Los esfuerzos de reguladores y agencias de calificación para que los bancos incrementen sus niveles de deuda no supondrán un cambio real en cuanto a quién asumirá el coste de una nueva crisis: los inversores y los que ahorran para su jubilación, asegura Gregory Turnbull-Schwartz, gestor de renta fija en Kames Capital.
Turnbull-Schwartz añade que los bancos se están viendo forzados a captar grandes cantidades de capital, lo que incrementa tanto los costes como los riesgos a los que se enfrentan las entidades.
“El Financial Times cifraba hace poco en 1,1 billones de euros la cantidad que tendrán que captar los bancos para cumplir con los requisitos que les obligan a ampliar aún más sus colchones de capital con capacidad para absorber pérdidas (TLAC)”. Las agencias de calificación, por su parte, han empezado a incluir este concepto en sus metodologías y ahora premian a las entidades por emitir más deuda subordinada.
«Todos estamos de acuerdo en que reforzar el capital es un objetivo deseable. El problema es que la deuda, independientemente del apellido que le pongas, sigue siendo deuda, no capital». Una de las consecuencias de esta carrera por captar más capital es que los instrumentos de deuda resultan cada vez más complejos, tanto entre jurisdicciones (por ejemplo, la deuda francesa frente a la alemana) como entre instituciones. Como la regulación europea se traspone a las respectivas legislaciones nacionales, las diferencias entre jurisdicciones se traducen en una gran variedad de bonos bancarios. En un momento en que a muchos les preocupa la liquidez del mercado de deuda, cualquier aspecto que lo fragmente aún más representa un factor de riesgo potencial. Así que, mientras los bancos refuerzan sus balances con capital que realmente no es capital, la liquidez del mercado sí está sufriendo un deterioro real.
En opinión de Turnbull-Schwartz, el hecho de que los bancos se vean obligados a invertir un porcentaje de sus beneficios en esta deuda de mayor coste implica que los recursos propios de las entidades crecen menos, lo que frena la generación de capital que respalde el crédito y dificulta que puedan protegerse ante una nueva crisis.
«La pregunta lógica es si toda esta nueva deuda realmente conseguirá que el sistema bancario sea más robusto», plantea el gestor. «¿Los bancos con más deuda subordinada serán capaces de resistir una crisis mejor que los bancos con menos deuda de este tipo? No está nada claro pero, incluso si aceptásemos que funcionará, es inevitable preguntarse quiénes son los tenedores de esa deuda, es decir, quiénes asumirán las pérdidas».
«Lo más probable es que los compradores sean los fondos de inversión en los que tenemos invertidos nuestros ahorros y nuestras pensiones, que serán precisamente los que más sufran en caso de pérdidas».
«Parece demasiada complicación y, ciertamente, demasiados costes –además de un nuevo obstáculo para que los bancos puedan inyectar más crédito en la economía– para algo cuyas ventajas para los contribuyentes, es decir, para los inversores, son más bien inciertas«.