Ayer daba comienzo, en un gran ambiente de solemnidad, el XIX Congreso del Partido Comunista chino, en el que participan 2.287 representantes de los 89 millones de miembros afiliados a la formación política. Los expertos no esperan que de este congreso salgan reformas económicas significativas para la economía local, ni que su celebración suponga un impacto relevante en el mercado.
Este evento, que se celebra cada cuatro años, se encuentra con una China que está intentando equilibrar sus objetivos económicos, desapalancar su economía y reducir el riesgo financiero sistémico, a la par que abre sus mercados financieros al mundo y fomenta un crecimiento de calidad. Según apuntan los Jeik Sohn, director de Inversiones de M&G, “el camino hacia este restablecimiento del equilibrio económico ha sido gradual y accidentado, pero, por el momento, han conseguido evitar un aterrizaje forzoso”.
Una estabilidad económica actual, pese al fantasma del endeudamiento, que se ha reflejado impulsado por un rendimiento económico mejor de lo esperado que ha movido al alza el yuan; algo que ha pillado por sorpresa a muchos inversores. “Esta tendencia de apreciación del yuan podría revertirse a medio plazo: la divisa podría depreciarse a medida que la economía china se ralentice gradualmente. A más largo plazo, a medida que se abren sus mercados, los inversores chinos podrían diversificar mediante activos internacionales —en este momento, se orientan en gran medida hacia su propio mercado—, lo que ejercería una mayor presión sobre el yuan”, señala Sohn.
Qué esperar del Congreso
A principios de año, parecía que en este congreso se podría marcar un nuevo rumbo en las políticas económicas, pero como apunta Craig Botham, economista de mercados emergentes de Schroders, esta expectativa ha ido retrocediendo.
“Nuestra expectativas para la política económica en 2018 y en adelante es más de lo mismo. Es decir: una consolidación del poder, tanto político como económico, en parte a través de fusiones de empresas estatales (SOEs, por sus siglas en inglés); un intento de librarse del problema de la deuda actual mediante la canalización del crédito al consumidor y a las nuevas industrias a la vez que las empresas públicas ineficientes se cierran de forma gradual; y parches en las políticas para mantener el crecimiento en niveles aceptables (probablemente entre el 6 y el 6,5%). Puede que este enfoque funcione durante algún tiempo, pero dada la trayectoria actual, esperamos que alrededor de 2020 empiecen a surgir preocupaciones significativas”, explica.
En esta misma línea, Catherine Yeung, directora de inversiones de Fidelity International, explica que “en el XVIII Congreso Nacional, el presidente Xi anunció nuevas iniciativas, por lo que esta vez lo más probable es que veamos una continuación de las políticas planteadas anteriormente. De cara al futuro, el gobierno de China seguirá decidido a instaurar políticas que impulsen el desarrollo de los mercados de capitales y las reformas económicas”.
Su opinión coincide con los otros expertos y reitera que de este Congreso espera una postura continuista. “Sería preocupante si no fuera así. El riesgo no es continuar con las reformas; la dirección del mercado inmobiliario es el elemento clave al que tendrán que estar atentos los inversores durante los próximos cinco años”, concluye.
Próximos desafíos
Para Yeung, el sector inmobiliario es un riesgo porque los inmuebles siguen siendo el punto de apoyo de China, ya que casi todo se avala con inmuebles. “Podríamos ver políticas encaminadas a suavizar el ciclo inmobiliario o la introducción de herramientas que serán necesarias para conseguir la estabilización. Podría articularse mediante mecanismos fiscales o un programa de alquiler a largo plazo. Sean cuales sean las políticas que se lancen, tienen que ser oportunas y equilibradas. Hacer demasiado o hacerlo demasiado pronto podría pesar en la psicología del comprador”, advierte.
Además del riesgo inmobiliario, para Yeung, los otros desafíos a los que se enfrenta China los próximos años son: su alto nivel de deuda y la necesidad de reducirla; y la evolución de la industria y el comercio.
Sobre la primera, Bryan Collins, gestor de carteras de renta fija de Fidelity International, destaca que la deuda es un desafío sobradamente conocido para China y en el que el país está lanzando activamente iniciativas para gestionar sus riesgos, como el desarrollo de los mercados de capitales internos para mejorar el coste y la asignación del capital. “Además, la mayor parte de la deuda de China está denominada en yuanes y pertenece al sector público, lo que significa que le corresponde al gobierno su control y, por lo tanto, reduce significativamente el riesgo”, matiza.
En este sentido, Kim Catechis, responsable global de Mercados Emergentes de Martin Currie, filial de Legg Mason especializada en renta variable, apunta que es previsible que haya un enfoque consistente en “ obligar a las empresas a vender activos para reducir deuda, mejorar sus costes y que haya fusiones y adquisiciones”.
Respecto al sector industrial y al comercio, Yeung apunta que un riesgo claro es que se produzca una desaceleración de la demanda mundial; aunque como los fabricantes ya han empezado a dirigir sus miras hacia el mercado interno. “ La estrategia Made in China 2025 para el sector manufacturero y el refuerzo de la innovación por parte de las empresas chinas frente a sus homólogas internacionales son hechos tangibles; si vemos un rápido incremento de los salarios en áreas del mercado laboral como los ingenieros, la trayectoria de crecimiento podría resentirse, pero actualmente este riesgo sigue siendo menor”, afirma.
Para Catechis eldesafío que se ha propuesto el presidente chino Xi Jinping es eliminar esa industria pesa ineficiente y cargada de deuda, y dar el paso necesario para “trasladar a China de una economía manufacturera a una economía dirigida por los servicios”.