La población mundial envejece y a medida que esto sucede la demanda de activos financieros tiende a reducirse. Sin embargo, un informe del equipo de investigación de AXA IM, señala varios factores que rechazan esta idea.
Lo que se pone en cuestión es la propia teoria del ciclo vital que nos dice que, cuanto más mayores somos menos invertimos y lo hacemos en activos de menor riesgo. El informe de AXA IM apunta que hay otros factores que mueven a los inversores en la dirección contraria: el deseo de dejar un mayor patrimonio a sus herederos, el incremento de la longevidad y la desigualdad económica.
El deseo de dejar una herencia lo más jugosa posible a los descendientes sigue siendo un fuerte incentivo para los inversores y el incremento de la longevidad implica que la edad de jubilación aumentará de forma gradual y esto se traducirá en una mayor necesidad de ahorro. Además, los autores de este estudio destacan que la cada vez mayor desigualdad distorsiona la propiedad de los activos financieros.
De ahorradores a desahorradores
La teoría del ciclo de vida plantea tres tipos generales de comportamiento de ahorro a lo largo de la vida de un individuo. Así, las personas más jóvenes tienden a pedir préstamos para invertir en su futuro bienestar a través de la educación o la propiedad de la vivienda.
A medida que maduran, las personas se convierten cada vez más en ahorradoras, pagando sus deudas y acumulando riqueza de cara a la jubilación. Finalmente, cuando llegan a la etapa de jubilación, las personas comienzan a echar mano de esta riqueza para financiar sus necesidades de consumo.
Esta evolución se traduce en un cambio significativo en la demanda de activos a medida que la población envejece. Si hay menos ahorradores que desahorradores, la demanda neta de activos disminuye y los precios de los activos disminuyen. En segundo lugar, el envejecimiento se asocia con la aversión al riesgo, lo que lleva a una disminución en la demanda de acciones en relación a los bonos a medida que las asignaciones de cartera cambian de activos más arriesgados a activos más conservadores.
A medida que la generación del baby boom ha comenzado a alcanzar la edad de jubilación en la última década este tema se ha vuelto más relevante. En general, las investigaciones realizadas muestran un vínculo positivo pero débil entre la demografía y los precios de los activos financieros.
La riqueza neta continúa aumentando después de la jubilación y, en la zona euro, solo comienza a caer después de los 75 años, lo que contradice la teoría de la desacumulación. La realidad es que las personas mayores tienden a no liquidar su riqueza debido a que desean dejar ese dinero a sus seres queridos y por otro lado, les preocupa la incertidumbre sobre la esperanza de vida y los costes asociados a su cuidado durante la vejez. Un tercer factor es que la caída en el ingreso a menudo se compensa con una caída en los gastos que reduce la necesidad de desahorrar.
¿Somos entonces ahorradores irracionales?
Un segundo aspecto importante de la teoría del ciclo de vida es la suposición de que las personas no solo deben deacumular riqueza a medida que se acercan a las últimas etapas de sus vidas, sino que también deben cambiar su asignación de activos de inversiones arriesgadas a inversiones «seguras». Esta teoría tampoco tiene un fiel reflejo en la realidad. Por ejemplo, en la zona euro, los activos financieros tienden a crecer con la edad, al igual que el total de la riqueza. Sin embargo, el porcentaje de personas que poseen acciones también tiende a crecer y los datos de Estados Unidos y Francia sugieren que la asignación a renta variable dentro de las carteras también tiende a crecer con la edad.
Este comportamiento aparentemente irracional también puede explicarse por el deseo de dejar a los herederos un mayor patrimonio, en lugar de aprovechar al máximo el propio ciclo de vida individual. Un tercer factor que mitiga el impacto de la demografía en los precios de los activos en la práctica es que a medida que aumenta la longevidad, la edad de jubilación también avanza y se observa que la jubilación se pospondrá un año cada cinco años desde 2010 hasta 2050, alcanzando los 73 años en esa fecha. Este supuesto se ajusta a la realidad observada desde 2010 en la mayoría de los países de la OCDE.
El papel de la desigualdad económica
Dejando a un lado las consecuencias sociales de la desigualdad económica, la demanda de activos financieros depende menos de las tendencias de comportamiento del hogar promedio y más de los hogares con alto patrimonio, ya que la propiedad de estos activos está altamente concentrada en la parte superior. En los Estados Unidos, el quintil más rico posee más del 60% de los activos financieros.
Esto sugiere que deberíamos centrar más la atención en las tendencias demográficas y las preferencias de los hogares más ricos. Como se esperaba, el requisito de desahorrar para financiar el consumo en la vejez se reduce a medida que avanzamos en el espectro de riqueza. De hecho, solo los cambios en las tasas de ahorro de los hogares de altos ingresos son visibles a medida que envejecen.
Los estudios también indican que la participación en la fuerza laboral ha aumentado significativamente en el quintil de ingresos más altos para las personas mayores de 65 años. En otras palabras, las personas ricas tienden a vivir más y con mejor salud, por lo tanto, se jubilan más tarde que la población promedio.