En los últimos años, muchos inversores han quedado decepcionados con las materias primas, y pocos creen que la rentabilidad de esta clase de activo pueda mejorar sensiblemente, y mucho menos superar a la renta variable o la fija. Por eso, la asignación a ella es muy pequeña. Sin embargo, el entorno macroeconómico es cada vez más propicio para las materias primas.
La reacción de las autoridades a la crisis del COVID-19 ha acelerado la posible transición desde la era de la flexibilización cuantitativa (QE) hacia una etapa de Teoría Monetaria Moderna (TMM), que supondría el mantenimiento de unos estímulos monetarios y fiscales nunca antes vistos de manera coordinada. Este punto de inflexión en la política macroeconómica podría suponer un giro desde la inflación de los activos financieros hacia la inflación de los activos físicos.
Tras un largo periodo de rentabilidades bajas e inversión insuficiente en la oferta, las materias primas ofrecen ahora valores absolutos y relativos destacados. También están en situación de verse favorecidas por las presiones estructurales sobre el dólar y el surgimiento de un mundo multipolar, más volátil.
El COVID-19 está acelerando la senda hacia una nueva era en la política macroeconómica que podría impulsar la inflación y ser muy positiva para las materias primas
Independientemente de que las autoridades usen o no esta denominación, nos parece que estamos asistiendo al nacimiento de una era de TMM global. En la práctica, eso quiere decir que, de aquí en adelante, esperamos que los estímulos monetarios innovadores (QE) se combinen con, y hagan sitio a, ingentes paquetes de estímulos fiscales dirigidos a la economía real con la finalidad expresa de crear empleo y hacer subir la inflación. Aunque estas medidas se venderán como temporales, en realidad, desde el punto de vista político, será muy difícil dar marcha atrás. La enorme inyección de liquidez en EE. UU. puede que ya sea demasiado grande como para evitar que la inflación nos dé un susto (véase el gráfico 1).
La historia reciente nos enseña que la principal consecuencia del QE por sí solo es la inflación del valor de los activos financieros. Las compras masivas de bonos gubernamentales por parte de los bancos centrales han ayudado a forzar que el capital fluya hacia la renta variable y el resto de activos (como los inmuebles), pero eso no se ha filtrado a la economía real, ya que el crecimiento ha seguido renqueando y la inflación baja, y hay aún más desigualdad. Puesto que se centra expresamente en llegar a la economía real, el potencial inflacionista de la era de la TMM será probablemente mucho mayor.
Eso es importante para las materias primas por dos motivos. En primer lugar, las medidas de estímulo fiscal potentes les sentarán bien a la demanda y el precio de esta clase de activo. Además, a lo largo de la historia, las materias primas han ofrecido mejor protección frente a la inflación que la renta variable o la renta fija, sobre todo en momentos en los que no se esperaba. Tal y como podemos ver en las portadas que aparecen a continuación (anexo 1), la mayoría no prevé un retorno de la inflación. No puede haber mejores perspectivas para los activos físicos.
Las materias primas son baratas
Las materias primas son baratas, tanto desde el punto de vista relativo como absoluto. El gráfico 2 muestra la rentabilidad relativa del índice Bloomberg Commodity Total Return (BCOM TR) frente a la del S&P 500. Desde el punto de vista relativo, las materias primas son más baratas hoy que a finales de los 90, y cotizan a precios parecidos a los de finales de los 60.
Los precios al contado de varias materias primas esenciales han vuelto a niveles de los 90 (por ejemplo, el gas natural, el maíz y el aluminio en EE. UU.), y se venden a grandes descuentos en relación con su coste marginal de producción. Incluso aquellas que no son baratas en relación con su coste de producción (como el oro), siguen siendo muy baratas en relación con otros factores, como la oferta monetaria global o el nivel del conjunto de activos que conforman los fondos cotizados en bolsa.
Los bajos precios han provocado una subinversión estructural en la oferta de materias primas
Sobre todo desde 2014, el bajo precio de las materias primas ha provocado una caída de la inversión de capital en nuevas fuentes de suministro. Energía, metales industriales algunos productos agrícolas (como el café) cotizan muy por debajo de los precios de incentivo a largo plazo. Es decir, que ahora mismo cotizan muy por debajo del precio medio necesario para generar un retorno sobre el capital y justificar su gasto. Puesto que muchas de las actuales fuentes de suministro se agotarán, creemos que los precios deben subir con mucha fuerza para incentivar la oferta nueva en todos los escenarios de demanda global de materias primas, incluso en los más optimistas. El gráfico 3 muestra el desplome del gasto de capital en el sector del petróleo y gas en los últimos siete años.
Las materias primas están en una buena situación para verse favorecidas por la posible reversión de la tendencia alcista del dólar
Esta divisa lleva apreciándose desde 2011, y creemos que, ahora, está bastante sobrevalorada. Es la tercera vez que el mercado del dólar vive un ciclo alcista desde los 70, y este es el más largo, porque dura ya más de nueve años (frente a los siete del de finales de los 70 y los ocho del de finales de los 90). ¿Por qué tendría que acabar ahora este ciclo alcista? El gráfico 4, que aparece en la siguiente página, muestra cómo el valor ponderado de cotización del dólar estadounidense respecto al comercio va relativamente de la mano de los déficits gemelos (fiscal y por cuenta corriente) del país. El impacto directo del COVID-19 supone un fuerte aumento del déficit fiscal, al tiempo que el comercial no da muestras significativas de mejora. Creemos que el dólar se devaluará notablemente en los próximos años, y esa devaluación, siempre que ocurra de forma ordenada, probablemente sea bien recibida en Washington. A lo largo de la historia, la caída del dólar ha supuesto un viento de cola para los precios de las materias primas.