Robert J. Shiller, profesor de la Universidad de Yale y Premio Nobel de Economía en 2013, es un experto en burbujas y lo que está ocurriendo actualmente en los mercados no le deja indiferente. Porque cada vez ve burbujas en más activos: así, no solo ve altos precios en la renta variable estadounidense o el real estate, algo que viene denunciando desde hace tiempo, sino también en la renta fija.
En el marco del Amundi World Investment Forum, que reunió recientemente en París a centenares de inversores y ponentes de renombre, aseguró que la actual burbuja no es una burbuja clásica, sino que “es sociológicamente distinta a las anteriores”, al menos a la de principios de siglo. “El inversor no está tan entusiasmado como a finales de los 90; ahora, está más preocupado por el futuro y, con su comportamiento, espera más bien encontrar algo, encontrar yield. Es una situación más dirigida por los sentimientos y son nuevos sentimientos” que los de hace dos décadas. Así, esa búsqueda de rentabilidad que le está motivando a entrar en activos que considera ya caros es el motor de su comportamiento actual.
En su libro “Exhuberancia irracional”, que en un principio hablaba de los altos precios en la renta variable, fue añadiendo en posteriores ediciones capítulos sobre el real estate y ahora, sobre la renta fija. Sobre el mercado de bonos, explica que ofrece las características de una burbuja, pues “los inversores están entusiasmados por las fuertes rentabilidades del pasado pero son conscientes de que la rentabilidad a vencimiento (yield to maturity) no es alta”, pero siguen invertidos. Shiller recuerda que “lo dramático es que los tipos de interés a largo plazo han caído a lo largo de las últimas décadas”, así como la inflación y los tipos reales, lo que hace al experto pensar que “algo fundamental está pasando con la economía mundial… y no es solo debido a la crisis financiera”: de hecho, la caída en los tipos no empezó en 2008 sino hace 20 años.
Aunque cree que es muy difícil de predecir, porque las cosas pueden cambiar de repente, es consciente de que, ante los altos tipos de la deuda, “el mercado de renta fija podría colapsar en algún momento. No sé cuándo acabará la tendencia alcista en ese mercado, pero podría revertir”, dice. “Quizá sí deberíamos acostumbrarnos a tener tipos muy bajos o negativos pero la cuestión es cuánto durará… y hemos de estar preparados ante la posibilidad de que haya correcciones”, añade.
Sobre los mercados en concreto y frente a un EE.UU. que considera caro, dice que Europa (al margen de países como Francia) está más barato. Y, a pesar de los más altos precios en China, cree que “aún tiene sentido invertir para obtener diversificación”.
¿Japonización de Europa?
Sobre la comparación de Europa con Japón, advierte de que la experiencia de Japón es “única en la historia” y no deberíamos hacer un énfasis excesivo. “A veces se juzgan mal los eventos, hay demasiadas estadísticas, pero se toma un ejemplo que se cree representativo y se insiste en él… y Japón está en esa categoría. Es posible que Europa pueda vivir otros 20 años de bajo crecimiento pero yo no lo creo. Soy optimista con Europa aunque no pueda explicarlo racionalmente”.
De hecho, considera poco posible que el concepto de “secular stagnation” pueda aplicarse al continente: “El concepto es importante como pensamiento pero hace referencia a una tendencia de toda una generación o un siglo y se popularizó en la Gran Depresión. Hay argumentos en contra y a favor de esa idea pero lo importante es que está ahí fuera, en el debate público, y está haciendo a la gente ahorrar y a los mercados tener más cautela ante esa posibilidad”.
El mercado es más que los bancos centrales
Sobre los bancos centrales, considera que “en general, tras la crisis, los bancos centrales lo han hecho muy bien, podríamos haber tenido otra Gran Depresión, pero actuaron rápido en 2008”. Considera importante actuar antes de una depresión, justo en el el momento en el que hay que tomar medidas agresivas, dice. Pero también advierte de que “hay una tendencia a enfocarse demasiado en los bancos centrales” y en sus actuaciones para justificar las inversiones, y cree que hay que tener en cuenta que “hay fuerzas sociológicas más fuertes” que dirigen los mercados. “Los bancos centrales tienen además herramientas limitadas, son los que responden de forma más humilde a las crisis”, asegura. En su opinión, el problema es que al bajar tipos pueden crear burbujas en distintos activos, y luego al parar su políticas enfriar la economía; pero recuerda que hay autoridades con otro tipo de herramientas para influir en la economía.
Sobre el debate de la austeridad, consciente de que no hay respuestas simples, cree que es bueno impulsar iniciativas de demanda cuando empieza una crisis, y es bueno bajar impuestos y aumentar el gasto público. Pero, teniendo en cuenta que con esas medidas se crea una economía más vulnerable, “la cuestión es cuándo se puede gastar dinero de forma efectiva, con un buen gobierno no corrupto, así que el modelo debe ser tener un programa para infraestructuras, proyectos y hacerlo bien, y a su tiempo. Puede hacerse bien incluso ahora”, dice.
La crisis: el mejor momento para la innovación financiera
Shiller, que criticó que un posible rescate a Grecia implicaría “cambiar las reglas del juego cuando éste acaba de empezar”, habló también de la innovación financiera, y considera que tras una crisis es el mejor momento de experimentar. En su conferencia, propuso instrumentos innovadores (siempre basados en gestión del riesgo y behavioural finance) para lidiar con la inestabilidad de los mercados, como los bonos ligados al PIB de los países, que “debería ser el futuro de la financiación de los gobiernos”. También habló de nuevos instrumentos hipotecarios en EE.UU., porque aún aún hay mucho apalancamiento -“no nos planteamos que algo pueda volver a ocurrir en el mercado inmobiliario pero es un problema”, dice-, o nuevos instrumentos híbridos que ayuden en el actual escenario.
Y propone además un plan para aumentar los impuestos en un futuro de mayor desigualdad: “Necesitamos plan para prepararnos ante la posibilidad de una creciente desigualdad en el mundo. Los países deberían tener un plan de alza de impuestos en el futuro pero ahora es demasiado pronto”. En su opinión, es mejor introducir la idea de que eso puede ocurrir en el futuro y preparar la legislación ahora, “sería más constructivo”. “ Si proponemos un tipo del 75% –en el último tramo- para los más ricos en el futuro, al menos eso ya es tener un plan”. Porque, para Shiller, hay que vigilar tendencias como la desigualdad o la robótica, que marcarán el rumbo del mundo del futuro: “En 20 años la crisis en Grecia será olvidada, pero los robots serán clave y viviremos en un mundo muy diferente al actual”.
Shiller se mostró en contra de la tasa financiera en Europa -“si pones una tasa a las transacciones en un país, el negocio irá a otro lado”, dice- y también defendió la acción para actuar contra el cambio climático: “No estamos haciendo lo suficiente: el calentamiento global es real y estoy preocupado porque solo tenemos este planeta, no podemos colonizar Marte por ahora”.
La extensión de las burbujas
Shiller está acostumbrado a estudiar las burbujas desde una perspectiva distinta, más centrada en la sociología o psicología social, explica cómo se forjan a través de un proceso en el que la conciencia o memoria colectivas juegan un papel clave. “Los mercados se ven afectos por la extensión de ideas de una persona a otra, por el boca a boca. La burbuja se basa en un contagio de ideas que provoca cambios en los precios”, explica. “Los mercados suben por cualquier razón, y los inversores hablan, lo justifican y todo eso vuelve a la memoria de la gente de forma que cambia su visión del mundo”, explicaba. Y, en este proceso, los medios de comunicación son fundamentales: “No hay burbujas sin medios, porque éstas necesitan contagio”, recuerda.