¿Recuerdan dónde estaban el 15 de marzo de 2020? Si echamos la vista atrás, hace un año hacíamos acopio de papel higiénico, levadura y comida para pasar encerrados semanas. La mayoría de los países desarrollados ya había decretado cierres y paralizado sus economías. Mientras, el virus del COVID-19 contagiaba a los mercados. Un capítulo “negro” de nuestra historia que, en términos de mercado, se tradujo en un desplome del 35% en solo 23 jornadas bursátiles.
Según señala la última edición del Global Investment Returns Yearbook de Credit Suisse, publicado por el Credit Suisse Research Institute en colaboración con la London Business School, la caída de las bolsas de valores provocada por la propagación del COVID-19 fue la más rápida de la historia, aparte del crash de octubre de 1987. Sin embargo, reconoce que la recuperación en EE.UU. y en muchos otros mercados fue excepcionalmente rápida, apoyada por un enorme estímulo presupuestario y monetario. Una situación que ha visto la luz al final del túnel cuando a finales de 2020 se anunció la llegada de las vacunas.
Si bien todos los mercados estuvieron expuestos a la COVID-19, algunos países emergentes lograron controlar rápidamente el virus, entre ellos China, Corea del Sur y Taiwán (Taipei Chino), que en conjunto representan aproximadamente dos tercios del valor total de los mercados emergentes.
Durante los últimos doces meses y pese a la gran volatilidad del mercado, el dinero no dejó de moverse hacia los fondos. Según los datos de Morningstar, correspondientes a los fondos abiertos y ETFs domiciliados en Europa, los activos en fondos a largo plazo alcanzaron los 10,359 billones de euros a finales de diciembre de 2020. Esto marcó un nuevo récord para la industria de fondos de Europa.
Según explica Ali Masarwah, director para EMEA de Editorial Research en Morningstar, “el miedo a perderse y creer que no hay alternativa a la renta variable podría considerarse una señal de 2020. Los bajos rendimientos de los bonos y las políticas monetarias extremadamente laxas, junto con las políticas fiscales expansivas observadas en todo el mundo, han seguido animando a los inversores a recurrir a los fondos a largo plazo. La enorme demanda de fondos de renta variable observada en el cuarto trimestre de 2020 se mantuvo ininterrumpida, aunque la fuerte tendencia alcista de la renta variable perdió fuerza en enero.»
Según los datos de Morningstar, los fondos a largo plazo atrajeron entradas de 89.500 millones de euros en enero de 2021, el tercer mejor mes registrado para los fondos a largo plazo después de enero de 2018 y diciembre de 2020. Por tipos de fondos, las estrategias de renta variable fueron los principales beneficiarios de la modalidad risk-on, atrayendo 51.700 millones de euros, seguidos de los fondos de renta fija que captaron 27.900 millones de euros. Por su parte, los fondos de materias primas se recuperaron después de dos meses negativos consecutivos, con 2.500 millones de euros. Los fondos de asignación registraron entradas de 6.100 millones de euros, considerablemente más que la media mensual de los últimos 12 y 36 meses, pero muy por debajo de los días de apogeo de 2017-18. Los fondos alternativos sólo registraron flujos netos negativos, lo que supone un respiro para los proveedores de estos productos regulados que imitan a los fondos de cobertura, después de los torrentes de salidas que afectaron a este amplio grupo de categorías en los últimos años.
En el mercado estadounidense, desde Morningstar apuntan que “diciembre puso fin a un año salvaje en los mercados y en los flujos de fondos”. La renta variable se vendió bruscamente en el primer trimestre de 2020, pero el S&P 500 se recuperó y cerró con un máximo histórico el 31 de diciembre. “Las medidas adoptadas por la Reserva Federal a mediados de año ayudaron a apuntalar los mercados de bonos. En medio de la agitación, los inversores parecieron reajustarse de la renta variable a la renta fija en un número récord, evitando a menudo los fondos de inversión abiertos en favor de los fondos cotizados”, señalan.
En total, los fondos de inversión a largo plazo y los ETFs atrajeron más de 86.000 millones de dólares en diciembre. A lo largo del año, los fondos a largo plazo lograron 212.000 millones de dólares, aunque esta cifra fue muy inferior a los 356.000 millones de dólares de entrada media anual desde 2010 hasta 2019.
Por último, sus cifras muestran que los fondos de inversión nunca se recuperaron realmente de la paliza que recibieron en marzo, cuando los inversores retiraron de ellos un récord de 336.000 millones de dólares. En el año, los 289.000 millones de dólares de salidas netas superaron fácilmente el récord anterior de 169.000 millones de dólares establecido en 2018. Aun así, los fondos de inversión tenían más de 18,2 billones de dólares en activos a finales de 2020, más de tres veces los activos de los ETFs.
Lecciones aprendidas
Sin duda, las lecciones aprendidas este año son muchas y sobre todo afectan a numerosos ámbitos. En opinión de Mobeen Tahir, director asociado de WisdomTree, lo primero que hemos aprendido es que los riesgos teóricos pueden convertirse en reales. “La lección es que aunque la volatilidad del mercado puede crear oportunidades, desplegar el capital significa asumir riesgos. Las cosas no siempre funcionan a tu favor, pero ser consciente de los riesgos que conlleva puede ayudar a los inversores a tomar decisiones informadas”, señala.
También apunta otra realidad: la desconexión del mercado con la economía. Una idea en la que coincide Tina Fong, estratega de Schroders: “2020 será recordado para siempre como el año del gran bloqueo, cuando el COVID-19 provocó la crisis más profunda desde la Gran Depresión. La economía real se paralizó repentinamente y el distanciamiento social se convirtió en norma. Pero hubo una sorprendente desconexión entre la realidad económica y el mercado, donde la caída fue relativamente breve y los activos, en particular las acciones, repuntaron incluso por encima de los niveles anteriores a la pandemia”.
En su opinión hay varias explicaciones a este comportamiento. “La principal es que los mercados son de naturaleza prospectiva, por lo que los precios de los activos reflejan las expectativas de los inversores sobre el futuro crecimiento económico y los beneficios empresariales. En cambio, la mayoría de los datos económicos nos dicen lo que ha sucedido en el pasado o la situación actual de la economía”, argumenta Fong.
Por último, Tahir señala una conclusión más: nos espera una recuperación desigual. “El hecho de que los índices alcancen máximos históricos puede enmascarar a menudo la historia subyacente. El repunte de los mercados mundiales de renta variable ha sido todo menos uniforme entre sectores, factores y geografías. Mientras que algunos inversores tácticos pueden haber saltado ante la divergencia de rendimiento y los elevados niveles de volatilidad, los inversores estratégicos probablemente recordaron la necesidad de diversificar. La sincronización del mercado no sólo es difícil, sino que es algo que la mayoría de los inversores a largo plazo ni siquiera se proponen”, afirma.
Según la valoración que hace el director asociado de WisdomTree, el impacto duradero de la pandemia en los mercados era quizás un resultado inevitable, pero queda por ver si los inversores aprenderán de todas las lecciones que han ofrecido estos acontecimientos. “Las decisiones de inversión pueden verse alteradas durante los próximos años, pero con los programas de vacunación que siguen desplegándose, y que son eficaces, es de esperar que el fin de la pandemia no esté demasiado lejos”, concluye.
Mirando al futuro
En opinión de Geraldine Sundstrom, gestora del fondo Dynamic Multi Assets Fund de PIMCO, la pandemia quedará controlada en la segunda mitad de 2021. “Si se cumple nuestro escenario base, seremos testigos de que las economías pasarán de estar bloqueadas a abiertas, de que se desatará una gran demanda reprimida y de que los estímulos fiscales y monetarios seguirán echando leña al fuego. Naturalmente, surgen dudas: ¿será esto inflacionario? ¿Se verán los Bancos Centrales obligados a subir antes? ¿Cuántos sustos económicos habrá?… Las perspectivas son ciertamente brillantes, incluso más brillantes de lo que se esperaba anteriormente, por lo que, naturalmente, el nivel de los rendimientos de los activos tiene que reajustarse de alguna manera y los activos de riesgo (al ser flujos de caja descontados) quedan atrapados en el proceso”, argumenta.
Tras haber pasado este primer año de pandemia, los inversores deberían fijarse en tres aspectos clave de las perspectivas económicas: la reactivación de las economías, el cambio que han sufrido y la inflación. “En general, y aunque persiste la incertidumbre, los inversores tienen motivos para ser optimistas con respecto a las perspectivas económicas”, apunta Shamik Dhar, economista jefe en BNY Mellon Investment Management.
En su opinión, cuando las economías se reabran, el simple hecho de que la tasa de ahorro vuelva a niveles normales, o incluso algo superiores a lo normal, se traducirá en un fuerte gasto en consumo (de entre el 5% y el 10%, según el país). “Aunque la actividad económica regrese a los niveles previos a la pandemia con relativa rapidez, la naturaleza de esa actividad será muy diferente. Tras rebotar a corto plazo, la demanda de bienes y servicios presenciales podría estabilizarse en un nivel inferior al del pasado, lo que implica menos viajes, menos transporte, menos compras en tiendas físicas, más pedidos a domicilio, etc. Por el contrario, es probable que la demanda de bienes y servicios que pueden consumirse de forma remota (a domicilio, en línea, etc.) siga siendo elevada. Como resultado, los precios y las rentabilidades relativas de los distintos sectores económicos experimentarán cambios sustanciales”, concluye Dhar.