Las expectativas de los expertos sobre China han sido de lo más variopinto este año. Desde el optimismo generado a principios de 2023 por la reapertura total de la economía del gigante asiático tras la superación de la pandemia de COVID-19 a la total incertidumbre derivada de los problemas financieros de las inmobiliarias Evergrande y Country Garden. Ahora, parece que los miedos se relajan. Para empezar, el PIB del tercer trimestre creció más de lo previsto, por lo que la tasa anual se sitúa en el 4,9%, cerca del objetivo del 5% del Gobierno.
Además, según la encuesta a gestores realizada por Bank of America en octubre, el 14% de los gestores prevé una economía más fuerte en China en los próximos 12 meses, frente al 0% de septiembre. Incluso, los encuestados que preveían el estallido de una crisis inmobiliaria en China han pasado de casi un 30% en septiembre a un 22% en octubre. Con todo, es pronto para asumir riesgos, según la encuesta: las posiciones cortas en renta variable china es la segunda estrategia más popular entre los gestores consultados, con un 21% de respuestas en este sentido.
De momento, hay luces y sombras con respecto a China. Susan Joho, economista en Julius Baer admite que se han confirmado los primeros signos de estabilización de la economía china, “apoyados por las medidas de estímulo, aunque los problemas del sector inmobiliario siguen siendo profundos y seguirán siendo un lastre en los próximos trimestres”. La experta recuerda que el Gobierno está haciendo una pausa con las medidas de estímulo mientras evalúa su impacto, pero también es consciente de que aún no está claro si tendrá que volver a apoyar la economía.
Vladimir Oleinikov, analista cuantitativo senior CFA, y Christoph Siepmann, economista senior en Generali Investments, opinan que aunque hay voces que auguran que la economía china presenta síntomas de “japonización” -es decir, bajo crecimiento, inflación y tipos de interés deprimidos-, hay razones para pensar que el resultado de la crisis inmobiliaria en china puede ser distinto al de Japón allá por los años 90.
En definitiva, según los expertos de Generali Investments, los precios inmobiliarios chinos han aumentado menos que en Japón. “La morosidad estimada en el sector inmobiliario parece más digerible para los bancos y, lo que es más importante, los entornos institucionales difieren, ya que China ejerce un control mucho mayor sobre los precios inmobiliarios, los promotores, los bancos y, por tanto, las necesidades de desapalancamiento”, aseguran los estrategas. Además, el mercado bursátil está menos sobrevalorado que el japonés.
En definitiva, “una crisis bancaria sistémica es menos probable, y el mercado de valores ya está descontando en gran medida los diversos vientos en contra”. Eso sí, ambos expertos auguran que la recuperación de China tenga forma de L, “lo que mantendrá la inflación moderada y la política monetaria seguirá siendo estructuralmente acomodaticia, mientras que los mercados bursátiles se enfrentan a una elevada volatilidad a medio plazo”. Por ahora, en la firma recomiendan una ligera sobreponderación “hasta que haya signos claros de recuperación”.
Para Andrew McCaffery, CIO global de Fidelity International, “la falta de confianza de los consumidores ha sido un obstáculo para la recuperación de China desde la pandemia, pero ello se debe en parte al coste psicológico soportado tras años de confinamientos”. Sin embargo, según el experto, las autoridades también son conscientes de la importancia de la confianza en sectores como el inmobiliario.
Aquí, el experto valora algunos cambios, como que Pekín ha suavizado algunas restricciones para la compra de vivienda y las hipotecas en un esfuerzo por reactivar el sector. Y, aunque no espera estímulos a gran escala de parte de unas autoridades -que están alerta ante una espiral de deuda-, McCaffery valora positivamente que “estos esfuerzos por impulsar la confianza de los consumidores son un buen augurio para el mercado”, al igual que otras noticias positivas, como el repunte del sector servicios. El experto concluye que, han tomado nota, teniendo en cuenta todos estos factores, además de que los mercados de valores chinos “cotizan con descuentos cercanos a los máximos históricos frente a los mercados internacionales”.
Cary Yeung, director de deuda China en Pictet AM, considera que estamos asistiendo a la estabilización del sector inmobiliario chino. En este punto, recuerda que la cuota de mercado de los promotores privados antes de la agitación inmobiliaria era alrededor del 70% y ahora del 30%. “El resto son empresas estatales con calificación crediticia grado de inversión, ya que la tasa de impago en empresas estatales es casi cero.
Además, entre otras medidas, se han bajado los tipos hipotecarios alrededor del 2%, lo que facilita la compra de primera vivienda en ciudades de primer y segundo nivel”, apunta el experto a la hora de justificar la estabilización que vive el gigante asiático. De todas formas, matiza que esta estabilización inicial del sector inmobiliario, “será muy gradual”: la liquidez para empresas altamente apalancadas no mejorará en gran medida, aunque sí en el mercado de deuda empresarial chino.
En política monetaria es posible que haya medidas limitadas en recortes de tipos de interés y del coeficiente de reservas bancarias, según el experto, aunque también baraja otras políticas para estimular la economía, como una mayor relajación en el sector inmobiliario y de la presión financiera para los gobiernos locales.
En definitiva, según Yeung, la deuda China tiene sentido a medio plazo, como parte importante de una cartera diversificada. “La rentabilidad a vencimiento de la deuda empresarial local en China es del 3,3%. Con cobertura en dólares puede llegar al 6%-7% y aunque puede ser más difícil vender deuda de China debido a la situación geopolítica, no se puede ignorar al segundo mayor mercado de bonos del mundo”, sentencia el experto.
Quién sí observa algo más de dudas respecto a China es Eric Winograd, economista jefe de AllianceBernstein. El experto cree que algunas de las medidas de flexibilización de políticas adoptadas este año han sido efectivas para estabilizar el crecimiento, pero también matiza que “estabilización no es lo mismo que la aceleración”, por lo que no espera una aceleración significativa en los próximos trimestres. “Ese simplemente no es el objetivo de la política”, argumenta.
En cambio, el experto observa que China “sigue en medio de una transición a largo plazo, dirigida a centrarse en una economía de consumo interno, lo que significa necesariamente un período de crecimiento más lento y de menor impacto en la economía global”. Asimismo, Winograd argumenta que los períodos de transición “siempre son incómodos y arriesgados” y adelanta que “este no será diferente”. En este caso, el principal riesgo radica en que es poco probable que muchos productos de inversión privada vendidos en China puedan cumplir con sus obligaciones en un entorno de crecimiento más lento.
“La cuestión para los responsables de las políticas es si intervenir y brindar apoyo, lo que sería económicamente beneficioso pero causaría un riesgo moral, o dejar que algunos productos fracasen, lo que perjudicaría el consumo interno y podría provocar malestar social”. En este punto, el experto espera que se tomen decisiones “caso por caso”, pero su expectativa general es que las autoridades podrán gestionar este período sin que se produzca una crisis. Con todo, “esto no significa que todo esté bien, ya que el crecimiento inevitablemente seguirá desacelerándose durante años”, sentencia.