La guerra comercial entre EE.UU y China lleva meses protagonizando las preocupaciones de miles de inversores. Desde distintas instituciones, ya sean públicas o privadas, se han llevado a cabo multitud de informes sobre el conflicto y sus posibles consecuencias. Una guerra comercial no solo afectaría a sus protagonistas, EE.UU. y China, sino a Europa.
En enero de 2018, Estados Unidos impuso aranceles a productos como paneles solares y lavadoras. En junio de 2018 añadió un arancel del 25% sobre las importaciones de acero y un arancel del 10% sobre el aluminio en varios países. Estos países, a su vez, impusieron aranceles a EE.UU. como represalia.
Desde el principio, el presidente de los EE.UU., Donald Trump, justificó las tarifas argumentando que varios países, especialmente China, han explotado a los EE.UU. y que por tanto, se necesitaba de aranceles como castigo y método de presión para negociar acuerdos más favorables para los intereses de EE.UU.
Russ Roberts (Hoover Institution) opina que,“es normal que los flujos comerciales sean desiguales en el mercado global”.
Por otra parte, EE.UU. puede ser otra gran perjudicada, ya que los consumidores de Estados Unidos pueden reducir sus compras de los productos nacionales si estos incrementasen su precio.En cuanto a los productores de estos bienes, al ver reducidas sus ventas despedirán a los trabajadores y comprarán menos materias primas.
¿Qué beneficios ofrece un mercado de comercio más libre a consumidores, trabajadores y compañías?
El libre comercio es engañoso. Sus costes son fácilmente visibles, mientras que muchos de sus beneficios se ocultan o se malinterpretan fácilmente.
Desde los 2000, EE.UU ha incrementado su comercio con China. El resultado ha sido la pérdida de millones de trabajos de fabricación. La automatización también ha causado la pérdida de trabajos de fabricación ya que una mejor tecnología permite a las fábricas producir más con menos trabajadores.
Sin embargo, el número total de trabajos es mucho más alto (aproximadamente 14 millones). La mayoría de los estadounidenses se benefician de los precios más bajos, y con el tiempo las ganancias se destinan a la próxima generación que llega y hereda un mundo más rico. Esto de notó especialmente en la agricultura.
En 1900, el 40% de los estadounidenses trabajaba en la agricultura. En el último siglo, hemos encontrado formas de cultivar una cantidad de alimentos inmensamente mayor con una fuerza de trabajo mucho más pequeña. Para los agricultores esa fue una transición difícil. Pero los hijos y nietos de esos agricultores heredaron un mundo con muchas más oportunidades fuera de la granja porque necesitábamos menos recursos para alimentar a la nación.
El mismo proceso está sucediendo con el comercio. Debido a que, por ejemplo, China puede fabricar ropa y juguetes mucho más barato que los estadounidenses, podemos tener muchos más bienes y servicios que si excluimos la competencia china a través de aranceles.
Y esos otros bienes y servicios emplean a millones de estadounidenses; simplemente, no solemos notar que esos trabajos se crean por la oportunidad de comprar a bajo coste a China.