El peronista Alberto Fernández ganó las elecciones el pasado 27 de octubre y será el próximo presidente de Argentina. Una de sus prioridades es la restructuración de la deuda pública ante lo que parece un inevitable default, señala NN Investment Partners.
Los activos argentinos se han desmoronado
Desde las primarias celebradas en agosto, en las que Fernández sacó un sorprendente buen resultado, los precios de las acciones argentinas han descendido de forma considerable. Según la gestora, el mercado cree que el giro político a la izquierda, con el regreso del peronismo, llevará a un aumento de la inestabilidad macroeconómica. “Argentina ya se encontraba en el precipicio antes de las primarias y, dado el enorme desliz cambiario y la falta de confianza del mercado, el país parece abocado ahora a su noveno default”, advierte.
Con todo, considera que el mercado puede estar “un poco sobrevendido”, ya que la futura administración es consciente de que le interesa recuperar el acceso a los mercados internacionales de capitales. “Aun así, persuadir al FMI, el mayor acreedor del país, para que secunde reperfilar la deuda puede ser un desafío”, señala.
El FMI ha desembolsado 44.000 millones de dólares de lo acordado en junio de 2018 después de la crisis cambiaria y la inflación de dos dígitos que golpeó a Argentina. El acuerdo, el más grande de la historia del FMI, se amplió hasta los 57.000 millones después de que el peso volviera a devaluarse en septiembre de 2018. El fracaso trajo recuerdos del default del 2001, cuando el programa del FMI llevó a la contracción de la demanda local y presionó la divisa, lo que terminó haciendo insostenible la deuda en divisa extranjera y llevó a una batalla con los acreedores que dejó al país fuera de los mercados durante más de una década.
El pragmatismo de Fernández
Aunque Fernández es peronista, NN IP piensa que es mucho más pragmático que su compañera de fórmula, la expresidenta Cristina Fernández y, aunque ve probable una restructuración de la deuda el próximo año, considera que no será tan negativa para los tenedores de bonos como en 2001. “El nuevo Gobierno no querrá invertir sus primeros años de mandato en litigar con los acreedores, sino que buscará la estabilidad macroeconómica y cumplir sus objetivos sociales”.
A su juicio, la eventual recuperación estará por encima de los bajos datos de agosto, cuando los bonos se acercaron a precios inferiores a los 40 centavos de dólar y muchas cuentas europeas tuvieron que vender después de que la calificación de la deuda cayera hasta CCC.
Asimismo, la gestora considera que Fernández debe buscar una restructuración amable con los acreedores para recuperar rápidamente el acceso a los mercados. Aunque “la disparidad entre los distintos tipos de acreedores –hedge funds, gestores de activos, bancos privados, locales- podría complicar llegar a una solución negociada tan rápido como lo hizo Ucrania en 2015”, señala.
En su opinión, ni Argentina ni sus acreedores quieren pasarse otra década en los tribunales. “La clave para evitarlo es articular una propuesta de restructuración con las mínimas pérdidas de Valor Actual Neto (VAN) que convenza a la mayoría de los acreedores”, sugiere.
Para NN IP, la deuda soberana emergente es una de las clases de activos con los precios peor fijados del mundo. Prueba de ello son las altas tasas de recuperación y la relativamente baja frecuencia de defaults.
El desafío de una estrategia orientada al consumo
El crecimiento económico se ha colapsado y el movimiento en el peso argentino ha hecho que el PIB sea del mismo tamaño que en 2001. Además, la inflación posiblemente alcance el 50% a finales de año y seguramente sea del 40% en 2020.
Fernández quiere centrarse en “un crecimiento orientado al consumo” para resolver el problema, una estrategia “desafiante”, según la gestora, ya que Argentina solo podría incrementar su competitividad en sus productos primarios y el turismo.
“Para que la deuda sea útil, el país necesita tres cosas: la bendición del FMI, financiación externa y un moderado superávit primario”, afirma. Asumiendo los 10.000 millones de dólares de financiación del FMI en 2020, la brecha fiscal podría ser de entre 5.000 y 15.000 millones. Según NN IP, una deuda local “reperfilada” podría suponer un ahorro de entre 8.000 y 11.000 millones el próximo año, pero, antes de desembolsar más dinero, del FMI “tendrá que ver un programa creíble”.
Con todo, uno de los desafíos que afrontará Fernández será mantener el peronismo unido y asegurarse de que mantiene la gobernabilidad después de los seis primeros meses de “luna de miel”. “Cómo de bien se complementen el presidente y su vicepresidenta será clave para el éxito de la nueva administración”, sentencia.