El fin de año se acerca y las gestoras comienzan a hacer balance para identificar hacia dónde irá el mercado el próximo 2018 y cuáles serán los mejores activos en los que invertir. Como es lógico, no hay una bola de cristal con todas las respuestas, pero sí un consenso de mercado que apunta a dos factores clave para el próximo año: la política monetaria de los bancos centrales y la progresiva aparición de la inflación.
“La sorpresa de este año es todo ha ido bien. El año pasado y el actual acababa y comenzaba con una gran incertidumbre política a raíz del Brexit, de la elección del Trump y de todas las citas electorales pendiente en Europa. Sin embargo, ahora estamos un entorno con un crecimiento económico global totalmente positivo y sincronizado, con menores riesgos político y con la volatilidad en sus tasas más bajas”, explica Luca Paolini, estratega jefe de Pictet AM.
Sin duda, 2017 ha sido un año especialmente bueno, en particular para las acciones y la renta variable. Por eso Paolini es prudente al asegurar “que 2018 seguirá la misma tendencia”, pero avisa de que “también habrá más aspectos que tener en cuenta como la evolución de la inflación, el endeudamiento global –en particular se refiere a China– o la reacción del mercado con la reducción del balance de la Fed”, apunta.
En su opinión, otro de los temas que seguirán siendo constante el próximo año es el Brexit, no como un gran riesgo político pero sí como algo importante, sobre todo de cara al futuro. “Es muy relevante cómo vayan avanzando las negociaciones, por la repercusión que tendrá esto en el futuro. Esto puede hacer que uno de los activos que menos nos llame la atención sea la libra inglesa”, señala.
Previsiones
Desde Pictet consideran la situación actual de “robusto crecimiento económico global” continuará. “Para 2018 prevemos que el PIB mundial aumente marginalmente hasta 3,4%, en parte por aumento de la inversión en capital fijo, ya que los gestores de fondos empiezan a exigirlo tras tres años fijándose en los dividendos”, explica Paolini.
Otro de las aspectos que contempla para el próximo año es un crecimiento positivo de los beneficios empresariales, “aunque no veremos la misma sorpresa que hemos visto este 2017: 11,6% en EEUU, 9,1% en Europa, 6% en Japón y 12% en emergentes”. De todas formas, considera que la previsión de crecimiento para Estados Unidos puede aumentar con el prometido estímulo fiscal de Trump; que por otro lado “no creo que sea necesario, pero previsiblemente sí se realizará”.
Como consecuencia apunta a que, la diferencia entre su producción y capacidad puede estrecharse más e incluso cerrarse por primera vez desde 2007, generando junto con la recuperación de los salarios y debilitamiento del dólar, una mayor inflación. Y este aumento de la inflación hará también que en 2018 la volatilidad aumente.
Por último, también prevé queen los próximos doce meses el mercado tendrá menos liquidez dado a la retirada de las políticas monetarias cuantitativas. Estima que en 2018 el volumen de expansión monetaria agregada de los cinco mayores bancos centrales puede ser de 0,5 billones. Según su análisis, “la normalización de políticas monetarias, en consonancia con las expectativas, puede seguir muy lenta y gradual, tanto por parte la Reserva Federal como BCE. En concreto en Estados Unidos en 2018, con inflación en 1,8%, esperamos tres subidas de tipos de interés, estable en términos reales”.
Asignación de activos
Paolini es optimista, pero reconoce que estamos llegando al final de un ciclo por lo que prevé, y aconseja, una rotación hacia sectores con mejor comportamiento a final de ciclo y ser más selectivos con las acciones en las que invertir. “Seguimos manteniéndonos infraponderados en bonos y dando más peso a las acciones”, matiza.
En este sentido, 2017 ha sido especialmente bueno para las acciones de crecimiento, las cuales han llegado a subir 26%, mientras que las de valor un 14%. Las tecnológicas ha llegado a proporcionar 17% –tienen elevado peso en EEUU-. También se han comportado bien industriales y consumo discrecional, así como acciones de Japón y Europa. Por su parte los mercados de deuda emergente han sido la mayor sorpresa.
En su opinión, la renta variable seguirá siendo clave para los inversores aunque reconoce que nada esta barato y que hay un gran dispersión en cada clase de activo. “Esto supone que habrá que ser más selectivos respecto al tipo de sector y de acción”, advierte.
En este sentido considera que las acciones de Estados Unidos pueden comportarse peor, por primera desde 2006 vez en sentido contrario, que las de Japón –bajo precio/previsión de beneficios– y Europa –crecimiento económico más sólido y aumento del crédito, así como política monetaria facilitadora–.
“Además, para 2018, estimamos rotación hacia sectores cíclicos de valor y tardíos (financiero, energía, materias primas), atractivos por valoración y por previsiones de aumento de beneficios. No nos preocupa demasiado que los bancos puedan verse afectados por un aplanamiento ligero de la curva de rentabilidades a vencimiento de la deuda de Estados Unidos, pues lo más importante para ellos es la rentabilidad del bono a diez años, que esperamos aumente. También tenemos preferencia por acciones relacionadas con inversión en capital fijo y rezagados emergentes, como Rusia, que está saliendo de recesión y puede aprovechar la subida de las materias primas. Sin embargo las acciones en Brasil no están baratas”, explica.
Fin de ciclo
Esto es típico de la fase tardía del ciclo. De hecho los inversores todavía tienen que comprar acciones europeas, “que pueden ser una sorpresa positiva en 2018, incluso resultan interesantes las empresas de pequeña capitalización europeas”, apunta. Sin embargo las acciones de EEUU, con la Reserva Federal en subida de tipos de interés, muestran valoraciones ajustadas.
Y si hay un clase de activos que tiene un peor comportamiento en los finales del ciclo ese es el bono. “Los bonos tienden a comportarse peor al final del ciclo, así que para 2018 convienen más las estrategias de rentabilidad absoluta. De hecho somos prudentes con el crédito por su excesiva valoración y su baja calidad crediticia. En Estados Unidos los diferenciales de rentabilidad a vencimiento en deuda empresarial respecto a la del Estado están cerca de mínimos y las rentabilidades a vencimiento pueden aumentar. Sin embargo la deuda ligada a inflación de Estados Unidos tiene potencial”, concluye.