Aunque el crecimiento sigue haciendo gala de solidez, existen varios factores que, en opinión de Schroders, tendrán un efecto negativo sobre el crecimiento mundial tanto en 2018 como en 2019.
Como resultado de ello, la gestora ha revisado a la baja sus previsiones por primera vez en casi dos años: desde el 3,5% al 3,4% para 2018 y del 3,3% al 3,2% para 2019. Entretanto, se espera que la inflación a escala mundial aumente, y los expertos de la firma han incrementado sus previsiones para 2018 de 2,4% a 2,7%, lo que tendrá repercusiones sobre la política monetaria en todo el mundo.
Un comienzo de año anémico
En buena parte de las economías del mundo, el año arrancó a medio gas. En Europa, las inclemencias meteorológicas invernales —que tuvieron como consecuencia un brote de gripe—, las huelgas en el sector de transporte y las fechas de la Semana Santa parecen haber lastrado los datos de crecimiento.
Al mismo tiempo, el crecimiento de Estados Unidos también se ralentizó y aunque recibió un impulso extraordinario a finales del año pasado con las tareas de reconstrucción posteriores al huracán y los gastos de sustitución, a medida que este efecto se fue diluyendo, el crecimiento retrocedió durante el primer trimestre de 2018.
En el resto de regiones, los datos de algunas de las economías emergentes también se debilitaron durante este periodo, especialmente en Rusia y Brasil, recuerda Schroders en su informe de perspectivas.
“Aunque muchos de estos factores deberían ahora disiparse, algo que contribuiría a la normalización de la actividad durante el trimestre actual, somos conscientes de que los indicadores principales están emitiendo señales heterogéneas sobre la posibilidad de que el crecimiento repunte en el segundo trimestre. Además, el incremento del precio del petróleo y las tensiones comerciales probablemente contribuirán a ralentizar el crecimiento”, dice la gestora.
Aumento del precio del petróleo
En lo que va de año, el precio del petróleo ha aumentado de forma considerable debido a los recortes de producción de la OPEP y a la probable reimposición de sanciones sobre Irán después de que el presidente Trump se retirara del acuerdo nuclear. Esto tendrá repercusiones sobre el consumo.
En EE. UU., recuerda Schroders, el aumento del precio del petróleo costará a los consumidores alrededor de 60.000 millones de dólares. Cierto es que los consumidores ya se están ahorrando 120.000 millones de dólares gracias a los recortes de impuestos de Trump, pero esto conlleva que la mitad de esos ahorros se dedicarán a pagar una gasolina más cara. Para aquellos que se sitúen en la horquilla inferior de ingresos del 20%, el incremento del precio de la gasolina neutraliza con creces el ahorro derivado de los recortes fiscales. Por tanto, cree la gestora, es probable que, en general, el consumo real disminuya.
La pregunta clave será si los trabajadores podrán recuperar parte de lo perdido a través de un aumento salarial. Por el momento, los salarios se han mantenido en niveles notablemente moderados, pero algunos datos recientes apuntan a que esta situación podría estar cambiando.
Entre los grandes mercados emergentes, también se espera que el crecimiento de la India se vea lastrado en un contexto de aumento del precio del petróleo debido a su factura de importación de esta materia prima, mientras que Rusia probablemente se alce victoriosa, si bien el beneficio se verá limitado por el efecto de las sanciones estadounidenses.
Aumento de la inflación
El incremento del precio del petróleo impulsará la inflación a escala mundial. Incluso en EE. UU., esperamos que la inflación subyacente aumente en los próximos dos años.
En Europa, la combinación de un aumento de los precios de la energía y un descenso del tipo de cambio dólar/euro también conllevarán un incremento de la inflación.
En los mercados emergentes, el aumento de los precios se mantiene en cotas históricamente reducidas, pero está empezando despuntar en Brasil, la India y Rusia.
¿Qué repercusiones tendrá esta situación en la políticas monetarias?
El equipo de análisis de Schroders estima que las políticas monetarias se endurecerán en la mayoría del universo desarrollado. En Estados Unidos, la Reserva Federal subirá sus tipos de interés otras tres veces este año y dos el que viene hasta que el tipo de los fondos federales alcance el 3% para mediados de 2019.
Se espera que el Banco Central Europeo (BCE) ponga punto final a su programa de expansión cuantitativa en el cuarto trimestre de este año y suba sus tipos tres veces en 2019, clausurando así la era de los tipos negativos en la zona euro. Es probable que el Banco de Inglaterra mantenga su política intacta hasta noviembre, cuando debería haber una mayor visibilidad sobre el resultado de las negociaciones del brexit.
En el universo emergente, esperamos que el banco central de Brasil evite flexibilizar aún más su política e inicie un ciclo gradual de subida de tipos en 2019. En la India, esperamos que la institución monetaria del país endurezca su política a un ritmo ligeramente superior habida cuenta de la dependencia al petróleo que exhibe la economía. Prevemos dos subidas de tipos este año, la primera probablemente se produzca en junio, hasta el 6,5%, y otras dos subidas en 2019.
En cambio, el descenso de la inflación y las preocupaciones en torno a la liquidez hacen que China se dirija al extremo opuesto: el Banco de la República Popular de China (PBoC) flexibilizará la ratio de reservas obligatorias, que establece el nivel mínimo de reservas con el que los bancos del país deben contar y que los bancos centrales utilizan para combatir la inflación. Asimismo, el gigante asiático también podría llevar a cabo un recorte de tipos en 2019 ante un recrudecimiento de la ralentización del crecimiento provocada por las tensiones comerciales.
En este contexto, Schroders espera que el dólar estadounidense siga apreciándose a corto plazo antes de depreciarse en 2019, cuando los bancos centrales más allá de EE.UU. empiecen a endurecer sus políticas.
“Por el momento, la expansión sigue su curso, pero las previsiones apuntan a un giro estanflacionista. Seguimos esperando otro año de expansión en la economía mundial, pero, en cierta medida, las previsiones apuntan a un escenario más estanflacionista, con mayor inflación y menor crecimiento que antes, situación derivada del incremento del precio del petróleo y la creciente amenaza de las guerras comerciales”, concluyen.