La intervención de Jerome Powell en Jackson Hole, que fue bastante neutra y en línea con sus comentarios más recientes y con las últimas minutas, aunque con regusto hawkish, confirmó la importancia de la evolución de los datos macro a la hora de tratar de pronosticar cuáles serán los próximos movimientos del banco central estadounidense.
En este sentido, el jefe de la Fed goza de una situación relativamente cómoda: un crecimiento sólido por encima de tendencia, una tasa de desempleo cerca de mínimos, una clara inercia bajista en inflación (el IPC se situaba por encima del 8% en agosto de 2022, y hemos descendido hasta el 3,2%) y unas expectativas para precios de bienes y servicios bien ancladas. Además de unos tipos reales positivos y al alza, que continuarán frenando la actividad económica (del 2,5% en agosto de 2022, frente al 5,5% actual), y unos inversores que ya no anticipan recortes hasta mediados de 2024.
El martes conocimos la actualización de la serie JOLTs de vacantes en el mercado de trabajo, que sorprendió negativamente (dejando la ratio de puestos pendientes de cubrir por desempleado en 1,51x desde los 1,97x con los que cerrábamos 2022) y que vino acompañada por la publicación de los índices de confianza del Conference Board (condiciones actuales y esperadas). Además de quedar por debajo de los pronósticos, sufrió revisiones a la baja sobre las cifras de julio.
Con el mercado ávido de indicios que apunten un cambio en la dirección de la política monetaria, los datos malos son interpretados como buenos y los bonos subieron fuerte al igual que la bolsa; algo bastante inusual en el contexto del enfriamiento en el mercado de trabajo, como muestra la gráfica:
El repunte en precio del TBond tiene soporte fundamental. Los datos del martes ponen en duda la previsión del PIB del 5,9% que arroja el GDPNow de la Fed de Atlanta. Las cifras sugieren un debilitamiento significativo de la demanda de mano de obra, con 8,83 millones de ofertas de empleo, muy por debajo de las expectativas de 9,5 millones (la caída en vacantes los últimos tres meses es la más pronunciada desde el inicio de la serie) y en línea con la reciente revisión del BLS respecto a la creación de empleo (-306.000 como dato preliminar a cierre de marzo, publicado el 23 de agosto). La constatación de un empeoramiento en el mercado de trabajo constituiría el catalizador para el inicio de una tendencia al alza en el precio de los bonos soberanos. La disminución en interés por contratar mano de obra confirma el empeoramiento en el sector industrial (y más recientemente también en el de servicios) reflejado en la publicación de los flash PMIs europeos y estadounidenses.
Por todo ello, será interesante contemplar la evolución del consumo este otoño, habida cuenta, como explica este breve informe de la Fed de San Francisco, de la proximidad de la desaparición del exceso de ahorro acumulado durante la pandemia (por trasmisiones de riqueza desde los gobiernos y diferimiento del gasto). En EE.UU. llegó a superar los 2 billones de dólares, que en marzo se cuantificaba en unos 500.000 millones y que antes del verano se situaban por debajo de los 200.000 millones.
Este supuesto drenaje en la capacidad de gasto del americano medio podría ser el catalizador de la entrada en negativo del indicador (coincidente) de condiciones económicas del Conference Board (CB). Este, como muestra la gráfica, se ha desmarcado claramente del índice de expectativas, que, entrando en números rojos y atendiendo a la infalibilidad de este índice en los últimos 60 años, confirmaría que hemos entrado en recesión.
El buen desempeño del sector corporativo sigue siendo el soporte al que se aferran los inversores. Los datos de inflación que vienen pueden verse beneficiados por el efecto de la caída en precios de vivienda (que, por cierto, están volviendo a repuntar).
Sin embargo, la economía estadounidense puede enfrentar un periodo de turbulencias a medida que los efectos diferidos del endurecimiento en política monetaria y préstamo bancario se hagan más evidentes, coincidiendo con la desaparición del exceso de ahorro, la reanudación del pago de intereses sobre préstamos a estudiantes y el enfriamiento en el mercado laboral. Otros factores que afectarán al alza la volatilidad a finales de mes podrían encontrarse en un posible cierre de operaciones del gobierno, en el contexto de un gobierno dividido o el efecto potencial que la huelga de trabajadores del sector automotriz estadounidense tendrá sobre las cifras de creación de empleo en octubre-noviembre.
La complacencia en el plano macro amplificará el efecto de sorpresas negativas en el ámbito del crecimiento económico. La combinación del proceso de desinflación en curso y la moderación en esa percepción de crecimiento beneficiará a los bonos del Tesoro y, aunque la caída en TIRes favorecerá las valoraciones en bolsa, el deterioro en el fondo macro (y su efecto sobre la evolución en beneficios por acción) pesará más. Por ello, el binomio riesgo/retorno favorece los primeros sobre los segundos.