Ya han pasado un par de semanas desde que Pedro Castillo, el ganador de una vertiginosamente estrecha elección presidencial, asumiera como nuevo mandatario de Perú. Y si bien las selecciones de autoridades económicas que ha hecho han dado cierta calma al mercado, las dudas siguen rondando entre los inversionistas.
Gracias a un radical discurso económico de campaña, la mayor preocupación de los inversionistas tras los comicios –en las que Castillo ganó por sólo 44.000 votos– era quiénes serían las personas elegidas para dirigir la política económica.
En ese frente, dos nombres han surgido a la prominencia: Pedro Francke, considerado como un economista de corte más técnico, que alivió a los mercados tomando la posta del Ministerio de Economía y Finanzas; y Julio Velarde.
Éste último, que ha estado al mando del Banco Central de Reserva del Perú desde 2006, ha estado en la mirada de los inversionistas desde que Castillo lo invitó a seguir a cargo de la presidencia del ente rector. Y si bien todavía no se ha materializado su reunión formal, reportes de prensa locales apuntan a que éste sería el caso, y eso fue suficiente para provocar una baja del tipo de cambio, de 4,11 a 4,04 soles por dólar al conocerse la noticia.
Los inversores han estado siguiendo de cerca las decisiones de los primeros días de Castillo, pero si bien las luces de continuidad monetaria y comentarios explicitando el respeto a variables como la propiedad privada han logrado inyectarles cierta calma a algunos actores, las ansiedades persisten.
Visiones de mercado
En la clasificadora de riesgo S&P Global Ratings advierten que, a diferencia del expresidente Ollanta Humala –con quien se lo ha comparado una que otra vez–, Castillo no está suavizando su postura.
“Desde la elección, Castillo ha repetido su compromiso de pedirle al Congreso que rescriban la Constitución, ha enfocado el debate en torno al sector minero en los impuestos, y ha impulsado el apoyo a la agricultura”, indicó la agencia calificadora en un informe reciente.
Eso sí, para la firma internacional, las “señales preliminares de continuidad de política” en el banco central peruano “descartan controles de precios o divisas”.
De todos modos, la clasificadora de riesgo destaca que hay una fecha clave que podría dar más luces sobre los próximos pasos del nuevo gobierno peruano: el 30 de agosto, cuando la administración de Castillo debe presentar su presupuesto para el Estado para 2022.
En general, la agencia prevé que manejar la crisis económica y sanitaria provocada por la pandemia de COVID-19 será el principal desafío de corto plazo del nuevo gobierno.
Bank of America (BofA) también se cuenta entre las entidades financieras que miran con dudas lo que va del mandato. “En nuestra visión, la perspectiva de la política doméstica se ha deteriorado”, indicó el banco de inversiones estadounidense en un informe reciente.
Para la firma, la selección de un gabinete ministerial “predominantemente radical” –con Francke y Aníbal Torres, titular del Ministerio de Justicia, como los únicos dos ministros considerados como moderados– y un “creciente coro entre los partidos políticos” que critican estas designaciones, acusando al gobierno de enfrentarse con el Congreso en vez de reconciliarse con él.
En esa línea, BofA recalca que es poco lo que pueden hacer Francke y Torres frente a otros 17 ministros, con visiones más extremas. “Hay dudas de qué tan efectivos puedan ser estos dos ministros para contener el apetito por políticas populistas”.
El futuro de la moneda
Una variable que se ha mostrado especialmente sensible a la incertidumbre política es la moneda, con una fuerte depreciación del sol peruano.
Esto, destaca el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por su sigla en inglés), se ha dado “principalmente por una transición política y el descontento social con los resultados económicos” del país, considerando que la posición externa del país no se ve especialmente vulnerable.
Según los cálculos del IIF, hay una subvaloración de 7% del sol peruano, considerando una norma de cuenta corriente apretada –con condiciones de financiamiento externo constreñidas–, que se contrasta con una depreciación real de 12% desde finales de 2019.
Eso sí, un deterioro en las finanzas públicas cambiaría el escenario, según destacaron en su informe. “Si la política fiscal girara a una postura más expansiva permanentemente, se daría una situación de cuenta corriente, lo que validaría la reciente depreciación del tipo de cambio”, indicaron.
El dólar en Lima partió el año en torno a los 3,6 soles por dólar, pero entre altibajos ha ido subiendo fuertemente hasta los 4,10 soles que ronda actualmente, lo que representa una subida de cerca de 14% en lo que va de 2021.
De todos modos, se espera que la política siga moviendo la aguja en el mercado peruano, en particular, y latinoamericano, en general. Esto considerando la apretada agenda política que tiene la región para los próximos 18 meses.