El Banco Central Europeo (BCE) celebra su reunión mensual mañana. Previsiblemente, no será una reunión relevante en términos de política monetaria, pero sí lo será en términos institucionales. Se trata de la última que estará presidida por Mario Draghi, actual presidente del BCE, tras ocho años liderando la entidad. Dirá adiós y cederá el testigo a Christine Lagarde, que se estrenará oficialmente en el cargo el próximo 1 de noviembre.
“Mario Draghi será recordado por haber contribuido, gracias a su política económica, a evitar una crisis en la zona euro que podía haber provocado su disolución. Será una reunión para hacer balance de sus años como máximo responsable de esta institución, para despedirse de los miembros que le han ayudado en esta ardua tarea y para dar paso a su sucesora, Christine Lagarde, quien se convertirá en la primera mujer en ostentar este cargo. Mario Draghi deja el cargo con profundas divisiones entre los miembros que forman su consejo. Las últimas medidas de estímulo anunciadas no fueron respaldadas por todos y de ello se han hecho eco los medios. Este es el único punto que podría empañar su partida”, apunta Juan Ramón Casanovas, Head of Private Portfolio Management de Bank Degroof Petercam Spain.
Draghi se marcha sabiendo que Europa necesita mejorar su crecimiento. Pese a ser recordado como el iniciador del programa QE, en esta última reunión debería reiterar lo que la experiencia ha demostrado durante estos años: la política monetaria por sí sola no puede resolverlo todo y, dado que la inflación sigue siendo demasiado baja, la política fiscal debería desempeñar un papel más importante.
En este sentido, Maud Minuit, responsable de renta fija y cross asset de La Française AM, afirma que “muchas medidas, ya anunciadas durante la conferencia de prensa de septiembre, se aplicarán en las próximas semanas. Draghi probablemente volverá sobre las disensiones entre los miembros del BCE, ya que algunos de ellos expresaron públicamente su escepticismo sobre el nuevo programa de compra de bonos y el objetivo de inflación y sugirieron que se incluyeran objetivos distintos o que se definiera un rango en torno al objetivo de inflación del BCE”.
En opinión de Franck Dixmier, director global de renta fija de Allianz Global Investors, Draghi usará su despedida para cimentar su legado: un enfoque pedagógico y justifique las medidas de estímulo monetario anunciadas en la última reunión del 12 de septiembre. Así rebajará las asperezas en un contexto de división sin precedentes dentro de la institución. “De hecho, si bien las actas de la última reunión de política monetaria, publicadas el 10 de octubre, revelaron un consenso sobre la necesidad de tomar medidas, también mostraron una fuerte disensión sobre el contenido y el calendario de las medidas. La reanudación de un programa de compra de activos, adoptado por una mayoría clara, todavía fue muy criticada. Y, en particular, por primera vez en la historia del BCE, surgieron filtraciones que revelaron que el Comité de Política Monetaria (el cuerpo técnico de expertos del BCE y los bancos centrales nacionales) se había posicionado contra cualquier nueva flexibilización cuantitativa (QE)”, señala Dixmier.
Para Jim Leaviss, jefe de renta fija de M&G, o que más se recordará de Mario Draghi es su famosa declaración de «lo que sea necesario». Según la visión de Leaviss, «el BCE y Draghi salvaron a la zona del euro, pero ¿a costa de qué? Actualmente existen demasiados bancos y empresas ‘zombis’ en Europa acostumbrados al dinero barato, y ello mermará el crecimiento económico futuro. Asimismo, sabemos que los beneficios de las políticas de relajación cuantitativa se agotan a medida que los bancos centrales incrementan su aplicación, por lo que la nueva presidenta del BCE, Christine Lagarde, descubrirá que efectuar compras de bonos adicionales tan solo tendrá efectos limitados».
Previsiones sobre la reunión
Dejando a un lado la despedida de Draghi, los analistas no esperan grandes novedades en la reunión de mañana. Según explica Paul Brain, responsable de renta fija en Newton, parte de BNY Mellon Investment Management, tras las medidas anunciadas el mes pasado, es poco probable que el BCE apruebe nuevas iniciativas durante su próxima reunión.
“No obstante, puede que arroje algo de luz sobre su grado de compromiso con la expansión monetaria de aquí en adelante. Hay rumores de que el BCE está dividido porque no todos los miembros del consejo de gobierno estaban de acuerdo con la reactivación del QE, por lo que quizás la política monetaria haya llegado hasta donde podía llegar. El propio Mario Draghi ha sugerido que, si la economía europea requiere mayores estímulos, quizás sea el momento de que los gobiernos flexibilicen sus políticas fiscales. El solo hecho de que un banquero central lo sugiera resulta extraordinario. No obstante, este debate podría resultar infructuoso si la nueva presidenta del BCE, Christine Lagarde, que asumirá el cargo el próximo 1 de noviembre, llega con otras ideas”, explica Brain.
Misma opinión sostiene Philippe Waechter, economista en jefe de Ostrum Asset Management, filial de Natixis IM: “Durante la reunión pasada, el BCE adoptó una postura muy acomodaticia en su política monetaria. Esto derive en importantes debates notablemente en la reanudación del programa de flexibilización cuantitativa y en las proyecciones, ya que estas medidas serán vigentes hasta que la inflación europea converja con la meta del BCE. No se espera nada nuevo”.
Europa pendiente del Brexit
Draghi dice adiós a una Europa donde la actividad económica continúa deteriorándose en la zona euro, con una fuerte contracción en la actividad manufacturera, particularmente en Alemania, que ahora se está extendiendo al sector servicios. Y esta desaceleración económica aumenta los temores de impactos negativos en la inflación, cuyas expectativas todavía están cerca de mínimos históricos a pesar de las medidas lanzadas en septiembre.
A esto se suma un contexto de incertidumbres política y geopolíticas, que sigue siendo tan de riesgo como siempre y que esta semana tiene como gran protagonista el Brexit. Tras la votación de anoche, el proceso sigue atascado en el mismo punto que se le atascó a Theresa May: en el propio Parlamento británico. Básicamente, el primer ministro, Boris Johnson, ha decidido retirar la ley del acuerdo del Brexit, dejando el proceso en suspenso y en manos de Bruselas.
Aunque nadie se aventura a poner fecha y calendario a este proceso, los analistas sí coinciden en advertir que su dilatación supondrá mayor incertidumbre en el mercado y su culminación consecuencias para el Reino Unido. “El Brexit, incluso con un acuerdo de transición, tendrá un impacto negativo en la economía del Reino Unido. Según una estimación de académicos de The UK in a Changing Europe, diez años después de Brexit, el producto interior bruto per cápita del Reino Unido será entre un 2,3% y un 7% inferior en virtud del acuerdo del Sr. Johnson. En el peor de los casos, el Brexit podría costar a la economía hasta 49.000 millones de libras esterlinas al año (63.000 millones de dólares) según este cálculo. La prolongada incertidumbre causada por el Brexit ya hizo que el contrato de la economía británica se contrajera un 0,2% en el segundo trimestre, ya que la productividad y la inversión de capital se ralentizaron”, explica Stéphane Monier, CIO de Lombard Odier.