La economía global se encuentra sumida en una “ralentización desincronizada” en la que Estados Unidos va por delante del resto del mundo, en opinión de Nordea AM. Para la gestora, el resultado es un efecto doblemente negativo del endurecimiento de la política monetaria, en forma de subidas de tipos de interés, y una apreciación del dólar estadounidense.
En última instancia, esta divergencia disruptiva genera un equilibrio inestable: es necesario que el crecimiento en Estados Unidos se ralentice o que se acelere en China y el resto del mundo. “Por ahora, creemos que la divergencia ha llegado para quedarse, pues la propia fortaleza del dólar consolida esta tendencia al perjudicar a todas las regiones fuera de Estados Unidos. Es probable que más adelante el crecimiento estadounidense se ralentice, ya que parece que los factores que limitan el crecimiento chino son de carácter más estructural que los factores que impulsan la economía estadounidense”, explica Witold Bahrke, responsable senior de estrategia macroeconómica de Nordea AM.
A nivel global, considera que la economía superó su punto máximo de crecimiento en el primer semestre de 2018. Según explica, “los efectos de la política monetaria están ganando fuelle lenta pero inexorablemente a medida que la inflación repunta en Occidente, lo que confirma nuestra visión de que el equilibrio entre el crecimiento y la inflación se está deteriorando. En julio, la inflación subyacente de EE. UU. alcanzó su nivel más elevado desde la crisis financiera”.
Esta tendencia hacia una mayor divergencia entre los países genera también problemas en los mercados, siendo las divisas el principal canal de disrupción. En este sentido, los mercados individuales y la economía en general se están comportando como un “bucle de retroalimentación disruptivo”, describe Bahrke, lo que supone un riesgo: “La divergencia en el plano macroeconómico propicia la fortaleza del dólar, que afecta principalmente a los mercados emergentes, lo que, a su vez, impulsa una mayor divergencia macroeconómica, dando lugar a una nueva apreciación del dólar, y así sucesivamente”.
¿Y los mercados?
Entretanto, la renta variable se acerca a sus máximos históricos. Según Bahrke, el todopoderoso dólar es clave: una nueva apreciación sería probablemente suficiente para endurecer las políticas monetarias y causar máximos en los mercados bursátiles en los próximos seis meses. “En vista de los crecientes riesgos macroeconómicos, los sectores y las regiones defensivas deberían registrar rendimientos superiores en la renta variable, mientras que los activos refugio deberían recibir una atención cada vez mayor”, matiza.
En su opinión, esta divergencia y la reducción de la liquidez a escala mundial tienen un claro impacto en los mercado: han hecho que las operaciones más populares de 2017 pierdan fuelle y caigan en cadena. “Todo empezó con el desplome de las estrategias que apostaban por una volatilidad reducida, lo cual fue seguido por la desaparición del soporte al dólar y la reversión de las rentabilidades tan positivas que registraron los mercados emergentes el año pasado”, apunta.
Ahora bien, ¿cuáles serán los siguientes segmentos que se verán afectados por la reducción de la liquidez? En su opinión, serán aquellos de deuda corporativa con baja calificación y, en última instancia, las posiciones largas en renta variable. Además, si el dólar sufre una nueva apreciación del 5% antes de finales de año, es probable que se produzca un ajuste monetario suficiente como para que la renta variable llegue a máximos en los próximos seis meses.
“Entretanto, los inversores deberían mantener posiciones defensivas en esta clase de activos. Se espera que los mercados desarrollados (EE. UU. en concreto) continúen generando rentabilidades superiores, dado que estos países son menos vulnerables a una ralentización del crecimiento y a una reducción de la liquidez. El incremento de los riesgos macroeconómicos también conlleva que la propuesta de valor de la renta fija core en Europa y EE. UU. parezca interesante, ya que en el fondo el proteccionismo y el endurecimiento monetario constituyen factores deflacionistas. Los activos refugio y los bonos de corta duración con alta calidad crediticia deberían acaparar un interés creciente, ya que se están poniendo en tela de juicio las tendencias macroeconómicas actuales y el punto máximo de la renta variable se atisba en el horizonte. Los bonos garantizados destacan especialmente, porque pueden arrojar rendimientos similares y presentan un riesgo menor en comparación a los bonos con grado de inversión”, destaca Bahrke.