El presidente Trump no es el único que ha señalado en el escenario internacional la debilidad del renminbi chino. La depreciación repentina de la moneda, de alrededor del 5% en un mes, ha llamado la atención y suscitado la especulación de que las autoridades chinas han desplegado una nueva arma en las guerras comerciales. Sin embargo, los analistas de Schroders creen que centrarse en el último mes, excluyendo lo sucedido anteriormente implica perderse un contexto importante.
Para la gestora hay dos puntos importantes en este asunto que no deben perderse de vista. El primero es que la cesta de divisas ponderada por comercio –conocida como CFETS– es una referencia más apropiada para el renminbi que una tasa de cambio bilateral.
El otro factor es que, aunque observamos el movimiento contra el dólar de forma aislada, esta debilidad sigue a un período de fortaleza considerable para el renminbi.
“Por supuesto, el hecho de que todavía no estemos en territorio de guerra de divisas no significa que China no esté yendo en esa dirección. Una gran devaluación sería una forma obvia de lidiar con los aranceles; un arancel general del 25% sobre todos los productos chinos, por ejemplo, podría compensarse en gran medida con una devaluación del 25%, al menos inicialmente”, explican los expertos de la gestora en su Economic and Strategy Viewpoint de agosto.
Sin embargo, éste no es un ejercicio sin coste. La historia de los mercados emergentes está plagada de ejemplos. La propia China fue una de las pocas economías asiáticas en escapar de la crisis de finales de los años 90, recuerdan desde Schroders.
Así que, ¿podemos considerar la devaluación como una perspectiva realista?
Si consideramos que el problema más común es la tendencia de las economías de los mercados emergentes a endeudarse en monedas extranjeras porque sus propios sistemas financieros no están lo suficientemente desarrollados como para proporcionar grandes cantidades de crédito en moneda local, Schroders argumenta que, aunque se puede acusar al sistema financiero de China de muchas cosas, algo que no le falta es profundidad o innovación.
La abrumadora mayoría de la deuda china en circulación está en términos de moneda local, y en manos de los locales. Incluso cuando incorporamos los créditos bancarios transfronterizos, los pasivos externos de China parecen bastante pequeños como porcentaje de su PIB, a pesar de los recientes.
Así que, determinan los expertos de la firma, si China asumiera una devaluación del 25%, su carga de la deuda externa aumentaría alrededor del 2% del PIB, o 290.000 millones de dólares. Frente a las reservas de divisas de 3 billones de dólares, esto parece manejable. “No creemos que esto por sí solo sea un factor de disuasión suficiente para impedir la devaluación”, afirman.
Schroders cree que un riesgo mayor que ése es el de la fuga de capitales. En 2015, a una devaluación repentina del 3% le siguió una mayor depreciación cuando los tenedores locales y las empresas rápidamente convirtieron las tenencias en moneda local a dólares y procuraron pagar la deuda en dólares, por temor a una mayor debilidad de la moneda.
Esto ciertamente podría repetirse hoy día, especialmente si los residentes chinos creen que en el futuro se producirá una importante depreciación. Pero hay algunas diferencias importantes entre lo que sucede hoy y lo que pasó en 2015. La devaluación en 2015 fue un verdadero shock, ya que marcó un cambio de régimen para la moneda china.
En los años anteriores, el renminbi había evolucionado de forma notablemente estable. En un entorno de baja rentabilidad, esto atrajo a los inversores y alentó a las empresas chinas a pedir préstamos en moneda extranjera sin cubrir su exposición.
Básicamente, el renminbi se convirtió en una especie de apuesta única, y un objetivo de política establecido después de la devaluación de 2015 era aumentar la volatilidad bidireccional del renminbi para evitar esto. Como muestra el gráfico, las autoridades tuvieron éxito en este objetivo.
El impacto de cualquier debilidad de la moneda debería ser mucho menos desestabilizador que hace tres años, cree la gestora.
“Cualquier intento de devaluación tendría que encontrar una manera de contrarrestar estos riesgos. Si se intenta una devaluación mediante la depreciación gradual, debería haber una volatilidad bidireccional sustancial para evitar la acumulación de apuestas cortas en la moneda y el afianzamiento de las expectativas de una mayor depreciación”, escriben los analistas.
Sin embargo, es cuestionable cuánto tiempo funcionaría este truco antes de que el banco central perdiera credibilidad. “La fuga de capitales sería una consecuencia probable y el banco central se vería obligado a intervenir para restablecer la credibilidad”, concluyen.