La inestabilidad sufrida por el sector bancario el mes pasado ha generado temores sobre un endurecimiento en las condiciones del crédito, incertidumbre sobre la deuda subordinada y preguntas sobre el papel que debe tener la normativa. De todo ello habla en una entrevista Thibault Douard, gestor de renta fija para Tikehau Investment Management, en la que destaca que nunca se había vivido un escenario de estrés «con un sector bancario con unos balances tan sólidos, capitalizados y saneados».
¿Podemos decir que ha quedado atrás el estrés bancario que hemos vivido durante marzo?
Para responder a esta pregunta conviene analizar y distinguir las diferencias de las situaciones a ambos lados del Atlántico. En Europa queremos pensar que lo peor ha quedado atrás. El escenario de estrés bancario relacionado con Credit Suisse fue consecuencia inmediata del efecto contagio por lo sucedido en Estados Unidos. No obstante, los problemas de Credit Suisse venían de largo y es que hace tres años comenzó su inestabilidad. Greensill en 2020 y Archegos en 2021 propiciaron fuertes pérdidas, a los que debemos de añadir un grave problema de control de gestión. Es cierto que se encontraban en pleno proceso de reestructuración estratégica, pero necesitaban tiempo y confianza y la crisis, acompañada por el nerviosismo del mercado y la fuga de depósitos, terminó por dilapidar los planes anunciados en octubre.
En cambio, la tensión alrededor de los bancos regionales estadounidenses pensamos que tendrá consecuencias más profundas. Bajo nuestro punto de vista, este segmento sí presentaba un desequilibrio en su funcionamiento y supervisión como pudimos ver con el caso de SVB. El detonante de esta situación fue la retirada de depósitos de las start-ups cuando encontraron problemas de financiación. De esta forma, el banco californiano tuvo vender su cartera de bonos por valor de 20.000 millones de dólares provocando una pérdida cercana a los 2.000 millones de dólares. Posteriormente anunciaron una posible ampliación de capital que puso en marcha una espiral negativa de confianza que finalizó con la quiebra de la entidad.
Se está hablando del endurecimiento implícito de las condiciones de crédito en Estados Unidos y Europa como consecuencia de esta crisis, ¿cómo lo veis desde Tikehau Capital?
La inestabilidad en los flujos de los depósitos para algunos bancos regionales norteamericanos supone una menor visibilidad y en ese escenario la toma de decisiones se complica y es inevitable que las condiciones de crédito se endurezcan. Es cierto que en algunos segmentos habrá déficit en la concesión de préstamos, pero no creemos que sea generalizado, especialmente cuando hablamos de la gran banca. Los mayores bancos de Estados Unidos siguen gozando de balances sólidos y generalmente se benefician de las salidas de depósitos de los bancos de menor tamaño. La confianza y la seguridad atraen y tranquilizan al depositante y al inversor y, por ese frente, no deberíamos observar aumentos en los costes de financiación.
En Europa ya en junio del año pasado observamos un ligero endurecimiento de las condiciones de crédito ante la incertidumbre económica. Cuanto peor es el escenario, las decisiones de financiación a largo plazo empeoran en determinados sectores. Habrá por tanto un aumento en los costes de los depósitos para los bancos europeos, pero este escenario ya estaba previsto antes de producirse el último escenario de estrés vivido durante el mes de marzo.
Pero los impactos no se quedan en las condiciones de financiación, ¿cuál ha sido el calaje del colapso de Credit Suisse sobre el mercado de deuda subordinada?
Por contextualizar, la deuda subordinada es aquella que se encuentra subordinada al resto de la estructura de financiación bancaria (depósitos, bonos garantizados y deuda senior), pero no a las acciones del banco. Por tanto, este tipo de deuda, que se considera como fondos propios y contabiliza para los ratios de solvencia de las entidades bancarias, cuenta con un mayor nivel de riesgo. Sin embargo, lo que llamó la atención del mercado en el caso de Credit Suisse, fue que en primer lugar se compensó a los accionistas del banco, dejando por detrás en la prelación de pagos a estos bonos que fueron valorados a cero.
De esta forma, lo primero que llevaron a cabo el regulador europeo, inglés y canadiense de forma conjunta a primera hora tras la compra de Credit Suisse por parte de UBS, fue distanciarse de la postura del regulador suizo especificando en sus comunicados de prensa que lo ocurrido en Suiza no podría tomar lugar en bajo su marco legal.
Los reguladores no han puesta encima de la mesa que la deuda subordinada no pueda valorarse a cero, sino que bajo ningún concepto podrá llegar a cero antes de que el precio de la acción haya llegado a cero. Por otra parte, durante los últimos diez años, los reguladores han dado mucha importancia al mercado de subordinadas financieras, por lo que era importante reafirmar su convicción y tranquilizar al mercado como así sucedió.
¿Otra de las consecuencias podría ser un cambio en la regulación?
En nuestra opinión, en Estados Unidos veremos una bajada del umbral de supervisión. En Europa el tamaño umbral del balance bajo el cual se aplican los criterios más estrictos es de 30.000 millones de euros. De esta forma, cualquier banco que lo supere deberá cumplir con los criterios de solvencia y liquidez y estará supervisado por el BCE.
El caso Credit Suisse nos muestra en cierto modo como la regulación actúa sobre los potenciales riesgos de cobertura del balance de las entidades. El gigante suizo acumuló salidas de depósitos por valor de 100.000 millones de francos provocando la venta de 40.000 millones de activos líquidos a mercado con impacto cero en la cuenta de resultados. Es decir, el riesgo que asumió SVB y que costó en último término su quiebra no es practicable en Europa.
Donde seguramente veremos una evolución de la normativa es en la facilidad de retirada de depósitos, debido a que, gracias a la digitalización de la banca, los depósitos se transfieren mucho más rápido. El coeficiente de liquidez a corto plazo se ha creado para soportar un potencial “bank run” y se basa en supuestos de salidas de depósitos considerados como estables. En el caso de Credit Suisse, el último trimestre del año superó este coeficiente, al igual que el SVB (aunque a mayor profundidad). Esta modificación llevará tiempo, pero es necesaria teniendo en cuenta la velocidad en las salidas de depósitos en esta ocasión.
Durante el primer trimestre hemos vivido un escenario de estrés que nunca se había vivido con un sector bancario con unos balances tan sólidos, capitalizados y saneados. Es cierto que no podemos hacer la vista gorda ante la quiebra de Credit Suisse, pero bajo nuestro punto de vista, una sucesión de eventos idiosincráticos ha transformado la situación en un riesgo de apariencia sistémico. Si tomamos caso por caso, ya sea la situación de SVB, con una clara falta de supervisión y desequilibrios en su funcionamiento, o de Credit Suisse, envuelto en una espiral de desconfianza, salidas de depósitos e impacto en su cotización, creemos que son casos realmente muy concretos y modelos de negocio que no se replican en otros bancos.
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