Ha pasado una década desde que PwC, en 2013, en un estudio de ese año (¿What ‘s driving the future?)[1], identificó cinco megatendencias profundas, de alcance global y a largo plazo, que nos afectarían a todos y que han transformado al mundo a una velocidad más rápida de la prevista. Desde entonces, estas megatendencias han evolucionado y la forma en que se manifiestan hoy es distinta. Por ese motivo la firma volvió a examinar esos hallazgos para comprender cómo han cambiado, qué futuro pueden crear en 2030, cómo pueden desenvolverse y qué desafíos plantearán a la humanidad.
Las cinco “megatendencias” analizadas son:
1- Cambio climático
2- Disrupción tecnológica
3- Cambios demográficos
4- Mundo fracturado
5- Inestabilidad social
Cambio climático
Mientras la humanidad busca reducir las emisiones de carbono, los niveles en la atmósfera están empeorando, las temperaturas y los fenómenos meteorológicos se vuelven extremos y más frecuentes. Las consecuencias que trae a las personas son variadas, pero pueden resumirse en: pérdida de hogares, aumento del costo de la vida y también riesgos sanitarios. Por otro lado, las empresas deberán enfrentar efectos negativos, inseguridad de los recursos y aumento de los costos, interrupción de la cadena de suministro, por lo que deberán esforzarse en crear empleo mediante inversiones en tecnología climática. En tanto, los estados afrontarán riesgos de crisis financieras, amenazas para la seguridad alimentaria mundial y las exportaciones agrícolas, migración masiva y nuevas dependencias económicas.
La mayor parte del mundo reconoce ahora la gravedad de la crisis climática y aumentan su cuota de producción de energía renovable, en paralelo cada vez más organizaciones buscan compromisos de emisión neta cero. Pero la transición hacia una economía neutra en carbono no será fácil, por lo tanto, el mundo está en una carrera contrarreloj.
Disrupción tecnológica
La tecnología transforma nuestra manera de relacionarnos con el mundo y cambia la manera en la que entendemos la humanidad. Por un lado permite una gran creación de valor, pero también trae consecuencias que son y serán cada vez más difíciles de mitigar.
Frente a este panorama, los individuos deberán aumentar sus capacidades de forma significativa a la vez que se esperan interrupciones masivas de trabajo, pérdida de privacidad, aumento de la desinformación y crecientes problemas de salud mental. Por su parte, en las organizaciones habrá diferenciación competitiva, concentración de poder, desajuste entre las competencias necesarias y las disponibles y aumento del riesgo cibernético. Los estados, en cambio, enfrentarán presión para mitigar las consecuencias imprevistas de la tecnología y cambio de las dependencias económicas, entre otras.
“Si bien la tecnología está produciendo un impacto positivo en todos los niveles de la sociedad y desempeñará un papel fundamental en la solución de algunos de los desafíos a los que se enfrenta el mundo, si no se presta la debida atención a estas consecuencias antes de que aparezcan, hay altas probabilidades que las implicancias negativas de la tecnología superen a las positivas”, comenta Martín Barbafina, socio de PwC Argentina a cargo de Marketing y Comunicaciones.
Cambios demográficos
La edad promedio está aumentando en todo el mundo, pero en cada país a un ritmo diferente y ello provoca la ruptura de los sistemas de seguridad social y la falta de fuerza de trabajo en áreas críticas. Algunos países enfrentan altos niveles de desempleo y debilitamiento de las economías debido a la emigración de los ciudadanos y a la presión sobre las redes de contención social.
En este contexto, las empresas deben lidiar con cambios en los patrones de consumo, conflictos en el trabajo y muchas veces con falta de personal calificado. Los estados, por su parte, enfrentan migraciones masivas, polarización social, falla de los sistemas de bienestar y la erosión de la base impositiva.
Para abordar estos desafíos se necesita, entonces, una migración justa. Los países con un promedio de edad baja deberán centrarse en crear economías locales prósperas, para lo cual necesitan la ayuda de las economías sólidas.
Mundo fracturado
A medida que más estados compiten por la influencia global, el mundo se fractura y se vuelve multimodal. El resto de los países se alinea en torno a ellos, mientras que algunas naciones actúan como factores desestabilizadores. Como respuesta, cada vez más los países miran hacia adentro, dando prioridad a su resiliencia nacional y a su futura localización.
La disminución de la seguridad personal debido a los conflictos, la agudización de las preocupaciones locales, pérdida de libertades y el aumento de las violaciones a los derechos humanos serán las consecuencias que los ciudadanos deberán enfrentar. Las empresas, por su parte, tendrán dificultad para hacer negocios en un mundo de normas y reglamentos contradictorios, mientras que al interior de los países aumentarán los conflictos internacionales, la inseguridad y la migración y habrá regiones desestabilizadas por el auge de agentes subnacionales.
Para hacer frente a ello, las naciones deberán trabajar juntas para desarrollar una nueva base de colaboración internacional y para rediseñar o crear nuevos mecanismos multilaterales que correspondan a las necesidades de un mundo en evolución.
Inestabilidad social
La presión masiva resultante de la polarización social y económica, los trastornos demográficos y la erosión de la confianza traen como consecuencia un mayor malestar social. En este contexto, las posibilidades de movilidad ascendente disminuyen, aumentando así el descontento. Las empresas deben conciliar necesidades divergentes dentro de su staff y tienen mayor responsabilidad para atender las necesidades de los empleados, mientras que, en los países, se erosiona la clase media, aumentado así la pobreza mundial y el riesgo real de inestabilidad política como consecuencia del deterioro de las instituciones y el aumento del escepticismo.
Es así como la interacción entre estas megatendencias se hace especialmente difícil de abordar. Cada una de ellas está agudizando los desafíos sociales a los que se enfrenta el mundo y la magnitud de estos desafíos trae consigo la dificultad de que la sociedad pueda combatir los efectos del cambio climático, la disrupción tecnológica, los cambios demográficos, la fracturación mundial y la inestabilidad social.
“En los últimos años, las cuestiones sociales han pasado a ser prioritarias fruto del incremento de la disparidad económica, de la polarización social y política y de la creciente falta de confianza de los ciudadanos en las instituciones. Si nos adelantamos a estos problemas y se toma la delantera sobre cómo hacer negocios de forma positiva, las empresas no sólo ejercitarán su conciencia moral, sino que también obtendrán niveles récord de beneficios”, concluyó Martín Barbafina.
Los líderes corporativos deben comenzar por reimaginar el lugar de su empresa en el mundo, mirando más allá de la cartera actual de negocios y productos para determinar qué valor creará su organización y para quién. Tal reinvención a menudo implica decisiones difíciles sobre lo que no se debe hacer
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