La inflación está cayendo lentamente a nivel mundial, aunque con una mayor persistencia a la prevista, mientras que el crecimiento económico sigue siendo históricamente bajo y lo riesgos financieros han aumentado. Aunque Argentina sigue aislada de los mercados financieros globales, un escenario de menor crecimiento mundial, subida de tasas, erosión de los precios de las materias primas y aumento del precio de los transportes podrían tener repercusiones negativas, según el análisis de la consultora Ecolatina.
En este marco, el FMI presentó en su World Economic Outlook (WEO) de abril la actualización de sus perspectivas económicas para 2023 y los años venideros, realizando un leve recorte en las proyecciones de crecimiento y un alza en las estimaciones de inflación respecto al WEO de Enero.
¿Qué se espera para el crecimiento y la inflación? ¿cuáles son los principales focos de tensión en la economía mundial? ¿qué impactos prever para Argentina? ¿cuáles son las vías de contagio?
Las perspectivas del organismo para la economía internacional son de un crecimiento del 2,8%, desacelerándose respecto a 2022 (3,4%), acusando el efecto del marcado aumento de las tasas de interés y una economía que sigue absorbiendo los shocks de la guerra en Ucrania y el COVID-19. Así, se ubicará por debajo de los niveles históricos 1970-2022 (3,5%). En este marco, el 90% de las economías presentaría una reducción en su crecimiento en 2023.
Para Latinoamérica el FMI proyecta un crecimiento menor al promedio mundial (1,6%), recortándolo en 0,2 p.p. respecto a enero. Dentro de la región, destaca la fuerte reducción para Argentina (0,2%, -1,8 p.p.) -a poco tiempo de pronosticar 2% en la aprobación de las metas del 4T 2022-, Uruguay (2%, -1,6 p.p.) y Brasil (0,9%, -0,3 p.p).
El forecast dio cuenta de la turbulencia financiera registrada a inicios de marzo en Estados Unidos y luego extendida a Europa. La crisis de los bancos regionales norteamericanos –Sillicon Valley Bank (SVB) y Signature Bank- y el banco europeo Credit Suisse, de mayor trayectoria e integración global, implica un nuevo factor de riesgo para un escenario internacional ya de por sí turbulento.
En este sentido, si bien el FMI asume que la crisis financiera será contenida y no impactará en la actividad económica, resalta un aumento en la probabilidad de crecimiento mundial por debajo del 2% -algo que sólo ocurrió en años de crisis, como 1972, 1981, 1982, 2009 y 2020-, la cual ahora alcanza un 25%, el doble de la normal.
En cuanto a la inflación, si bien se espera una moderación del 8,7% en 2022 (la más elevada desde la década de los 90’) al 7% en 2023, el ritmo de aumento de los precios se ubicaría bien por encima del promedio histórico de 3,9% (2000-21). Una mayor persistencia a la esperada previamente llevó a ajustar la proyección de este año en +0,4 p.p. vs la estimación previa y +0,6 p.p. para 2024 (4,9%), mientras que el FMI prevé que que la inflación retornará a los target de los bancos centrales no antes de 2025 en muchos casos. La estimación para este año refleja tanto una diminución en el precio de las commodities – las energéticas descendiendo 38% y las no energéticas 2,8%- como el resultado de la política monetaria contractiva de los principales bancos centrales.
Fragilidad y múltiples focos de tensión
La economía mundial sigue enfrentándose a distintos focos de tensión que condicionan la probabilidad de que la economía global, y la de EE.UU. en particular, logre el tan ansiado soft-landing -descenso de la inflación sin recesión-. De presentarse y agudizar las condiciones en mayor o menor grado, en especial escenarios disruptivos en materia financiera, podría derivar en un hard-landing que generen una menor actividad a la esperada, un fortalecimiento del dólar y un flight to quality de capitales.
- Invasión Rusia a Ucrania. Precipitó un veloz crecimiento de la inflación a escala global, generando e intensificando tensiones geopolíticas preexistentes, procesos de desarticulaciones y fragmentaciones económicas, con un fuerte contenido proteccionista. Asimismo, las probabilidades de un recrudecimiento de la guerra y escenarios de ruptura en la Iniciativa de Granos del Mar Negro -tratado para permitir la exportación de cereales- podrían disparar una nueva escalada en los precios y riesgos de crisis alimentaria.
- Suba de tasas. Como consecuencia de la inflación, los principales bancos centrales viraron hacia una política monetaria más hawkish. Por caso, el año pasado la FED concretó la suba más acelerada de su historia, colocando a fines de 2022 la tasa de referencia en el rango de 4,25-4,5%, es decir, un aumento de 425 p.b. en un único año. Factores que impriman una nueva aceleración de precios podría desencadenar en un tightening monetario más duro y prolongado en el tiempo. No obstante, los episodios de inestabilidad financiera imponen un trade-off entre mayores subas para combatir la inflación y la agudización de la crisis de un sistema financiero endeble.
- Riesgos de default soberanos. La disparada de tasas puso en jaque a un conjunto de países emergentes y de bajos ingresos que, producto de la pandemia, vieron crecer con fuerza su deuda pública, llevándola a niveles históricamente elevados. Asimismo, los reducidos buffers fiscales para enfrentar el nuevo contexto de altas tasas implican menos herramientas para evitar un contagio a la actividad económica. Se estima que el 56% de los países de menores ingresos pueden sufrir estrés de deuda y cerca del 25% de los mercados emergentes.
- Reactivación China. El COVID y las políticas de aislamiento afectaron al gigante asiático a lo largo de 2022, resultando en un crecimiento por debajo del mundial, algo que no ocurría desde la década de los 90’ -sin contemplar 2020-. Como consecuencia del fin de la política de “COVID cero”, se estima un repunte en el crecimiento (5,2%), para un país que demanda un cuarto de las exportaciones asiáticas y entre un 5% y 10% del resto del mundo. No obstante, su retorno al mercado mundial podría generar un shock al alza en los precios de las commodities y presionar al alza la inflación global. Asimismo, aún existen fragilidades en su sector inmobiliario (1/5 del PIB) factor que podría conducir a un menor crecimiento del estimado.
- Inestabilidad financiera. A estos diversos factores se le superpone la novedad de la debilidad financiera registrada en marzo. Tras años de reducidas tasas de interés reales -la tasa de referencia de la FED se sostuvo por dos años en el rango del 0-0,25%- la violenta suba de tasas de interés para combatir la inflación generó tensiones financieras. El caso de SVB es un ejemplo de ello, institución que poseía una cartera de activos concentrada en bonos de largo plazo del tesoro norteamericano, cuyo valor se desplomó ante el hike de tasas, dando lugar a un retiro masivo de depósitos, venta a precios reducidos de bonos para afrontar la pérdida, el efectivo deterioro patrimonial del banco y la posterior quiebra. Estos riesgos se extienden a sectores como el inmobiliario, con peligros de default de hipotecas, derrumbe de los precios y el consecuente contagio al resto de los sectores. No obstante, la FED actuó rápidamente anunciando el salvataje de depósitos mediante el programa “Bank Term Funding Program”, el cual, a un mes de su lanzamiento, ya lleva gastados cerca de USD 72.000 M -0,3% del PBI de 2022-.
Impactos en la economía argentina
Los principales factores que se encuentran impactando en la economía local son idiosincráticos, ajenos al devenir de la economía mundial: el agudo shock de la sequía, sumado a las inconsistencias macroeconómicas, altos y crecientes niveles de inflación y una elevada incertidumbre propia de los años electores.
Asimismo, si bien Argentina se encuentra aislada de los mercados financieros globales, sigue siendo relevante analizar las vías de contagio del panorama mundial a nuestra economía, destacándose el canal comercial.
- Menor crecimiento mundial. La desaceleración global le resta dinamismo a la demanda por nuestras ya deterioradas exportaciones. Asimismo, luego de un 2022 donde nuestros principales socios comerciales crecieron por encima del crecimiento mundial -cortando así una racha de ocho años por debajo-, 2023 y 2024 serían años de menor crecimiento respecto al mundo. Factores que golpeen aún más economías regionales como la de Brasil y Chile, así como un menor crecimiento al esperado para China, podrían complejizar aún más la capacidad de la Argentina para exportar en un contexto de escasez de dólares.
- Suba de tasas, fragilidad financiera y commodities. El precio de las commodities alimenticias caería en 2023 un 5,6% i.a., pero continuarían un 55% por encima del promedio histórico. No obstante, las tensiones globales son un riesgo a la baja para los precios. Por caso, el desencadenamiento de una crisis financiera global podría derivar en una abrupta caída de la actividad en las economías desarrolladas, una baja en la demanda de importaciones y un descenso mayor del precio de los commodities. Por otro lado, inflaciones más rígidas a la baja podrían correr el techo de las tasas de interés y prolongar las subas en el tiempo, derivando en un fortalecimiento del dólar vis a vis un debilitamiento de las commodities, generando condiciones financieras más duras para nuestros principales socios comerciales, como Brasil, y una salida de capitales emergentes en el marco del “fligh-to-quality”.
- Precios de la energía y los fletes. El costo de la energía, que caería un 38% este año, aún se ubica casi 50% por encima de su promedio histórico. Escenarios de recrudecimiento de la Guerra en Ucrania o intensificación de marcos de colusión en la OPEP -a inicios de Abril anunciaron un recorte de la producción- podrían derivar en un aumento en los precios de las energías e impondría nuevas presiones en el frente externo. Misma situación se observa en el precio de los fletes internacionales que, luego de tocar en febrero el menor valor desde mediados de 2020, rebotó en marzo a niveles superiores al promedio del 4T 2022, aunque aún muy por debajo de los picos registrados en 2022.
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Perspectivas globales: sin grandes cambios, pero ante mayores riesgos