La reapertura de las economías tras el COVID-19 desencadenó un fenómeno que los inversores no habían experimentado en décadas. La fuerte demanda se encontró con una oferta limitada, lo que provocó un drástico aumento de la inflación. Los bancos centrales tardaron en reaccionar, culpando a factores transitorios como la guerra de Ucrania por los repuntes temporales de los precios energéticos y agrícolas. Sin embargo, la buena salud de las economías y el bajo desempleo hicieron que estas crisis provocaran un aumento de la inflación interna, y a los bancos centrales no les quedó más remedio que ponerse al día.
La suba de las tasas de interés es el resultado más evidente, y es probable que persista, pero es solo una faceta de las cinco macrotendencias claves que esperamos definan los próximos años a medida que avanzamos hacia un nuevo régimen económico.
1 – Los bancos centrales darán prioridad al control de la inflación sobre el crecimiento
Desde la crisis financiera mundial, los bancos centrales siempre han intervenido en apoyo de la economía real y los mercados financieros ante la primera señal de desaceleración. El recorte de las tasas de interés a mínimos históricos, incluso por debajo de cero en algunos países, y los billones de dólares en flexibilización cuantitativa se consideraron necesarios para combatir el riesgo de deflación.
Ahora, con la inflación en sus niveles más altos de los últimos de 40 años, la presión política aumentó y los bancos centrales cambiaron su respuesta y ahora intentan activamente desacelerar el crecimiento para reducir la inflación, incluso si eso significa provocar recesiones.
La magnitud de la inflación exige que las tasas de interés sigan subiendo a corto plazo y se mantengan más altas durante más tiempo, ya que es poco probable que los bancos centrales flexibilicen su política para apoyar el crecimiento durante algún tiempo.
2 – Los gobiernos responderán con una política fiscal más activa
Dado que las medidas de los bancos centrales van a frenar el crecimiento, esperamos que los gobiernos se muestren más activos en sus decisiones fiscales y de gasto. Intentarán ayudar a hogares y empresas a superar la recesión económica. Estas medidas fiscales podrían entrar en conflicto con las acciones de los bancos centrales y provocar un aumento de la incertidumbre.
Los balances de los gobiernos aún no se recuperaron de los costos de la pandemia, y la suba de las tasas de interés presiona a los gobiernos para que apliquen medidas de austeridad. Sin embargo, los movimientos políticos populistas, que son fuertes en muchos países (ver el gráfico a continuación), se oponen en general a las medidas de austeridad y obtienen su apoyo en plataformas de aumento del gasto.
El aumento del populismo en Europa
Los gobiernos podrían utilizar políticas redistributivas e imponer impuestos más altos a los individuos ricos o a las empresas consideradas beneficiarias de las circunstancias actuales, como una forma de mantener o aumentar determinados gastos. Pero cualquier estímulo fiscal corre el riesgo de avivar la inflación, lo que se opone a la actuación de los bancos centrales.
3 – El nuevo orden mundial supondrá un reto para la globalización
La relación entre China y Occidente es tensa desde hace algunos años, en particular en torno a cuestiones comerciales y tecnológicas. La pandemia aportó una nueva dimensión física a estos riesgos políticos existentes, ya que los graves confinamientos en China provocaron bloqueos generalizados. Esto se sumó a la inflación.
Por separado, pero con resultados relacionados, la guerra de Ucrania extendió las líneas divisorias geopolíticas que ahora están reconfigurando el panorama energético mundial. Esto amenaza con una mayor divergencia entre China y Occidente, lo que podría conducir a un mayor proteccionismo de ambas partes.
En retirada: se habla cada vez más de traer nuevamente la producción a casa
Esto significa que una de las grandes fuerzas deflacionarias de las últimas décadas, el crecimiento de la producción de bajo costo en China se está debilitando y puede haber llegado a su fin. La globalización puede seguir contribuyendo a reducir los costos a medida que la producción se traslada a nuevos países, pero los beneficios fáciles pasaron a la historia, ya que las empresas dan cada vez más importancia a la seguridad del suministro.
4 – Las empresas responderán invirtiendo en tecnología
Las empresas no solo se enfrentan a un aumento de los costos de producción debido al incremento de los precios de las materias primas, sino también a una suba de los costos de personal.
La escasez de mano de obra devolvió a los trabajadores el poder en las negociaciones salariales. Esto está permitiendo a los trabajadores exigir mayores aumentos salariales en respuesta al incremento del costo de vida. La deslocalización como forma de limitar estos costos es cada vez menos atractiva, como se describió anteriormente.
Por otra parte, los costos regulatorios están aumentando, al igual que la tributación. Estos factores harán subir los costos y los precios a corto plazo. La participación de las empresas en el crecimiento económico está amenazada, lo que significa una reducción de los márgenes de beneficio.
Para proteger los márgenes de beneficios, las empresas tienen una vía clara para aumentar la productividad: la tecnología. Esto significa invertir y adoptar un mayor uso de robots e inteligencia artificial cuando sea factible, en lugar de depender excesivamente de la mano de obra.
5 – La respuesta al cambio climático se acelera
Las repercusiones económicas a largo plazo de un cambio climático no controlado serían inevitablemente enormes. A corto plazo, las medidas que se están tomando para frenar el calentamiento global también están resultando perjudiciales. Los gobiernos tardaron en coordinarse y actuar en respuesta a la emergencia climática, por lo que las empresas tomaron la iniciativa.
La transición a las energías renovables provocará un aumento estructural de la inflación de varias maneras. En primer lugar, está el costo de crear la capacidad necesaria. No se trata de un camino lineal, ya que hay escasez de elementos poco comunes de la tierra y otros materiales clave. En segundo lugar, el mayor costo inicial del cambio a una fuente de energía más cara. En tercer lugar, los costos impuestos a través de la regulación para forzar el cambio, a medida que los distintos países y bloques aceleren sus políticas.
La amenaza del cambio climático impulsará probablemente una mayor inversión en soluciones tecnológicas que, de tener éxito, podrían contribuir a reducir el impacto inflacionario y mejorar los resultados de las economías de todo el mundo.
¿Qué significan estas cinco macrotendencias para los inversores?
El cambio de régimen trae consigo la necesidad de una nueva perspectiva del panorama inversor. Tras un ciclo de 40 años de deflación, muchos inversores se encontrarán en un terreno desconocido mientras se adaptan a un período en el que los niveles más elevados de inflación llegaron para quedarse.
Este entorno nos obliga a cambiar nuestra forma de ver la renta fija, por ejemplo, en el próximo período. Con una política monetaria más restrictiva, aumentan los rendimientos de los bonos, y la conveniencia de poseer bonos se basa ahora en el rendimiento que ofrecen, más que en sus ventajas de diversificación.
La forma de valorar los activos cambiará. En lo que respecta a la selección de países o empresas, los inversores tendrán que ser activos y perspicaces a la hora de buscar a los ganadores y los perdedores.
El cambio de régimen va más allá de la inflación y las tasas de interés. Un aumento de inversiones en tecnología y cambios estructurales en las cadenas de suministro y la política energética crearán oportunidades entre una nueva oleada de empresas. Algunos de los temas de inversión que surgieron en los últimos años no harán sino reforzarse, y surgirán otros nuevos.
No hay nuevo régimen para América Latina
Mientras el mundo desarrollado aún se está adaptando a un nuevo entorno después de una década de baja inflación y tasas, los últimos 10 años no han visto un estado estable en América Latina. Los ciclos en Latam han sido más cortos, lo que ha permitido a los Bancos Centrales reaccionar antes para tratar de frenar la inflación.
Las materias primas han sido tradicionalmente un buen refugio contra la inflación y América Latina es un gran exportador de varias materias primas clave. De manera más amplia, la normalización de las tasas ha comenzado a cambiar el equilibrio desde las empresas “de crecimiento” altamente valoradas, donde la mayoría de los ingresos esperados están muy lejanos en el futuro, hacia sectores “de valor” como las materias primas y los bancos, que tienen una gran representación en los mercados latinoamericanos.
El otro beneficio potencial muy importante para Latinoamérica sería un período de debilidad sostenida del dólar. Ha habido una fuerte correlación inversa entre la fortaleza del dólar y los mercados emergentes, lo cual ha sido un gran obstáculo para la región en la última década de fortaleza continua del dólar. Una reversión de esta tendencia daría un impulso muy necesario a la región, donde las valoraciones de muchos sectores son muy bajas y las monedas son baratas.