Este fin de semana se ha celebrado el aniversario de la quiebra de Lehman Brothers, uno de los hitos más relevantes que marcaron la crisis financiera de 2008. En mitad de aquel caos, y 24 horas después, nacía TwentyFour Asset Management, una boutique especializada en renta fija fundado por nueve empleados, que tenía por delante una industria de fondos que cambió de la noche a la mañana.
“En la última década, hemos sido testigos de una expansión sin precedentes en el papel y el poder de los bancos centrales globales, cuyos balances combinados ahora superan los 15 billones de dólares. Las curvas de rendimiento son más bajas y planas que antes de la crisis, gracias a una combinación de aversión al riesgo y relajación cuantitativa. Esto ha distorsionado la relación entre las tasas de interés y la inflación, y ha destruido la prima a plazo, una señal reveladora de que los mercados aún no se han normalizado. Además, Hemos visto una transformación en el volumen y la calidad del capital en el sistema bancario global, junto con un cambio radical en la regulación del sector”, señala Graeme Anderson, presidente de TwentyFour Asset Management.
Anderson recuerda que, tras la bancarrota de Lehman Brothers y ante la previsión de que no obtendría mandatos, tuvieron que replantearse todo su modelo de negocio. “Dijimos que era mejor repensar todo lo que creíamos saber sobre los mercados financieros, porque este era un nuevo capítulo”, recuerda. Como él, el mercado y las gestoras no volvieron a ser los mismo tras aquel 15 de septiembre de 2018.
“Cada crisis de mercado ofrece lecciones que deben aprenderse, y sinceramente algunas para aprenderlas dos veces. En 2007-2008, los inversores recibieron la lección de cómo pueden caer los precios de la vivienda a la vez en todo el país y cómo estaba interconectado el sistema financiero global, para bien o para mal. Aprendimos que los bancos estaban demasiado poco capitalizados para respaldar un comportamiento de más riesgo o riesgo sistémico. Lo que muchos inversores aún tienen que aprender es que los buenos tiempos no duran para siempre”, destaca Ed Walczak, Portfolio Manager, Vontobel Asset Management, cuando analiza cómo han cambiado las cosas tras quiebra de Lehman Brothers.
En opinión de Juan Ramón Casanovas, Head of Private Portfolio Management de Bank Degroof Petercam Spain, aquella quiebra y la crisis internacional han provocado, en primer lugar, un nuevo marco regulatorio para las entidades financieras. “Los grandes excesos cometidos en el pasado han traído cambios radicales en la legislación. En 2010 entró en vigor la ley de reforma de Wall Street, se inician los test de estrés de las entidades financieras y se crean organismos nuevos de supervisión. En Europa y en el resto del mundo hemos vivido grandes concentraciones y fusiones de entidades financieras, cambiando en algunos países como España el mapa del sistema financiero. Los rescates con fondos públicos han acarreado fuertes críticas. Se han multiplicado los casos de multas a los bancos por incumplimientos. Otra consecuencia ha sido la fuerte legislación para la comercialización y compra de nuevos productos, una muestra de ello es la normativa MiFID”, explica Casanovas.
Este aumento de legislación ha supuesto que el sistema bancario global parezca mucho más sólido ahora que hace diez años. “Se han establecido muchas regulaciones para asegurar que los bancos están mejor capitalizados para su modelo de negocio. Por ejemplo, el apalancamiento fue reducido significativamente, por un lado, fortaleciendo la base de capital y, por otro lado, reduciendo significativamente la negociación por cuenta propia. En este sentido, los bancos probablemente se enfrentarían bien a una situación comparable en la actualidad”, apuntan Thomas Herbert y Michael Blümke, gestores de cartera de Ethenea Independent Investors.
Más allá de la regulación
El cambio no ha sido solo para el sector en términos de regulación o entorno económico, sino que en opinión de Amundi Asset Management, también ha cambiado la forma en la que los gestores asignan los activos. “Desde una perspectiva de construcción de cartera, actualmente vemos tres áreas principales de desarrollo, ya que no todas las lecciones de la crisis se han traducido en soluciones reales. Primero, se considera un concepto más amplio de riesgo, que no solo se limita a la volatilidad sino también a la liquidez. En segundo lugar, se tienen en cuenta nuevos perfiles de riesgos en todas las clases de activos, y por último, se mejoran y ganan relevancias las estrategias de diversificación”, explican desde la firma.
El cambio en la forma en que las gestoras asignan los activos y componen las carteras, también responde a que el inversor ha cambiado. Ahora, los inversionistas son más cautelosos y por tanto es más probable que cambien de opinión cuando la volatilidad se asome de nuevo. “Comprar y mantener” ha pasado de ser una máxima confiable a un triste lugar común que muchos inversionistas ya no pueden acoger.
En opinión de Dave Lafferty, estratega en jefe de inversiones de Natixis IM, a medida que las actitudes de los inversionistas han cambiado, también lo han hecho los mercados. “Debido a que el fracaso de Lehman fue en partes iguales una crisis de crédito y de liquidez, los inversores han llegado a exigir una mejor protección y mayor liquidez en sus inversiones. El sector se ha demostrado estar más dispuesto a desarrollar nuevos productos y estrategias que prometen reducir la volatilidad, gestionar exposición a la baja o reducir la correlación con la caída de los mercados”, afirma Lafferty.
Riesgos actuales
Pese a todo lo aprendido y mejorado tras la crisis, las gestoras coinciden en que todavía quedan aspectos que cambiar y retos a los que enfrentarse. “Las políticas ultra expansivas, tanto monetarias como fiscales, que se necesitaban en ese momento para evitar una depresión económica, no han saneado la raíz del problema. Son capaces, en el mejor de los casos de suavizar el ciclo, pero han tenido poco efecto en la tendencia, lo que depende de las reformas políticas y de la voluntad de hacerlas. Por el contrario, dado que algunas de estas medidas extraordinarias están todavía en marcha, están retrasando aún más el ajuste necesario”, advierte Fabrizio Quirighetti, responsable de multiactivo de SYZ AM.
Desde Schroders se plantean dónde están ahora esos desequilibrios, para poder identificar las fallas futuras de la economía mundial. “Descubrimos que ha habido cambios significativos en la economía mundial de tal manera que los desequilibrios son menores, pero han cambiado de modo que los riesgos son diferentes a los de hace una década”, señala Keith Wade, economista jefe y estratega de Schroders. En este sentido, Wade pone el foco en tres elementos: los mercados emergentes son todavía vulnerables, persiste el déficit por cuenta corriente de los Estados Unidos y habrá una inevitable apreciación del euro.