Después de la montaña rusa emocional que ha supuesto el último año y medio para mercados e inversores, las gestoras están implementando diversas estrategias comerciales para seguir captando flujos de entrada y retener a su base de clientes. Pero, a veces, no hacer nada (en términos de producto) también es una decisión activa; esta es la estrategia que ha adoptado Baillie Gifford para 2023. “No estamos lanzando nuevos productos actualmente. Nos estamos asegurando de que generamos resultados para nuestros clientes”, afirma con rotundidad Stuart Dunbar, socio de la entidad.
Dunbar, que este año cumple 20 años trabajando para Baillie Gifford, no oculta su satisfacción: “Después de un periodo tan dramático como el vivido el último año, estamos encontrándonos con que nuestros clientes nos están dando mucho apoyo. Hemos recibido un mensaje muy claro: seguir haciendo lo mismo”. Cabe recordar que Baillie Gifford se ha forjado una reputación como casa especializada en compañías growth. Utilizando una combinación de profundo análisis fundamental y un espíritu largoplacista y emprendedor, la firma tiene un sólido track record identificando compañías con exposición a tendencias de largo plazo e invirtiendo en ellas durante los primeros estadios de su desarrollo, como hicieron con Amazon o Tesla. “Hemos hecho un buen trabajo a lo largo de los años al explicar a la gente lo que hacemos. Intentamos tener a los clientes adecuados, que tengan un horizonte de largo plazo”, resume Dunbar.
Pese al maremoto experimentado por los valores de crecimiento, el experto insiste en la buena marcha del negocio. El patrimonio actual de Baillie Gifford asciende a 270.000 millones de euros, un 15% más que en 2019… aunque ha retrocedido un 35% respecto al cierre del ejercicio 2020. “Al final de 2020 los activos estaban con valoraciones muy elevadas, pero el timing de mercado solo funciona mirándolo con retrospectiva a posteriori”, aclara Dunbar, que añade: “Seguimos contratando inversores. Seguimos creciendo. Intentamos hacerlo de manera sensata”.
La cuestión, que no elude el experto, es cómo seguir creciendo cuando el contexto del mercado apunta al final del reinado del ‘growth’. Dunbar admite que la mayor parte de conversaciones actuales con los clientes tienen que ver con la capacidad para sobrevivir del estilo growth, si mantendrá las mismas características o la capacidad de la gestora para seguir acertando con sus inversiones. “No todo el ‘growth’ es igual”, declara al respecto.
Dunbar se muestra crítico con el éxito que ha tenido la inversión con sesgo de crecimiento en los últimos años, sustentado en un acceso masivo a financiación fácil y barata en un entorno deflacionario. “Todo el mundo habla de la burbuja de los últimos 15 años. Yo no creo que el escenario de deflación haya terminado. Creo que los inversores han sido impulsados hacia los activos de riesgo durante 15 años y, aunque no creo que muchos entiendan la diferencia entre rendimientos nominales y rendimientos reales, hoy la gente se conforma con tener efectivo, así que es menos probable que busque activos de riesgo. Para la inversión en crecimiento, esta situación crea un entorno muy diferente”, resume.
Desde su amplia experiencia, el socio de Baillie Gifford aconseja pensar seriamente en lo que supone el cambio en la dirección de los tipos de interés en términos de acceso a la financiación para las empresas de forma individual. Es algo que cree que va a beneficiar a la gestora que representa, por su enfoque histórico en compañías de crecimiento, pero con poder de fijación de precios y balances bien saneados. “Cuando hay una diferenciación clara entre compañías bien financiadas, que tienen poder de fijación de precios, ventajas competitivas y que están en el lado correcto para beneficiarse de los cambios, más que del crecimiento económico, ahí podemos hablar de diferentes formas de crecimiento”, destaca. La estrategia de Baillie Gifford se centra en identificar a las compañías que dependen más de los cambios en tendencias, hábitos de consumo y patrones de comportamiento que en acompañar al crecimiento económico. En definitiva: “Prestamos mayor atención al valor que están generando las empresas a los consumidores más que a la ingeniería financiera”.
Entre las tendencias en las que Baillie Gifford está identificando oportunidades figura actualmente la innovación en la industria de la salud, donde el experto se muestra entusiasmado con avances como la secuenciación genética para el desarrollo de medicinas más personalizadas, pero también en la intersección entre compañías que desarrollan avances científicos y que para conseguirlo aplican inteligencia artificial; tal es el caso de ASML, una de las compañías de mayor peso en las carteras de la firma junto con Moderna.
Cita como otras tendencias de interés los avances en pagos móviles, e infraestructuras relacionadas con la transición energética, como por ejemplo fabricantes de cable, pero también baterías para coches eléctricos. “No todo es solo alta tecnología. Es la aplicación de la tecnología en las industrias más tradicionales. Creo que el crecimiento, y donde vamos a encontrar crecimiento, va a ser en los próximos 10 años diferente a donde lo hemos encontrado en los últimos 15 años”, afirma Dunbar.
Sin embargo, en línea con la teoría del socio de que no estamos en un escenario de ruptura total con las tendencias vistas en los últimos años, Dunbar afirma que aún no se han acabado las oportunidades de crecimiento en el segmento de negocios digitales ligeros en capital. Por ejemplo, afirma que todavía ven recorrido en compañías como Amazon o Microsoft, pero también están encontrando oportunidades en el área de computación en la nube, en compañías como CloudFlare, y en compañías como Roblox, cuyo negocio se basa en una plataforma de creación de contenidos digitales, desde videojuegos a conciertos virtuales.
En resumen, el punto de vista de Dunbar es que el nuevo entorno de financiación será positivo para los stock pickers capaces de establecer esta diferenciación entre empresas bien financiadas y con recursos para crecer con independencia del entorno macro, de las empresas dependientes de la financiación externa. Es decir, el análisis fundamental, el regreso al abc del inversor activo: “Ese es el problema de nuestra industria; tiene fijación y le dedica mucho tiempo al mercado de capitales, y no le presta atención a lo básico, a los negocios que hay detrás. Sería fantástico que volviésemos a un mundo en el que se reconoce mucho más que las empresas son radicalmente diferentes entre sí”, concluye.