Los residentes de Miami y algunos Cayos de Florida (Key Largo, Tavernier e Islamorada) empiezan a regresar a sus hogares para evaluar el grado de destrucción que ha ocasionado el huracán Irma. Para muchos, al trauma por haber tenido que salir huyendo de su casa, se une el perjuicio económico de repararla o levantarla de nuevo. Los afortunados que cuenten con una póliza trasladarán ese gasto a las compañías aseguradoras que, según cálculos de AIR Worlwide, perderán más de 33.000 millones de euros.
Para el sector, una catástrofe de este tipo puede erosionar de forma notable la cuenta de resultados, por eso en 1994 Hannover Re decidió reunir algunas de las pólizas que cubrían este tipo de desastres, titulizarlas (hacer paquetes) y lanzarlas al mercado en forma de “bonos catástrofe” o “bonos CAT”. Como explica Gabriel López de Inverdif EAFI, “la función de estos instrumentos es la de diversificar el reaseguro y trasferir el riesgo que cubren las aseguradoras con huracanes, terremotos o tsunamis al mercado de capitales. Existe una baja probabilidad de que ocurran, pero sufren un gran impacto financiero si suceden”.
Para Olivier Marion, especialista senior de inversiones alternativas de UBP, debido a su rentabilidad atractiva y a la descorrelación con el mercado, cada vez son más interesantes «como alternativa a la renta fija”.
¿Cómo funcionan?
El funcionamiento es sencillo y tiene mucho que ver con las llamadas “titulizaciones”. La aseguradora emite estos “bonos CAT” que agrupan o “titulizan” un número determinado de pólizas que cubren al asegurado (una familia que tiene casa en Miami Beach) frente al riesgo de huracanes.
De esta forma, las aseguradoras pueden reducir riesgo, ampliar su capital y coberturas mientras que el mercado de capitales se beneficia de un instrumento que distribuye un interés alto, con baja volatilidad y correlación con el mercado.
¿Cuándo gana el partícipe? ¿Cuál es la rentabilidad que ofrecen?
Estos bonos ofrecen al inversor un interés anual que puede variar entre el 2% y el 17%, siempre y cuando el desastre natural no se produzca. “Si el desastre natural no se produce, el bonista cobra el cupón, que puede llegar a superar el 12%”, señalan desde Inverdif EAFI. En el siguiente gráfico se observa cuál es la rentabilidad más habitual en este tipo de productos.
Por ejemplo, durante el segundo trimestre de ese año Residential Re emitió un bono con un cupón del 17,5% y Cranberry Re del 2%.
El Swiss Re Cat Bond Index es el índice de referencia de esta industria ya que reúne todos los “bonos CAT” del mercado, hasta 160. Desde su creación en 2002, se ha revalorizado un 7,9% con una volatilidad del 2,7%. “Al incluir todos los bonos de este tipo que hay en el mercado, la gestión activa con alta capacidad en la selección de activos puede añadir valor a los inversores reduciendo esa volatilidad”, explica Marion.
¿Y si se produce la catástrofe?
En ese caso, el inversor puede llegar a perder toda su inversión, aunque el impacto varía dependiendo de las características del bono. En general, lo perderá todo ya que la aseguradora debe hacer frente a sus obligaciones de cobertura para con sus asegurados. Es decir, tendrá que reparar los daños ocasionados por la catástrofe en cuestión. No obstante, como explica López, pueden darse tres opciones: “Perderlo todo, no cobrar el cupón del bono y sólo recibir el principal en la fecha de vencimiento y una tercera opción que combinaría ambos supuestos. Cada uno tiene una categoría de riesgo que emite la agencia de rating según el perfil de riesgo del fondo”, explica.
Entre los mayores emisores de este tipo de bonos está la California Earthquake Authorithy o la Everest Reinsurance Company con sus famosos “bonos Kilimanjaro”. No obstante, en los últimos años otras instituciones como el Banco Mundial se han subido al carro. En 2014 colocó en el mercado su primer «Cat Bond» a tres años vinculado al riesgo de terremotos y ciclones tropicales en 16 países del Caribe.
¿Cuál es el riesgo que asume el inversor?
En cuestión de riesgo, aquí no nos sirven los indicadores tradicionales (estadísticas, probabilidad de impago, desviaciones típicas…) sino que tendríamos que prestar mayor atención a variables como la fuerza del viento, la actividad volcánica, la escala de Richter y la valoración de la indemnización.
En opinión de López, el atractivo principal de los “bonos CAT” es, precisamente, que su riesgo es independiente del mercado y, debido a su baja correlación con éste, son una inversión alternativa que contribuye a la diversificación de nuestra cartera. “Pese a ser catalogados como bonos high yield históricamente tienen retornos superiores a la media de esta categoría y un riesgo inferior”, afirma.
En opinión de Marion son productos que “pueden formar parte tanto de la cartera de un inversor institucional, el más habitual, como de un inversor particular destinando a ellos entre un 3% y un 4% del total”.
En España se han comercializado cuatro fondos de este tipo, sin calificación Morningstar y sin índice de referencia (en el caso del fondo Schroders GAIA Cat Bond F CHF H Acc, la gestora confirma que el producto está cerrado):