Ya han pasado 15 años desde que estallase la gran crisis financiera. Fueron muchas las señales que anunciaban un colapso del sistema financiero y, según explica Susannah Streeter, analista senior de inversiones y mercados de Hargreaves Lansdown, las primeras gotas de lluvia que insinuaban que una tormenta financiera podría estar en camino cayeron cuando el banco francés BNP Paribas congeló tres de sus fondos estadounidenses, citando problemas en los mercados hipotecarios de alto riesgo de Estados Unidos.
«Esas salpicaduras de enfriamiento anunciaron un diluvio de destrucción que arrasó los mercados financieros. Los miles de millones de dólares de préstamos concedidos a prestatarios con mala puntuación crediticia se habían troceado, reempaquetado y vendido en los mercados financieros con una lamentable falta de supervisión, y cuando la burbuja inmobiliaria estalló, hizo tambalearse a las instituciones financieras que habían comprado el sueño de los derivados», recuerda.
Pero este no fue el único evento memorable. Según explica Streeter, hubo otras fechas cargadas de fatalidad en los truenos y relámpagos que siguieron cuando los bancos dejaron de prestarse entre sí, pero el 9 de agosto marcó la primera convulsión del sistema. «Los fondos fueron suspendidos y se impidió a los inversores sacar su dinero, después de que BNP Paribas juzgara que había sido imposible valorar los activos, con una marca de calidad muy cuestionada por las agencias de calificación», apunta.
Paralelismos entre el entorno actual y la crisis financiera
La crisis financiera no solo puso de manifiesto las principales vulnerabilidades de los bancos, sino que también reveló grandes fallos en la salud económica de los estados miembros de la eurozona en los años siguientes. Los rescates se sucedieron con rapidez y los inversores perdieron la confianza en los bancos y en la capacidad de los países para hacer frente a sus enormes deudas.
A primera vista, Streeter señala que existen paralelismos con la situación actual, dada la volatilidad que sacude a la renta variable, los movimientos en los mercados de bonos que indican posibles recesiones y los precios inmobiliarios al rojo vivo que muestran signos de enfriamiento. Además, hay nuevos temores de que la eurozona pueda enfrentarse a una grave crisis, esta vez provocada por una crisis energética.
Pero para la experta, la buena noticia es que se considera que los bancos del Reino Unido son lo bastante fuertes como para hacer frente a los riesgos de un mayor deterioro de las perspectivas económicas. «En su último informe sobre los riesgos para la estabilidad financiera, el Banco de Inglaterra afirma que, aunque las perspectivas para el Reino Unido y el resto del mundo han empeorado, los bancos británicos tienen capacidad para apoyar los préstamos a los hogares y las empresas. En 2019 entraron en vigor las normas que garantizan la separación de las ramas minorista y de inversión de los bancos británicos, con el fin de evitar el contagio en caso de que la asunción de riesgos provoque nuevas crisis económicas mundiales», recuerda.
Puede que los consumidores estén haciendo frente a las mayores subidas de precios de las últimas cuatro décadas, pero en comparación con los meses anteriores a la crisis financiera de 2008, Streeter señala que el Banco de Inglaterra cree que no es tan probable que los hogares se endeuden más. «El Banco espera que las empresas en general sigan luchando. Será más difícil para las empresas más pequeñas devolver los préstamos y se espera que algunas empresas quiebren, pero en general, se necesitará un choque mucho mayor para ver un colapso en dominó de las empresas que no pueden pagar sus deudas», tranquiliza.
Unos bancos centrales con la artillería desgastada
Sin embargo, Streeter alerta de que la noticia no tan buena es que los bancos centrales tienen menos herramientas a su disposición para hacer frente a la tormenta económica que se avecina. En agosto de 2007, los tipos de interés en el Reino Unido se situaban en el 5,75%, frente al 1,25% actual, lo que proporcionaba al Banco de Inglaterra un amplio margen de maniobra. En los años siguientes, los tipos bajaron rápidamente para estimular la demanda en la economía y se lanzó un programa de compra masiva de bonos para reducir los costes de los préstamos.
«Hoy esas palancas no se pueden utilizar, ya que crujen bajo la tensión de haber tirado de ellas para hacernos pasar la pandemia. Con los tipos de interés rebajados a niveles ultrabajos, la era del dinero barato ha contribuido a alimentar el fuego de la inflación que los bancos centrales están ahora desesperados por apagar. Así que, en lugar de entrar en una recesión, con la expectativa de que se lance otro salvavidas para sacar a la economía de la crisis, las ayudas actualmente desplegadas se están retirando rápidamente», explica.
El reto de controlar la inflación
Según explica Streeter, el gobernador del Banco de Inglaterra, Andrew Bailey, ha subrayado la importancia primordial de reducir la inflación hasta el objetivo del 2%, diciendo que no habrá peros que valgan. «No es ni mucho menos un lugar cómodo, pero se considera que una economía que pierde fuelle es el precio que hay que pagar para frenar una espiral inflacionista en seco. La dificultad adicional a la que se enfrentan los responsables políticos es que gran parte de la inflación es importada y está impulsada por choques externos más que por fuerzas internas, lo que hará mucho más difícil frenar la espiral de precios», apunta.
Con la previsión de que los tipos sigan subiendo, Streeter advierte de que también aumenta el riesgo de que se desinfle rápidamente la burbuja del mercado inmobiliario. «Se ha culpado a las normas de blindaje concebidas para dar mayor solidez a los bancos de alimentar la subida de los precios. Se critica que el nuevo régimen atrapó un gran colchón de dinero dentro del cerco bancario del Reino Unido y que la liquidez extra que se desplaza contribuyó a alimentar la era de las ofertas hipotecarias muy baratas. Sin embargo, un informe del Tesoro de principios de este año citaba los tipos ultrabajos introducidos por el Banco de Inglaterra y el apoyo pandémico al mercado inmobiliario como los mayores impulsores de la intensa competencia hipotecaria de los últimos años», aclara.