El transporte y la energía son los sectores que habitualmente señalamos cuando pensamos en qué es lo que más contamina. Los datos soportan esta intuición: la energía es responsable de más del 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero y el transporte de un tercio. Pero también hay otras sectores menos obvios que son fuentes importantes de emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera.
En este sentido, la estrategia de Schroders contra el cambio climático plantea precisamente ir más allá de los emisores de dióxido de carbono más obvios. Así lo ha explicado Yashica Reddy, directora de inversión adjunta del fondo Schroders ISF Global Climate Change Equity, en el marco del International Media Conference 2019 celebrado recientemente en Londres. “Nuestra visión es más holística y sentimos que siempre se habla de las mismas fuentes de emisiones, la energía y el transporte. Por supuesto, hay que hablar del vehículo eléctrico y de las energías renovables, pero creo que es muy importante mirar más allá, a las emisiones que se generan en otras áreas que son muy significativas”.
En su opinión, estamos en un período en el que los ingresos y la riqueza global están aumentando y nadie quiere comprometer su estilo de vida. “Queremos vivir como vivimos, pero de una forma sostenible. Por eso, nuestra estrategia asigna capital a industrias de altas emisiones y sectores que están tratando de cambiar la forma en la que operan, limpiando sus procesos de fabricación y encontrando soluciones innovadoras”, señala esta experta.
En este sentido, dos son las claves de la propuesta de la gestora: ayudar a mejorar aquellas industrias que más emisiones realizan y fijarse en sector menos «populares» pero que también son responsables de un alto nivel de emisiones. Reddy pone como ejemplo la industria textil, que representa el 10% de todas las emisiones globales. “El sector textil es responsable de más emisiones que las aerolíneas de cuyo impacto medioambiental se habla mucho más. Hablamos de la conocida como “fast fashion”(moda rápida) con consumidores que compran ropa hecha con tejidos no reciclables para usarla apenas un par de veces. Se trata de pensar cómo podemos limitar eso invirtiendo en empresas que producen, por ejemplo, fibras a base de celulosa o madera, materiales completamente biodegradables”, explica.
Aunque la firma tiene una política de exclusión, también se detiene en analizar caso por caso para ver a qué compañías puede apoyar para que reduzcan sus emisiones, en concreto en el sector del petróleo y el gas. Según afirma, «no invertimos en petróleo y gas porque creemos firmemente que el petróleo y el gas serán activos varados en el futuro. Sin embargo, hay un conjunto de empresas que están invirtiendo fuertemente solo en petróleo y gas y que se están moviendo en esa dirección. Y sí, en alguna ocasión hemos desinvertido en alguna empresa porque ha tomado decisiones en sentido contrario».
Al margen de la política, la inversión con criterios ambientales de Schroders no excluye regiones ni países concretos como EE.UU. “Queremos apoyar a aquellas empresas que están tratando de hacer lo correcto, a pesar de un entorno político difícil. Por eso, aunque tengamos un índice de referencia, somos libres para tomar nuestras decisiones de inversión. El 60% del índice MSCI World está en EE.UU. Y la realidad es que estamos muy infraponderados en el país. Aún así, hay áreas que son extremadamente importantes, como parques eólicos o empresas que intentan hacer cosas interesantes en el mercado estadounidense”, señala Reddy.
A esta visión de la gestora se suma su interés por las energías renovables, una de las palancas de cambios más evidentes para ayudar a la transición energética y luchar contra el cambio climático. En este sentido, la experta considera que éstas todavía se necesitan desplegar a gran escala, pese a que su coste se ha reducido, lo cual sigue siendo un ámbito de inversión muy interesante. «Los fabricantes no pueden detener su producción y todavía confían en el petróleo y el gas como principal fuente de energía. La buena noticia, sin embargo, es que las energías renovables cada vez necesitan menos subvenciones estatales porque la tecnología es más barata y no implica un sacrificio para los bolsillos de los contribuyentes”, concluye.