Desde BlackRock Investment Institute defienden que los mercados emergentes son fundamentales para la transición energética mundial hacia una economía con bajas emisiones de carbono, por lo que las reformas para paliar el déficit de inversión podrían presentar tanto oportunidades como riesgos para los inversores.
“Estimamos que los mercados emergentes representarán más de la mitad de la demanda energética y de las emisiones de carbono en 2050. Creemos que esto significa que la forma y la velocidad de las transiciones de los mercados emergentes definirán en gran parte la velocidad y la forma de la transición global. En nuestra opinión, las consecuencias del cambio climático serán aún más graves para los mercados emergentes que para los desarrollados. Creemos que hay varios factores estructurales que diferencian a los países emergentes de las economías desarrolladas en la transición: un mayor crecimiento de la demanda energética, un mayor coste del capital para financiar la transición, una mayor proporción de emisiones difíciles de reducir -o aquellas que no pueden reducirse fácilmente con tecnologías bajas en carbono- y una mayor exposición a los daños físicos del clima”, explican para contextualizar las oportunidades de inversión.
La gestora considera que para cerrar la brecha serían necesarias importantes reformas en el sector público e innovaciones en el sector privado, lo que daría lugar a una mayor «combinación» de capital público y privado, o capital mixto. “A medida que las reformas propuestas vayan tomando forma, vemos la posibilidad de que el capital privado encuentre nuevas oportunidades de inversión para colmar el déficit de financiación climática de los mercados emergentes. Por ejemplo, el impulso de las reformas públicas y la innovación privada podrían crear nuevas oportunidades de infraestructuras de mercado privadas o aumentar el conjunto de emisiones de bonos verdes de los países emergentes”, señalan.
Implicaciones para la inversión
En su opinión, las reformas públicas tienen dos tipos de implicaciones clave para la inversión: su efecto sobre la velocidad y la forma generales de la transición y el cambio climático físico relacionado, y sobre las oportunidades de inversión en los mercados emergentes. Además, recuerdan que los daños relacionados con el clima seguirán aumentando en los próximos años. “Es difícil cuantificar el impacto sobre la salud y el bienestar humanos, pero los daños económicos cuantificables ya están creciendo rápidamente. Nuestros estudios sugieren que los daños económicos relacionados con el clima podrían restar alrededor del 5% del PIB mundial de aquí a 2050, con grandes variaciones según las regiones”, matizan.
En este contexto, consideran que eso significa que se necesitará una gran inversión en productos y soluciones que aumenten la resiliencia climática. “La resiliencia climática se refiere a la capacidad de prepararse, adaptarse y resistir a los riesgos climáticos y de reconstruir mejor tras los daños relacionados con el clima. Pensemos en sistemas de vigilancia temprana para predecir inundaciones, aire acondicionado para hacer frente mejor a las olas de calor o rehabilitación de edificios para que resistan mejor las condiciones meteorológicas extremas. Es distinto de la descarbonización, o limitación del calentamiento futuro mediante la reducción de emisiones”, añaden.
De hecho, la gestora espera que crezca la demanda de productos y servicios que aumenten la resiliencia y ayuden a la sociedad a evaluar y gestionar los riesgos. En este sentido, afirman: “Ya se observa cierto crecimiento del mercado, y creemos que la política, la regulación y los mercados estimularán aún más. También prevemos un mayor gasto en reconstrucción tras catástrofes climáticas. A medida que este mercado crezca, la resiliencia climática se convertirá en un nuevo tema de inversión”.
Reconoce que definir este tema de inversión emergente es complejo, ya que abarca diferentes tipos de respuestas, como los sistemas de alerta temprana, la tecnología climática y los materiales de construcción para ayudar a protegerse contra distintos tipos de riesgos climáticos en todos los sectores. “Dividimos la resiliencia climática en tres subtemas: evaluación y cuantificación de riesgos, gestión de riesgos y reconstrucción de infraestructuras físicas”, comentan.
Por último, indican que el mayor potencial para acelerar las transiciones se encuentra en los países emergentes de alto crecimiento y altas emisiones, como India, Indonesia, Brasil y Sudáfrica. Aquí, los programas específicos de cada país, como la Asociación para una Transición Energética Justa, ya están avanzando. “Por el contrario, los países menos desarrollados y con bajas emisiones podrían recibir más financiación para la adaptación y la resiliencia climática que para la descarbonización. Aunque son vitales, existe el riesgo de que los financiadores de estos mercados pasen por alto otros objetivos, como impulsar el acceso a una energía más barata y potenciar el crecimiento industrial con un mayor suministro energético. Vemos oportunidades para la financiación mixta, en particular cuando el capital público y privado invierten conjuntamente en sectores lastrados por elevados riesgos de materias primas o divisas, pero también cuando la tasa de éxito de los proyectos en desarrollo puede ser baja, o cuando los riesgos tecnológicos o políticos son elevados”, concluyen.