Warren Buffett recompró acciones de su compañía de inversión Berkshire Hathaway en el último ejercicio financiero por un importe equivalente a casi 5.000 millones de dólares. Esto, según Kai Lehman, analista senior del Instituto Flossbach von Storch Research, un hecho importante para los accionistas de la compañía. Buffett anunció en su día que solo volvería a comprar sus propias acciones si el valor intrínseco de la compañía en libros no excediera el precio de mercado en más del 20%.
Si se aplica esta suposición a las grandes corporaciones estadounidenses del S&P100, se podría asumir que la alta actividad de recompra de las empresas indicaría una infravaloración permanente del mercado bursátil. “Sin embargo, esta tesis desgraciadamente no es cierta en muchas compañías debido a la fuerte recesión que está surgiendo a raíz de la crisis del coronavirus”, subraya Lehman.
La discusión sobre los pros y los contras de la recompra de acciones es tan antigua como el propio método. Durante años, los críticos lo han denominado como “ingeniería financiera”, apuntando a una falta de creatividad por parte de aquellos que lo llevan a cabo. “A su parecer, las recompras de acciones deberían ser el último recurso que solo debería de usarse si no se presentan otras oportunidades de inversión atractivas para el capital libre”, asegura el analista.
“Esto implica no solo que el equipo directivo haya analizado cuidadosamente otras oportunidades de inversión, sino también que los fondos a utilizar estén realmente disponibles”, asegura Lehman. Sin embargo, que esta sea la práctica habitual es algo dudoso, según Lehman.
De hecho, la teoría está del lado de quienes abogan por la recompra de acciones a crédito. Por ejemplo, la estructura de capital puede optimizarse mediante la recompra de acciones propias, ya que aumenta la proporción de capital de deuda de una forma relativamente barata. Como resultado, se obtiene una reducción en el coste de capital, ya que el coste de la deuda es generalmente más bajo que el del capital social.
Sin embargo, esto solo funciona si los costes marginales del capital prestado adicional estén por debajo de los llamados coste promedio ponderado del capital, WACC por sus siglas en inglés. “Por lo tanto, con la reducción de capital social mediante la financiación de la deuda, se matan dos pájaros de un tiro. Capital arriba, deuda abajo”, asegura Lehman.
Sin embargo, el experto destaca que, actualmente, resulta cada vez más evidente que esto no es una recomendación para el empresario pensando a largo plazo, sino más bien una consideración puramente teórica del mercado de capitales de las “finanzas modernas”. “Porque en este momento el efectivo es el rey nuevamente y la capacidad de una empresa para cubrir sus deudas es la base de la decisión de inversión de los inversores, ahora más que nunca”, advierte Lehman.
Si observamos la actividad de recompra de las grandes corporaciones estadounidenses, el credo de los últimos años ha sido diferente. Por ejemplo, en los dos últimos años fiscales, impulsado por la reforma tributaria integral en Estados Unidos, las compañías del S&P100 han recomprado acciones por valor de alrededor de 500.000 millones de dólares por año. Esto es, aproximadamente, cinco veces la cantidad recomprada en 2009. Si bien las compañías han sido comparativamente constantes en el pago de dividendos, Lehman apunta a que parecen haber actuado de forma un poco más oportunista en sus recompras de acciones. No obstante, el analista subraya que “las empresas no tuvieron demasiada suerte en sus esfuerzos por anticipar el mercado”.
El gasto en recompra de acciones fue bajo en 2009 no solo debido a los bajos precios de las acciones, sino que menos de la mitad de las empresas llevaron a cabo recompras de acciones. La incertidumbre sobre el desarrollo del futuro macroeconómico resultó ser demasiado grande. La situación fue bastante distinta en el año fiscal 2019, con una confianza rara vez mayor ante la fuerte actividad económica y los bajos tipos de interés, con la gran mayoría de las empresas (85%) recomprando sus propias acciones.
Por lo tanto, añade Lehman, las empresas no pudieron escapar de la prociclicidad típica. “Cuando los precios de las acciones tocan fondo, las compañías prefieren mantener su dinero unido. Si, de manera contraria, los precios de las acciones han aumentado bruscamente a lo largo de los años, se utilizan todos los medios para no correr el riesgo de caer aún más”, asegura el analista. Como sugieren los índices de endeudamiento, que han aumentado simultáneamente desde 2014, las empresas también han utilizado el crédito que supuestamente está disponible libre de gastos.
“Tan solo unos trimestres después, el mundo está repentinamente en una situación completamente distinta”, afirma Lehman. Aunque durante años, pareció que se destruía valor manteniendo la liquidez como amortiguador frente a una economía en marcha con tipos de interés bajos, las preferencias han cambiado en muy poco tiempo. “De pronto faltaban los fondos que anteriormente se destinaron a la recompra de acciones propias. No menos rápido, los mismos gestores se enfrentaron a una montaña de deudas, cuyo tamaño parece más amenazante cada día que pasa con déficit adicional de flujo de efectivo”, añade el experto.
Sin embargo, el hecho de que incluso los inversores con una reputación sobresaliente, como Buffet, realicen recompras de acciones de manera oportunista, no debe ser, según Lehamn, un motivo para demonizados per se. Pero también es un hecho: 5.000 millones de dólares es un tamaño manejable con beneficio anual anunciado de más de 80.000 millones de dólares y un balance extremadamente sólido. “Como esta es una excepción a la regla, los inversores siempre deben preguntarse si los directivos tienen siempre en cuenta la solvencia de la empresa al decidir recomprar acciones y no que la compra esté sujeta al imperativo institucional”, concluye Lehman.