El consenso descuenta que este año los tipos de interés en Estados Unidos y Europa van a bajar, en respuesta a un escenario de desaceleración del crecimiento económico y de inflación bajo control. En general, el primer movimiento se espera para esta semana. Pero hay dudas de quién moverá ficha primero y qué implicaciones tendrá la decisión en los mercados, a pesar de que tras la última reunión del BCE está cada vez más claro que la entidad europea dará el primer paso este jueves, tras mantener el precio del dinero en abril.
Varias gestoras españolas ven implicaciones en las próximas decisiones del BCE, más allá de las puramente económicas. El equipo de la presidenta Christine Lagarde se apuntaría un acierto en el caso de que, como apunta Jorge Borbón, analista de Ibercaja Gestión, bajara los tipos de manera escalonada, «acorde a los datos de inflación, y de poder alcanzar el objetivo del 2%, controlando el crecimiento de los salarios para que no se produzca una espiral de precios y salarios».
Hernán Cortés, socio fundador de Olea Gestión, vería un acierto que Lagarde tomara las decisiones de tipos con independencia del resto de bancos centrales, «ajustándolas a las necesidades de la economía de la zona euro, donde los crecimientos del PIB (de entre el 0,5% y del 0,7%) son bastante inferiores a su crecimiento potencial, es decir, del 1,5%», asegura el experto.
En términos similares se expresa Antonio Aspas, socio y consejero de Buy & Hold, que no duda en apuntar que el gran acierto del BCE ante el actual panorama sería empezar a reducir los tipos de interés «justo en el momento en que esté claro que la inflación está controlada en el entorno del 2%, es decir, la marca que la institución monetaria tiene establecida por mandato, para conseguir también estimular, o al menos no dañar, el crecimiento económico y el empleo en la eurozona».
Por su parte, Germán García Mellado, gestor de renta fija de A&G, prefiere mirar a más largo plazo. Para el experto, evitar riesgos de fragmentación de manera estructural sería el gran acierto que podría apuntarse el BCE y pone como ejemplo para llevarlo a cabo, poder disponer de un programa de compra de bonos «que acabara con estos riesgos en la eurozona, pero sin tener que ser utilizado en la mayoría de ocasiones».
En cierto modo, el experto de A&G recuerda que esto ya se empezó a llevar a cabo «con el TPI desde mediados 2022, fecha desde la cual la convergencia de primas de riesgo ha sido espectacular en un momento en que los programas activos de compras de bonos APP y PEPP estaban reduciéndose». Incluso, da una tarea de mayor calado al organismo, como avanzar en la Unión Bancaria y del Mercado de Capitales en la UE.
En definitiva, existe un caldo de cultivo propicio para que el BCE aproveche las oportunidades que tiene delante. Varios expertos coinciden en una de ellas: ganar en credibilidad. Aspas declara que la probable necesidad que tendrá el BCE de adelantarse a la Reserva Federal estadounidense en el proceso de bajada de tipos de interés «daría un claro mensaje de independencia por primera vez en muchos años, lo que ayudaría a generar una mayor confianza en torno a la capacidad y claridad del mandato de Lagarde». Mientras, Borbón asegura que el BCE «tiene la oportunidad de mejorar su credibilidad como banco central», en tanto que Lagarde puede verse obligada a bajar los tipos antes que la Fed en junio, «cuando históricamente ha sido al revés».
A partir de esta premisa de que el BCE podría tomar la delantera en el proceso de bajada de tipos de interés, García Mellado apunta que determinar cuál es el tipo de interés neutral a partir del cual se consideraría que la política monetaria es restrictiva va a ser todo un reto. «Parece que nos adentramos en una etapa en la que tendremos inflaciones estructurales más elevadas que en ciclos anteriores, por lo que la neutralidad en cuanto a tipos de interés se refiere debería ser superior, pero hay muchas dudas sobre el nivel que debería alcanzar este tipo de interés neutral», afirma.
Posibles errores
Pero esa posible independencia del BCE es, para otros expertos, un riesgo. Así lo piensan desde Mapfre Economics, donde consideran que «los caminos divergentes a corto plazo -la probabilidad de un recorte del BCE en junio es del 80% y el de la Fed, es más factible en septiembre- podría ser un error de política monetaria en Europa». La firma explica que recortar los tipos «no soluciona los problemas de oferta, pero los puede empeorar», por lo que «someter el euro a una debilidad en este contexto de materias primas al alza implica importaciones más caras» y se preguntan si realmente «se quiere estimular el consumo y el sector industrial para la absorción de inflación importada» con una medida de este tipo.
También hay otros riesgos que afrontaría el organismo. García Mellado comenta que nos encontramos en un entorno económico «muy incierto», en el que los bancos centrales «deben navegar entre las difíciles aguas de una inflación más persistente de lo esperado y un crecimiento económico con amenazas de las agresivas políticas monetarias restrictivas realizadas en los últimos dos años», con la dificultad añadida en Europa de contar con varias economías que evolucionan a diferentes ritmos, «lo que hace más complicada la implementación de una política monetaria común».
De hecho, Borbón apunta como riesgo adicional que la economía de la eurozona entrase en recesión «por esperar demasiado a la bajada de tipos». El ambiente prebélico que se está generando en Europa frente a Rusia es también un factor restrictivo para el consumo y la inversión ya que mina la confianza económica, especialmente en los países centroeuropeos donde ya se están viendo tasas de crecimiento inferiores.
Cortés añade como riesgo para los aciertos del BCE ese ambiente prebélico «que se está generando en Europa frente a Rusia», en tanto que resulta «un factor restrictivo para el consumo y la inversión al minar la confianza económica, especialmente en los países centroeuropeos donde ya se están viendo tasas de crecimiento inferiores».