Para Giacomo Barisone, director de calificaciones soberanas de Scope, las nuevas variantes del COVID-19, la alta inflación y la retirada del apoyo fiscal y monetario plantean riesgos para la recuperación. Según las estimaciones del experto, el crecimiento del PIB se normalizará en cierta medida el próximo año, pero se mantendrá por encima de la tendencia.
“Desde Scope prevemos un crecimiento del 3,5% en Estados Unidos, del 4,4% en la eurozona, del 3,6% en Japón y del 4,6% en Reino Unido. China experimentará un crecimiento más cercano a su tendencia a largo plazo del 5%. En un contexto de recuperación desigual, prevemos que haya una desaceleración transitoria, y, en algunos casos, incluso una contracción temporal del PIB, durante el cuarto trimestre de 2021 y el primer trimestre de 2022 en muchas economías, a medida que los países europeos reintroducen restricciones más leves ante el aumento adicional en los contagios por Covid, principalmente asociados a la nueva variante Omicron. No obstante, el repunte económico recuperará fuerza en la primavera de 2022”, apunta Barisone.
Como era de esperar, el regreso a las condiciones económicas normales dependerá de la introducción de restricciones, ya que las nuevas variantes del virus ejercen presión sobre los sistemas de salud pública. En este contexto, Barisone espera que la importancia del riesgo de contagios para la recuperación siga moderándose, a medida que los gobiernos adopten respuestas más específicas y las empresas y las personas se adapten a las nuevas prácticas comerciales. No obstante, ahora consideran que los riesgos a la baja para las previsiones de crecimiento para 2022 son reales.
“Las presiones inflacionistas deberían seguir siendo más persistentes de lo que apuntan las expectativas de los bancos centrales, estando por encima de los promedios previos a la crisis, incluso después de que los precios comiencen a moderarse el próximo año. Esto debería traducirse en una mayor divergencia en las políticas monetarias, y con ello, la posible materialización de los riesgos asociados a los altos niveles de endeudamiento y elevados precios de los activos”, añade.
En su opinión, esto será mucho más evidente en Reino Unido y Estados Unidos, donde la inflación puede seguir poniendo a prueba los límites del 2%, que en Japón. En cambio, apunta, la eurozona se encuentra en algún punto intermedio con una inflación que podría mantenerse por debajo del 2% a largo plazo: “El BCE y el Banco de Japón mantendrán los tipos de interés oficiales para finales de 2022. Se espera que el BCE ponga fin al Programa de Compras de Emergencia Pandémica (PEPP) el próximo año y lo adapte. Además, también podría emplear otros mecanismos de compra de activos para mantener el margen de maniobra para ayudar a los mercados a reajustarse. En cambio, el Banco de Inglaterra y la Reserva Federal subirán los tipos”.
Según sus consideraciones, una inflación más alta y persistente tiene implicaciones tanto positivas como negativas para las calificaciones soberanas. “La inflación subyacente ligeramente más alta respalda un crecimiento económico nominal más fuerte, lo que ayuda a reducir los coeficientes de deuda pública y reduce el riesgo de deflación prolongada en la eurozona y Japón. Sin embargo, el aumento de los tipos de interés eleva los costes del servicio de la deuda, especialmente para los gobiernos muy endeudados y con déficits presupuestarios. Las economías emergentes, cuyas monedas se están debilitando y que están expuestas a salidas de capital, están particularmente amenazadas”, argumenta Barisone.
Por eso ve claro que la capacidad más limitada de los bancos centrales para impedir la caída de los mercados debido a la elevada inflación, que compromete el equilibrio monetario, podría revelar el riesgo latente asociado a la deuda acumulada en el pasado. “La divergencia en las políticas monetarias presenta desafíos en sí misma, ejerciendo presión sobre los bancos centrales que serían reacios a endurecer la política monetaria incluso para proteger sus monedas de una mayor depreciación. Esto podría acentuar las presiones inflacionarias subyacentes. Los bancos centrales ahora son tenedores de grandes cantidades de deuda pública: este dominio fiscal podría frenar la normalización de la política monetaria en algunos casos. No obstante, las recientes innovaciones en política monetaria durante la crisis, como la flexibilidad introducida en el marco del PEPP, mejoran la solvencia de los países”, concluye.
Por último, para cerrar sus perspectivas, recuerda que los emisores soberanos con perspectiva estable representan más del 90% de los soberanos calificados públicamente por Scope, lo que indica una menor probabilidad de un cambio de calificación en 2022 en comparación con 2021. “No obstante, los riesgos económicos podrían suponer un peligro para las calificaciones, tanto al alza como a la baja. Actualmente, solo un país tiene perspectiva negativa: Turquía (B)”, matiza.