El consenso del mercado apunta a que estamos ante una desaceleración del crecimiento y no ante una recesión. Además, nos encontramos con la influencia de los bancos centrales, que están jugando un importante papel en la evolución del ciclo e intentando que no se produzca ese posible recesión. Entonces, la pregunta es: ¿qué está motivando esa deceleración en la economía global?
“La economía global se encuentra atrapada en una persistente desaceleración, que se concentra en el sector manufacturero, en un contexto de incertidumbre general en torno a las políticas económicas. En agosto, el índice del ISM de confianza de los productores se ha deslizado a terreno de contracción, con una lectura de 49,1, una señal poco favorable para los inversores”, explica Peter van der Welle, estratega de Robeco.
En este sentido, el crecimiento económico está llegando a un badén de deceleración, pero es probable que después aumente su velocidad, según Welle. “¿Significa esto que se acaba el ciclo? En nuestra opinión, nos encontramos en un proceso de deceleración de mitad de ciclo, pero es probable que la economía vuelva a pisar el acelerador hacia finales de 2019. El badén de deceleración que ha supuesto el proceso de ralentización global de mitad de ciclo de la producción no debería desembocar en un estancamiento del crecimiento global”, apunta.
El segundo elemento que está presente en la evolución del ciclo actual es el papel que están jugando los bancos centrales. “El verano resultó muy ilustrativo en lo que respecta a la evolución de la fórmula que dictamina desde hace dieciocho meses el rumbo de los mercados. El catalizador de los mercados bursátiles en el primer semestre fue el regreso a una situación de cierto equilibrio o igualdad entre, por un lado, una lenta ralentización de la economía mundial y, por otro, unos bancos centrales que vuelven a asumir una postura de apoyo”, explica Didier Saint-Georges, Managing Director y miembro del Comité de Inversión de Carmignac.
En opinión de Saint-Georges, este regreso al equilibrio justificó que los mercados de renta variable repuntaran tras el pánico que experimentaron a finales de 2018 —cuando la Fed y el BCE parecían aún ignorar la ralentización económica— y que, a partir de primavera, entraran en una fase de consolidación, a la espera de determinar de qué lado terminaría por decantarse este equilibrio. “No obstante, la continuidad de esta fórmula que hace posible el equilibrio se ha visto debilitada este verano, dado que ha aumentado el riesgo de que las políticas de reactivación económica previsibles a día de hoy resulten insuficientes para contrarrestar una ralentización mundial que da muestras de acentuarse”, añade.
Por último, las tensiones comerciales seguirán teniendo un gran peso en lo que queda de año e incluso en la tendencia del ciclo. Según argumentan desde Diaphanum, “la guerra comercial será el principal catalizador de los mercados en los próximos meses, la Administración Trump aumentará los aranceles a todas las importaciones a partir de diciembre y seguirá presionando a la Fed para que adopte una política monetaria más laxa, con el objetivo de mantener una economía robusta y los mercados en calma antes de las elecciones presidenciales de noviembre de 2020”. De hecho, la gestora considera que la guerra comercial está afectando más al sector manufacturero, provocando que se resienta la confianza de los empresarios y el comercio internacional.
Asignación de activos
Para Van der Welle, en el entorno actual, los riesgos para la renta variable deberían reducirse. “No obstante, mantenemos la prudencia, ya que esta deceleración de mitad de ciclo todavía tiene recorrido. Por ahora, nos mantenemos infraponderados en renta variable global, en espera de oportunidades para volver a adoptar una sobreponderación en esta categoría en algún momento del año”, apunta.
Desde Carmignac también apuesta por la prudencia, también para el caso de la renta fija. “En la esfera de la renta fija, este se traducirá, entre otros, en una exposición limitada al riesgo de las variaciones de los tipos de interés. En los mercados de renta variable, resulta legítimo conservar una cartera que permanezca centrada en los sectores de crecimiento y de consumo básico. La rentabilidad superior que estos últimos ya han generado requiere una gran selectividad. Sin embargo, siempre y cuando se avance de manera disciplinada, el universo de la renta variable sigue albergando valores que presentan una visibilidad sobre el crecimiento de sus beneficios que les permitirá seguir evolucionando favorablemente”, afirma Saint-Georges.
A la hora de dar alternativas a los inversores, Diaphanum señala que los fondos alternativos de alta liquidez y volatilidad baja, con escasa expectativa de retorno y como sustitutos de los bonos gubernamentales, se configuran como una buena solución. “Es necesaria una diversificación adecuada por lo que es recomendable comprarlos vía fondos”, señala Javier Riaño, miembro del equipo de inversiones de Diaphanum. La entidad explica que los bonos emergentes se han comportado bien, en gran medida por la expectativa de bajada de tipos por parte de la Fed, y han aguantado la fortaleza del dólar.
Para Yves Bonzon, CIO de Julius Baer, la diversificación sigue siendo la única opción razonable en el contexto actual. En su opinión, represión financiera, donde los tipos de interés negativos son el síntoma más llamativo, continuará mientras los gobiernos occidentales “no comprendan la urgencia de que los déficits en las infraestructuras lapiden los ahorros excesivos del sector privado”. Así, las principales clases de activos líquidos disponibles para los inversores pueden resumirse como activos de recesión (efectivo y bonos de «refugio seguro»), crédito (deuda de emisores de riesgo), acciones y algunos activos alternativos (madera, bienes inmuebles titulizados, etc.).