Algunos países europeos están más expuestos que otros a los crecientes costes de los fenómenos climáticos extremos, lo que implica riesgos de divergencias en los ratings soberanos. Ahora bien, la forma de limitar el riesgo es que los países movilicen inversiones para mitigar estos fenómenos y se muestren capacidades institucionales para responder a ellos, según destaca Scope en su último análisis.
Los fenómenos climáticos extremos constituyen uno de los principales retos medioambientales a los que se enfrentan los gobiernos, ya que las temperaturas extremas, las lluvias torrenciales, las inundaciones y las sequías plantean riesgos graves y, con toda probabilidad, crecientes para la vida humana y la actividad económica en Europa. Por ello, los riesgos de catástrofes naturales también constituyen un componente importante en la evaluación que hace Scope del perfil de riesgo medioambiental de un país.
«Las pérdidas económicas derivadas de fenómenos climáticos extremos representan el principal riesgo de catástrofe natural en los países de toda Europa», afirma Alvise Lennkh, subdirector de calificaciones soberanas de Scope. Entre 1980 y 2019, este tipo de acontecimientos, como las temperaturas extremas, las lluvias torrenciales y las sequías, provocaron unos costes económicos estimados de 446.000 millones de euros (el 3% del PIB de 2019) de los países miembros de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA). Por muy significativa que parezca la suma, la relevancia macroeconómica global de las catástrofes naturales relacionadas con el clima a lo largo de este periodo fue limitada, aunque varió considerablemente entre países.
Costes económicos de los fenómenos meteorológicos y climáticos extremos en los países miembros de la AEMA entre 1980-2019
«Los países de Europa Central y del Este, como Croacia, Rumanía, la República Checa, Bulgaria y Hungría, fueron los más afectados, con pérdidas económicas anuales medias derivadas de los fenómenos climáticos extremos a lo largo de 1980-2019 que oscilaron entre el 0,11% y el 0,15% del PIB, muy por encima del 0,07% de la media de países de la AEMA. Los países de menores ingresos tienden a registrar los mayores costes derivados de los fenómenos climáticos graves», afirma Lennkh. A falta de inversiones de mitigación, se espera que estos costes aumenten en los próximos años y en distintos grados en toda Europa. En particular, los países del sur de Europa y de Europa central y oriental son los más expuestos.
Coste económico de los fenómenos climáticos extremos (pérdidas anuales medias 1980-2019 en % del PIB de 2019)
«Aunque los esfuerzos para hacer frente a los cambios climáticos se están acelerando en la región, el impacto adverso de los fenómenos climáticos extremos supondrá cada vez más un reto, a medida que los efectos sean más graves y generalizados, lo que podría llevar a variaciones en los ratings soberanos», afirma Lennkh. En este contexto, es crucial que los gobiernos movilicen recursos y apliquen reformas que reduzcan su exposición a los riesgos naturales y mejoren su capacidad para hacer frente a los fenómenos climáticos extremos.
Los líderes de la UE han acordado destinar al menos el 37% de la financiación de la UE recibida en el marco del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia, mientras que la Comisión Europea ha propuesto que al menos el 25% del presupuesto plurianual de la UE se destine a la acción climática durante 2021-27. «Sin embargo, los planes de recuperación anunciados hasta la fecha no muestran que la exposición de los países a las catástrofes naturales y sus costes históricos hayan influido necesariamente en la asignación de los fondos de recuperación y resiliencia», afirma Thibault Vasse, analista de Scope. «La influencia de los riesgos físicos en las prioridades políticas a nivel nacional sigue siendo limitada en general».
Los países europeos han empezado a tener en cuenta las consideraciones climáticas en sus marcos presupuestarios. El Gobierno francés, por ejemplo, publicó su primer «presupuesto verde», que identifica los gastos que apoyan la transición ecológica y evalúa los que son perjudiciales para el medio ambiente. «Aun así, se necesitan más esfuerzos para reforzar la resistencia medioambiental de las economías europeas y evitar posibles divergencias de calificación a largo plazo», afirma Vasse.