que los bonos del Tesoro estadounidense se sitúan en la parte inferior de las tablas clasificatorias de rendimiento, con un descenso de -1,7% para los fondos cotizados en bolsa (ETF) en todos los vencimientos, y una caída de -7% para los ETF de larga duración (en la horquilla de 20 a 30 años)
Podríamos estar ante un clico de subida y bajada
Vemos tres razones para conservar o adquirir más bonos del Tesoro de EE.UU. durante las próximas semanas, ya que la curva de rendimientos se está acentuando aún más, impulsada por el mayor crecimiento registrado en las últimas tres o cuatro décadas.
En primer lugar, tal y como sucedió con la pandemia el año pasado, los bonos del Tesoro estadounidense ofrecen protección frente a los shocks externos. En segundo lugar, podrían verse beneficiados por otro factor externo: el control de la curva de rendimiento. Esta medida es una decisión que responde en realidad a criterios políticos. En la década de 1940, esta política fue implementada con mucho éxito en Estados Unidos para contribuir a la financiación del esfuerzo bélico. Hoy, el Tesoro y la Reserva Federal de EE.UU. podrían extraerla de su arsenal de la Segunda Guerra Mundial y aplicarla para compensar el costo añadido de la refinanciación de la deuda pública si las tasas subieran a un ritmo excesivo. Por último, quien peca por exceso de buenas intenciones está abocado a sufrir reveses en algún momento.
Si los activos de riesgo experimentan una fuerte corrección causada por un incremento demasiado rápido de los rendimientos, el efecto de riqueza negativo derivado de la caída del valor de los activos desencadenará una ralentización de la economía estadounidense. Este es nuestro tema estratégico desde hace ya tiempo de «la cola que menea al perro», y resulta ser aún más cierto hoy que antes de la pandemia.
Por ello, en los próximos trimestres podríamos experimentar un ciclo de subida y bajada. En épocas de tensión en los mercados, los bonos del Tesoro de EE.UU. presentan ventajas únicas en términos de liquidez. Si en algún momento el optimismo actual de los inversionistas resultara excesivo, podríamos redescubrir estas virtudes.
Análisis de Yves Bonzon, CIO de Julius Baer