Robert Hackney, director ejecutivo de Fist Eagle Investment Management (cuyos productos distribuye Amundi en Europa), es un gran convencido de la gestión activa, con filosofía de valor, y un gran crítico de la pasiva. Por una razón muy sencilla: quiere invertir únicamente en valores que conozca y cuyas posiciones le permitan dormir por la noche, algo que no permite la gestión ligada a índices.
“Cuando miras al mundo siempre hay incertidumbres, las crisis son una constante, y lo único que te permite sobrevivir es tener un ancla de valor. Si no conoces lo que tienes en cartera y cae, no hay nada que pueda causar peor sensación, pero si lo sabes, entenderás las razones o lo achacarás a las fluctuaciones del mercado”, explicaba en una reciente conferencia con periodistas en Madrid. Porque, aunque es consciente de que los índices han sido creados para ciertos propósitos, tienen un problema en la elegibilidad de sus componentes, pues se rigen por el tamaño, situación o industria pero no por razones de mérito desde el punto de vista de la inversión.
Pero también ocurre que ese tipo de inversiones son las que permiten que gestores value como él puedan tener grandes oportunidades. El experto explica que en torno a un 75% de lo que se negocia en los mercados no tiene lógica económica -entre un 35% y un 40% de las negociaciones vienen de productos indexados y entre un 25% y un 30% del trading de alta frecuencia-. Porque esas negociaciones, en lugar de tener en cuenta los precios, se realizan por otros motivos, por la necesidad de comprar y vender en algunas ocasiones. Esto tiene como resultado que, “cualquiera que sean los precios en el mercado, son equivocados, son o demasiado altos o bajos y sería algo aleatorio si el precio fuera igual al valor intrínseco”. Este contexto de mercado movido por la actividad de los grandes índices y traders permite sin embargo que surjan grandes oportunidades para los inversores centrados en analizar el valor intrínseco de las compañías y comprar solo cuando hay oportunidades.
Porque Hackney, que habló del First Eagle Amundi International Fund -un fondo gestionado con filosofía value aplicada a la renta variable global y cuyo principal objetivo es evitar el deterioro del capital y preservar el poder adquisitivo a lo largo del tiempo-, explica que solo compran cuando ven oportunidades. Y cuando no, son pacientes y recurren a la liquidez. Así, en la cartera tienen cabida acciones e instrumentos vinculados a la renta variable, compañías de calidad con descuentos frente a ese valor intrínseco, lo que refleja su convicción, pero también efectivo y bonos públicos a corto plazo, lo que refleja esa posibilidad de ser pacientes.
Actualmente tienen bastante liquidez, pues son “tiempos peligrosos”. Su época de menor liquidez fue en marzo de 2009, cuando el mercado había caído y había grandes oportunidades de inversión; y la de mayor liquidez fue marzo de 2014, cuando no había nada que comprar barato. “La volatilidad es la fuente del margen de seguridad y cuando surgen oportunidades, compramos; lo ideal es hacer lo contrario a lo que dictan las emociones. No hay que tratar de hacer timming de mercado sino escuchar al mercado”, añade. Y, con respecto al a liquidez, ofrece una gran lección vital, fruto de su experiencia de 36 años en los mercados: se necesita tener liquidez en cartera y “ahí se equivocan los gestores pasivos cuando dicen que lo mejor es estar totalmente invertidos”.
Hay un tercer componente en cartera que ocupa menos del 10% de la misma: valores relacionados con el oro, que actúan como seguro potencial frente a acontecimientos extremos e impredecibles del mercado, lo que refleja su prudencia. Para el experto, “vivimos en un mundo macro totalmente manipulado y cuando miramos el comportamiento del oro a lo largo de la historia vemos que ha añadido un componente contracíclico a la renta variable. El oro ha reflejado el declive de la confianza en la econonomía en los últimos años, es el espejo que refleja nuestra confianza y miedos.
Además, es una alternativa al sistema monetario, relativamente nuevo, basado en una confianza que ahora no existe”, dice, así que lo tiene en cartera como un seguro ante potenciales problemas -en el producto UCITS no puede tener oro físico pero sí en el fondo estadounidense original, donde cuenta con lingotes distribuidos en diferentes lugares-. “Somos agnósticos sobre el precio del oro, no importa si sube o baja, lo importante es el comportamiento de las acciones. De hecho, estaré feliz si el oro pierde valor poque eso significa que la renta variable se dispara, pero eso ocurriría en un mundo perfecto”, explica.
Con esta filosofía el fondo obtiene menor retorno que el mercado en periodos de burbujas y mercados fuertemente alcistas; más que el mercado cuando estallan las burbujas y los mercados son bajistas –como el pasado agosto- y se comporta en línea cuando los mercados son planos y alcistas. “Pero, a la larga, perder menos en los tiempos malos te permiten ganar más”, dice.
La parte de renta variable
La parte de renta variable es gestionada con una filosofía value y desde un punto de vista global. “Para Benjamin Graham, aunque aplicó el value fundamentalmente a la bolsa estadounidense, hay un gran diferencia entre inversores y especuladores pero no la hay entre diferentes clases de activos o geografías, porque una buena inversión es una buena inversión. Tiene razón y nosotros pensamos que el rol de un buen inversor es el mismo que el de un comisario de un museo y consiste en seleccionar y separar el arte de lo que es basura”, afirma.
Al invertir, busca empresas con poder de fijación de precios de forma sostenible, por su dominio en el mercado. “Nos gustan los monopolios y oligopolios”, dice. Entre sus 10 mayores posiciones figuran firmas -principalmente estadounidenses pero con carácter global- como Microsoft, Oracle, Northrop Grumman, Comcast, KDDI, Intel, Secom, American Express, Bank of New York Mellon o 3M.