La globalización, el auge de las economías emergentes, las cambiantes tendencias demográficas y la tecnología e Internet son fuerzas disruptivas han deparado muchos ganadores, sobre todo en Estados Unidos. Según señala William Davies, director de renta variable en Columbia Threadneedle Investments, la globalización, uno de los más espectaculares motores de la innovación disruptiva, ha permitido el desarrollo de especializaciones en ámbitos con una particular ventaja competitiva —desde los centros tecnológicos de Berlín, Londres y Silicon Valley hasta los fabricantes textiles de Vietnam o Bangladés-. En muchos casos, los cambios han sido beneficiosos para los consumidores.
Sin embargo, la disrupción también ha perjudicado a muchas personas. En efecto, podría decirse que una consecuencia subyacente de la globalización (a saber, el hecho de que permite a las compañías copiar, robar o imitar más fácilmente las tecnologías disruptivas y utilizarlas contra sus países de origen) ha sido un factor que ha contribuido directamente en la decisión de Trump de imponer aranceles.
El presidente estadounidense también se ha mostrado dispuesto a erigir barreras comerciales por motivos de seguridad nacional, alegando, por ejemplo, que la ausencia de una sólida industria nacional del acero representa una amenaza para el país. Irónicamente, dado que esto contradice la ortodoxia económica adoptada durante décadas, cuando la globalización empujó los sectores hacia lugares donde la producción podría realizarse de forma más rentable, esto hace que Trump sea uno de los presidentes del periodo de la posguerra más disruptivos de Estados Unidos.
“El giro hacia una política comercial de corte más proteccionista es real y, habida cuenta del enfoque agresivo de la administración de Trump respecto al comercio con China, la UE, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte o TLCAN (que pronto será sustituido por el acuerdo entre Estados Unidos, México y Canadá o T-MEC), parece probable que las tensiones se empeoren antes de dar señales de mejora. A todas luces, algunos elementos del proteccionismo sofocan las condiciones que ayudaron a florecer a las industrias disruptivas en los últimos decenios. No obstante, el libre comercio constituye tan solo una parte de una dinámica compleja e intricada que ha sido caldo de cultivo para el auge de los disruptores. Por lo tanto, las guerras comerciales, con sus nefastas consecuencias, tan solo podrán ralentizar temporalmente estas fuerzas disruptivas”, argumenta Davies.
Si se analiza, por ejemplo, la distribución minorista, un sector que ha afrontado algunas de las transformaciones más profundas. Mientras que los productos físicos que venden los gigantes del comercio electrónico, como Amazon y Alibaba, se verán, sin lugar a dudas, afectados por los derechos aduaneros aplicados a las importaciones y las exportaciones, en la era digital, los consumidores podrán simplemente obtener sus productos de un país o de un proveedor diferente (Amazon se convirtió recientemente en la segunda compañía valorada en un billón de dólares, lo que sugiere que sus inversores no están excesivamente preocupados por las consecuencias del proteccionismo).
El servicio de comida a domicilio es otro sector que probablemente no se vea afectado durante mucho tiempo; en efecto, si la entrega por drones y las cocinas automatizadas cumplen su promesa de reducir las prácticas culinarias domésticas, el aumento de los costes de los alimentos podría llegar a espolear el negocio de la comida a domicilio.
Otra faceta de las recientes iniciativas proteccionistas ha sido la creciente disposición a interferir en asuntos relacionados con la tecnología y la propiedad intelectual. La insistencia de China en que, para ganar acceso a su mercado, las compañías extranjeras deben constituir una empresa conjunta (“joint Venture”) y transferir importantes cantidades de tecnología, ha representado una pesadilla en Occidente durante muchas décadas; su prohibición a largo plazo de servicios como Facebook y Google también ha causado malestar.
Si a esto añadimos las recientes inquietudes de seguridad relacionadas con el desarrollo por parte de China de proyectos de infraestructuras de alta tecnología, como las redes 5G, entonces se crea un entorno en el que una serie de fusiones y adquisiciones han sido bloqueadas o sometidas a un escrutinio más estricto.
Un mundo en constante transformación
Según Davies, la pregunta que cabe plantearse es: ¿cuál es la envergadura de esas tendencias en la actualidad? El mundo ha cambiado enormemente desde que países como China salieron de su aislamiento hace varias décadas, y su educación nacional se ha desarrollado a pasos agigantados. En este entorno, la ventaja que gozaba la tecnología en Estados Unidos y Europa se está reduciendo rápidamente, como pone de manifiesto el avance de compañías como Tencent, Alibaba y Baidu.
“El consumidor chino también constituye una fuerza que hemos detener en cuenta. En el pasado, la supervivencia de los productores de bienes de consumo chinos dependía de su capacidad para prosperar en el extranjero. No obstante, los consumidores nacionales están disfrutando de mayores niveles de ingresos disponibles, y las compañías disponen de un mercado cada vez más grande y preparado. Con esto no queremos decir que los aranceles no tendrán ningún efecto (si losprecios de los bienes y materiales importados aumentan, por supuesto que lo tendrán), pero las fuerzas disruptivas que sustentan el cambio no desaparecerán simplemente.
Incluso en el acero: si bien los aranceles podrían favorecer la industria nacional estadounidense a corto y medio plazo, probablemente no ayudarán a los consumidores de acero estadounidenses, ni abordarán las tendencias a largo plazo que, durante décadas, han empujado la producción hacia ubicaciones más rentables. En efecto, en algunos aspectos resulta posible que los aranceles aceleren el auge de las tecnologías disruptivas, como la robótica industrial: al fin y al cabo, si se ayuda a los sectores menos eficientes, el proteccionismo normalmente espolea la inflación y, a su vez, los salarios, lo que torna la automatización una perspectiva más atractiva para los fabricantes”, explica el gestor.
Conclusión
Los aranceles y las tensiones comerciales probablemente tendrán un efecto sobre las fuerzas disruptivas. Si Estados Unidos y China continúan echando leña al fuego comercial, esto obstaculizará casi con seguridad el flujo mundial de bienes y capitales que ha sido decisivo en la creación de las condiciones óptimas para el éxito de los disruptores industriales. Además, un mayor aislamiento sirve de poca ayuda para difundir las ideas y los conocimientos que han sido cruciales para el progreso de la tecnología y la innovación.
Sin embargo, el poder de las armas económicas “convencionales”, como los aranceles, se ha debilitado sin lugar a dudas en un mundo tan profundamente conectado por la tecnología. El apogeo del comercio electrónico ha ofrecido infinitamente más opciones a los consumidores que desean buscar donde comprar, mientras que determinados ámbitos, como los robots industriales, están revolucionando la economía y las posibilidades de las operaciones de fabricación en todo el planeta. Por lo que respecta a la creciente clase consumidora en lugares como China, las importaciones a un mayor precio solo lograrán impulsar la demanda de bienes de alta gama producidos a escala interna y, por tanto, alimentarán aún más las fuerzas disruptivas de las industrias tradicionales.
“Aunque no se sabe ni cuándo ni cómo se pondrá fin al enfrentamiento comercial actual, se puede afirmar que, a diferencia de las guerras comerciales que van y vienen, las fuerzas disruptivas han venido para quedarse”, sentencia Davies.